William W.Richard
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11-02-2025, 05:44 PM
(Última modificación: 12-02-2025, 05:34 AM por William W.Richard.)
Las jornadas en aquel barco ya exhalaban piratería. Barriles de cerveza y ron adornaban la cubierta en las moches, pensando crédulamente que nada podía interponerse en su camino mientras ellos disfrutaban. Canciones de todo tipo sonaban mientras unos bailaban junto a otros con sus brazos sobre los hombros de los que tenían al lado como si fuesen a ser mejores amigos de por vida. Si tan solo supieran que los piratas se mataban entre ellos cuando necesitaban pelear por un botín, y que cuando llegaran a la Isla Tortuga todos irían por caminos diferentes, uniéndose a distintas tripulaciones que solo los pondrían en la primera línea de fuego como si fuesen carne de cañón. Pobres crédulos, jóvenes con sueños de piratería y fantasía, listos para recorrer una aventura tan romántica como imposible.
En tal viaje, William se limitó a observar sin hablar una sola palabra. No tenía intención alguna de juntarse con aquellos piratas ilusos y tampoco tenía ninguna intención de generar sospechas sobre su identidad. Por tanto, se propuso mantenerse al margen de la fiesta con los pocos adultos y ancianos que estaban en el barco, los cuales sabían hacia donde iban y las condiciones del trabajo que les esperaba.
En aquella zona del barco, tomó un poco de caldo de pollo y se mantuvo observando a sus acompañantes, hombres que en completo contraste con los jóvenes de antes, tenían la mirada perdida, sin esperanzas ni deseos sobre el futuro. Esos hombres o tenían experiencia en incursiones piratas o no tenían otra alternativa más que tomar aquel trabajo mal pago.
La isla finalmente se divisó en el horizonte cuando las primeras luces del sol se mostraban cual destellos de esperanza. Aún con tal panorama del amanecer, Tortuga se erguía como un paraíso de la oscuridad, ya que hacía contraste con el sol naciente y extrañamente eso le daba una poesía poco convencional pero atrapante. De seguro había personas que observaban aquella oscuridad y les generaba pasión, amor, deseo. William veía aquel panorama y lo único que veía era desolación y tristeza...
El barco no tardó en atracar en la isla, dejando al revolucionario en un lugar rodeado de posibles enemigos, aunque suponía que por la forma de ser de los piratas, allí no habría problemas. En alta mar, los piratas podían combatir entre ellos e incluso matarse por un botín, pero en tierra firme no había nada que los conflictuara y por tanto, todos se comían ese cuento de ser Nakamas.
En tal viaje, William se limitó a observar sin hablar una sola palabra. No tenía intención alguna de juntarse con aquellos piratas ilusos y tampoco tenía ninguna intención de generar sospechas sobre su identidad. Por tanto, se propuso mantenerse al margen de la fiesta con los pocos adultos y ancianos que estaban en el barco, los cuales sabían hacia donde iban y las condiciones del trabajo que les esperaba.
En aquella zona del barco, tomó un poco de caldo de pollo y se mantuvo observando a sus acompañantes, hombres que en completo contraste con los jóvenes de antes, tenían la mirada perdida, sin esperanzas ni deseos sobre el futuro. Esos hombres o tenían experiencia en incursiones piratas o no tenían otra alternativa más que tomar aquel trabajo mal pago.
La isla finalmente se divisó en el horizonte cuando las primeras luces del sol se mostraban cual destellos de esperanza. Aún con tal panorama del amanecer, Tortuga se erguía como un paraíso de la oscuridad, ya que hacía contraste con el sol naciente y extrañamente eso le daba una poesía poco convencional pero atrapante. De seguro había personas que observaban aquella oscuridad y les generaba pasión, amor, deseo. William veía aquel panorama y lo único que veía era desolación y tristeza...
El barco no tardó en atracar en la isla, dejando al revolucionario en un lugar rodeado de posibles enemigos, aunque suponía que por la forma de ser de los piratas, allí no habría problemas. En alta mar, los piratas podían combatir entre ellos e incluso matarse por un botín, pero en tierra firme no había nada que los conflictuara y por tanto, todos se comían ese cuento de ser Nakamas.