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William W.Richard
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12-02-2025, 07:24 PM
(Última modificación: 12-02-2025, 09:44 PM por William W.Richard.)
Las palabras del Marine calaban mucho más hondo de lo que él hubiese esperado, incluso eran mucho más significativas de lo que Martin podría siquiera aceptar, ya que no habría palabra que él fuese a decir que demostrara lo que significaba aquello para él. Pero Alaric estaba haciendo un gran trabajo, de eso no había ninguna duda, de lo contrario, Martin se hubiese vuelto paranoico, o incluso violento hasta el punto de tener que resolver aquel asunto con las manos.
-No... no me mientas- si bien Alaric no le había caído mal y todas sus palabras habían sido las correctas, Martin era una persona que demostraba haber sido traicionado en repetidas ocasiones, o al menos, haber vivido experiencias que lo volvían una persona desconfiada y paranoica. -Todos dicen que te ayudarán hasta que dejan de hacerlo- su desilusión estaba vívida en su rostro, como si fuese un niño en plena navidad que se entera en el acto de que Santa Claus son los padres. Su mirada estaba perdida y sus brazos aún sobre su nunca se relajaban un poco ante la abstracción de su mente.
-¿No pueden resolverlo más rápido?- la anciana no tenía corazón, de eso no había dudas, pero según su perspectiva, el gigante no hacía más que conversar con el drogadicto como si él fuese la víctima de aquella historia, cuando realmente era la dueña del local la que había sufrido daños y perjuicios a raíz de aquel sujeto entrometido.
Martin no respondió absolutamente nada cuando Alaric mencionó la comida, pero sus tripas parecieron responder con un sonido típico que recalcaba el hecho de que no había comido nada en unas 48 horas, por lo que Alaric podría interpretar que efectivamente era algo que necesitaba aunque no fuese a sacarle información necesariamente por eso.
Estaba claro que Martin no era un hueso fácil de roer, principalmente debido a sus traumas y miedos, pero también apoyado en el hecho que no conocía al gigante y realmente le costaba mucho confiar en él de un momento para el otro. Tampoco había sentido ni un mínimo de empatía o identificación por la historia personal que contaba el recluta, ya que no solo era difícil para un adicto reconocerse como tal, sino que siendo sinceros, le importaba bastante poco la historia de caída y redención de sus conocidos, fuese cierta o no.
-Nadie puede ayudarme, yo solo puedo esconderme, sino ellos... ellos...- parecía querer decir algo que estaba en la punta de la lengua, pero había algo en su interior, una especie de terror acumulado que le impedía decirlo. -Si salgo de aquí me matarán- no había detalles, tampoco se sabía si estaba siendo sincero o no, pero ahora Martin conocía la razón por la que Martin se había atrincherado allí, sin conocer si realmente le estaba contando la verdad o se lo estaba inventando para poder conmoverlo y mantenerse allí viviendo de arriba unos cuantos días más.
La ley es hermosa cuando los caminos morales son fáciles, pero ahora Alaric debía elegir confiar en el discurso de un drogadicto que había cometido uno o varios delitos, o confiar en el criterio de una anciana trabajadora con poco corazón. Analizando el panorama en frío, ninguna de las opciones parecía muy sensata que digamos, pero en la vida este tipo de situaciones son de lo más comunes y aún así hay que tomar una decisión.
Si bien no se mencionó por no ser extremadamente relevante, Tony cumplió la orden a rajatabla y trajo del puesto comercial más cercano una botella con agua, unos panes recién horneados y una salchicha cortada en cubitos. No podía intervenir de forma directa para ayudar en la situación, pero era un asistente de primer nivel que no dudaba en cumplir la orden de su superior.
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-No... no me mientas- si bien Alaric no le había caído mal y todas sus palabras habían sido las correctas, Martin era una persona que demostraba haber sido traicionado en repetidas ocasiones, o al menos, haber vivido experiencias que lo volvían una persona desconfiada y paranoica. -Todos dicen que te ayudarán hasta que dejan de hacerlo- su desilusión estaba vívida en su rostro, como si fuese un niño en plena navidad que se entera en el acto de que Santa Claus son los padres. Su mirada estaba perdida y sus brazos aún sobre su nunca se relajaban un poco ante la abstracción de su mente.
-¿No pueden resolverlo más rápido?- la anciana no tenía corazón, de eso no había dudas, pero según su perspectiva, el gigante no hacía más que conversar con el drogadicto como si él fuese la víctima de aquella historia, cuando realmente era la dueña del local la que había sufrido daños y perjuicios a raíz de aquel sujeto entrometido.
Martin no respondió absolutamente nada cuando Alaric mencionó la comida, pero sus tripas parecieron responder con un sonido típico que recalcaba el hecho de que no había comido nada en unas 48 horas, por lo que Alaric podría interpretar que efectivamente era algo que necesitaba aunque no fuese a sacarle información necesariamente por eso.
Estaba claro que Martin no era un hueso fácil de roer, principalmente debido a sus traumas y miedos, pero también apoyado en el hecho que no conocía al gigante y realmente le costaba mucho confiar en él de un momento para el otro. Tampoco había sentido ni un mínimo de empatía o identificación por la historia personal que contaba el recluta, ya que no solo era difícil para un adicto reconocerse como tal, sino que siendo sinceros, le importaba bastante poco la historia de caída y redención de sus conocidos, fuese cierta o no.
-Nadie puede ayudarme, yo solo puedo esconderme, sino ellos... ellos...- parecía querer decir algo que estaba en la punta de la lengua, pero había algo en su interior, una especie de terror acumulado que le impedía decirlo. -Si salgo de aquí me matarán- no había detalles, tampoco se sabía si estaba siendo sincero o no, pero ahora Martin conocía la razón por la que Martin se había atrincherado allí, sin conocer si realmente le estaba contando la verdad o se lo estaba inventando para poder conmoverlo y mantenerse allí viviendo de arriba unos cuantos días más.
La ley es hermosa cuando los caminos morales son fáciles, pero ahora Alaric debía elegir confiar en el discurso de un drogadicto que había cometido uno o varios delitos, o confiar en el criterio de una anciana trabajadora con poco corazón. Analizando el panorama en frío, ninguna de las opciones parecía muy sensata que digamos, pero en la vida este tipo de situaciones son de lo más comunes y aún así hay que tomar una decisión.
Si bien no se mencionó por no ser extremadamente relevante, Tony cumplió la orden a rajatabla y trajo del puesto comercial más cercano una botella con agua, unos panes recién horneados y una salchicha cortada en cubitos. No podía intervenir de forma directa para ayudar en la situación, pero era un asistente de primer nivel que no dudaba en cumplir la orden de su superior.
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