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Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
12-02-2025, 11:24 PM
(Última modificación: 15-02-2025, 08:38 PM por Ragnheidr Grosdttir.
Razón: Cambios realizados con permiso de Narrador
)
El aire gélido de la tormenta parecía haberse detenido, pero la presión en el campo de batalla no venía del clima. No. Era otra clase de peso, uno mucho más sofocante. Eso no le quitó el hambre al vikingo, que sacó del interior de su pantalón un pequeño trozo de pollo envuelto en plástico al que le daría un bocado, hambriento. Por suerte siempre tenía un tentempié encima, sobre todo para esos momentos de tensión, que le ayudaban a centrarse un poco.
El Haki del Conquistador de Ragn había barrido el terreno con la fuerza de una ola destructiva, arrasando con aliados y enemigos por igual. Demostración de que aún no dominaba del todo aquel poder. Sus ojos recorrieron el campo rápidamente. Airgid tambaleándose, sujeta por un mareo que la mantenía alejada de él. Sus hijos, pequeños y frágiles, inconscientes sobre la nieve. Los tiradores cayendo como hojas muertas desde los árboles. Guerreros con las armas a medio levantar, mirándolo con terror. Y finalmente, Freydis. El Jarl de Skjoldheim no flaqueó ante su poder. No había miedo en sus ojos, ni sorpresa, ni vacilación. Ni su increbantable liderazgo o el porte intimidante, ni siquiera su belleza la afectaban de ninguna forma, ninguna de sus virtudes funcionaba con esa mujer. Solo una fría determinación mientras alzaba su hacha al cielo. Un enemigo más. ¿Qué le pasaba a la gente con aquel poder? siempre que liberaba el haki del conquistador, había alguien que determinaba que Ragn era un enemigo, cuando el uso práctico que le solía dar era simplemente para mostrar su nivel, sus cartas, hablar de tu a tu sin tapujos. En este caso también fue entendido de una forma equivocada.
Ragn apretó los dientes, sintiendo cómo el veneno del nulo entendimiento de sus acciones llegaba nuevamente. Había querido controlar el campo, demostrar a la bestia que estaba de su lado, darle una oportunidad real de sobrevivir. Mostrarse como un aliado formidable ante el Jarl, pero cosas de la vida, aquello no tuvo ningún efecto sobre la bestia, aunque Ragn tuviera una afinidad animal. Ni tampoco fue entendido bien por el Jarl, alguien, en los cielos, muy muy alto y con alma de guionista, quería bien poco a nuestro querido rubio de músculos especialmente desarrollados. Exhaló con fuerza, expulsando una pequeña bocanada de gas por la nariz mientras daba un paso al frente, clavando sus ojos en el Jarl. — ¿Por qué has entendido eso? — Su voz era firme, grave, casi rugiente, pero sin la ira ciega que había acompañado su ataque. — La bestia ya ha caído, ¿por qué rematarla? ¿Qué honor hay ahí...? — Ragn giró la cabeza un poco, lo suficiente para ver a Airgid y a sus hijos en la nieve. Algo en su interior se encendió. El Haki que había usado sobre ellos… No se lo perdonaría a sí mismo. Pero no tenía tiempo para lamentos. No ahora.
El viento sopló con más fuerza, como si respondiera al desafío implícito en sus palabras. Su postura no era ofensiva, pero tampoco se rendía. Sabía que Freydis no era alguien a quien subestimar, pero tampoco se iba a dejar abatir. Su mirada se endureció. — ¡Nos has atacado de forma indiscriminada! — Su voz resonó como el trueno que rugía en la distancia. — ¿Por qué eres tú la que se ofende? — Señaló alrededor. Ella conocía el poder del conquistador seguramente, sabía que sus hombres no habían muerto, al revés, habían caído por ser demasiado débiles. El rugido de la bestia rompió el aire como una tormenta en sí misma, y la tierra tembló bajo su furia. Las grietas que abrió en el suelo avanzaron con una velocidad aterradora, desplazando la nieve y lanzando escombros por los aires como si fueran meros granos de arena. Aquello, confirmó, que la bestia no sintió absolutamente nada por parte de Ragn. El buccanner notó la vibración bajo sus pies un instante antes de que el suelo bajo él cediera ligeramente. No tuvo tiempo para más análisis. El coloso de hielo ya estaba en movimiento. Su velocidad era absurda. No debería moverse así, no con ese tamaño, pero lo hacía. Un borrón de pelaje oscuro, garras brillantes como dagas y esos ojos ahora rojos, encendidos con una rabia primigenia.
Ragn gruñó entre dientes. No podía perder más tiempo. Para empezar, chasqueó los dedos de la mano derecha mientras el puño izquierdo se retrasaba. Esto ocasionó que el oxígeno para la bestia, se terminara, eliminando que tuviera la opción de respirar y ver si así, el siguiente y potente golpe que pudiera afectar a sus seres queridos, se interrumpía de alguna forma (lo que va hacia Airgid y las niñas). Ragn colocó su brazo metalico frente al ataque de la bestia, buscando, en un arrebato de confianza que este bloqueara todo el daño. No salir disparado era toda una proeza, de ahí que en el momento en el que el cuerpo de Ragn comenzaba a movilizarse, utilizara la inercia para rotar sobre su maltrecho brazo metálico y le soltara un poderoso golpe con su otra extremidad al animal.
El Haki del Conquistador de Ragn había barrido el terreno con la fuerza de una ola destructiva, arrasando con aliados y enemigos por igual. Demostración de que aún no dominaba del todo aquel poder. Sus ojos recorrieron el campo rápidamente. Airgid tambaleándose, sujeta por un mareo que la mantenía alejada de él. Sus hijos, pequeños y frágiles, inconscientes sobre la nieve. Los tiradores cayendo como hojas muertas desde los árboles. Guerreros con las armas a medio levantar, mirándolo con terror. Y finalmente, Freydis. El Jarl de Skjoldheim no flaqueó ante su poder. No había miedo en sus ojos, ni sorpresa, ni vacilación. Ni su increbantable liderazgo o el porte intimidante, ni siquiera su belleza la afectaban de ninguna forma, ninguna de sus virtudes funcionaba con esa mujer. Solo una fría determinación mientras alzaba su hacha al cielo. Un enemigo más. ¿Qué le pasaba a la gente con aquel poder? siempre que liberaba el haki del conquistador, había alguien que determinaba que Ragn era un enemigo, cuando el uso práctico que le solía dar era simplemente para mostrar su nivel, sus cartas, hablar de tu a tu sin tapujos. En este caso también fue entendido de una forma equivocada.
Ragn apretó los dientes, sintiendo cómo el veneno del nulo entendimiento de sus acciones llegaba nuevamente. Había querido controlar el campo, demostrar a la bestia que estaba de su lado, darle una oportunidad real de sobrevivir. Mostrarse como un aliado formidable ante el Jarl, pero cosas de la vida, aquello no tuvo ningún efecto sobre la bestia, aunque Ragn tuviera una afinidad animal. Ni tampoco fue entendido bien por el Jarl, alguien, en los cielos, muy muy alto y con alma de guionista, quería bien poco a nuestro querido rubio de músculos especialmente desarrollados. Exhaló con fuerza, expulsando una pequeña bocanada de gas por la nariz mientras daba un paso al frente, clavando sus ojos en el Jarl. — ¿Por qué has entendido eso? — Su voz era firme, grave, casi rugiente, pero sin la ira ciega que había acompañado su ataque. — La bestia ya ha caído, ¿por qué rematarla? ¿Qué honor hay ahí...? — Ragn giró la cabeza un poco, lo suficiente para ver a Airgid y a sus hijos en la nieve. Algo en su interior se encendió. El Haki que había usado sobre ellos… No se lo perdonaría a sí mismo. Pero no tenía tiempo para lamentos. No ahora.
El viento sopló con más fuerza, como si respondiera al desafío implícito en sus palabras. Su postura no era ofensiva, pero tampoco se rendía. Sabía que Freydis no era alguien a quien subestimar, pero tampoco se iba a dejar abatir. Su mirada se endureció. — ¡Nos has atacado de forma indiscriminada! — Su voz resonó como el trueno que rugía en la distancia. — ¿Por qué eres tú la que se ofende? — Señaló alrededor. Ella conocía el poder del conquistador seguramente, sabía que sus hombres no habían muerto, al revés, habían caído por ser demasiado débiles. El rugido de la bestia rompió el aire como una tormenta en sí misma, y la tierra tembló bajo su furia. Las grietas que abrió en el suelo avanzaron con una velocidad aterradora, desplazando la nieve y lanzando escombros por los aires como si fueran meros granos de arena. Aquello, confirmó, que la bestia no sintió absolutamente nada por parte de Ragn. El buccanner notó la vibración bajo sus pies un instante antes de que el suelo bajo él cediera ligeramente. No tuvo tiempo para más análisis. El coloso de hielo ya estaba en movimiento. Su velocidad era absurda. No debería moverse así, no con ese tamaño, pero lo hacía. Un borrón de pelaje oscuro, garras brillantes como dagas y esos ojos ahora rojos, encendidos con una rabia primigenia.
Ragn gruñó entre dientes. No podía perder más tiempo. Para empezar, chasqueó los dedos de la mano derecha mientras el puño izquierdo se retrasaba. Esto ocasionó que el oxígeno para la bestia, se terminara, eliminando que tuviera la opción de respirar y ver si así, el siguiente y potente golpe que pudiera afectar a sus seres queridos, se interrumpía de alguna forma (lo que va hacia Airgid y las niñas). Ragn colocó su brazo metalico frente al ataque de la bestia, buscando, en un arrebato de confianza que este bloqueara todo el daño. No salir disparado era toda una proeza, de ahí que en el momento en el que el cuerpo de Ragn comenzaba a movilizarse, utilizara la inercia para rotar sobre su maltrecho brazo metálico y le soltara un poderoso golpe con su otra extremidad al animal.