Ares Brotoloigos
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13-02-2025, 12:23 PM
Definitivamente, él y su maldita bocaza. Pero ahora ya no había vuelta atrás y, si lo pensaba de manera más crítica y con más frialdad, quizás hasta la situación viniese mejor ahora. Por supuesto que tendría que contárselo a Eos y Harpócrates. También comentarles que había sido Adonis quien había alertado a la Marina en ciertos aspectos. Pero más allá de eso, quizás estar momentáneamente vigilados, en la superficie, no fuese tan mala opción. Eso serviría también para hacer un filtro de quienes servían y quienes no. No podía permitirse dejarlos sueltos en total libertad y como si nada. No era por el hecho de haberse alimentado de mendigos y otros despojos de la sociedad. No, eso a Ares le daba igual. Sino por el hecho de que prefería no tener a cualquier otro de la misma mentalidad de Hefesto sin control. Y aquello serviría para comenzar a cribar, por así decirlo.
— Entiendo su punto, aunque no lo comparto del todo. — Ares fue terriblemente sincero al pronunciar tales palabras, clavando la mirada rojiza hacia el hombre, el cual no se amilanaba al respecto. Seguramente ya habría tratado con gente peor que el diablos en más de una ocasión. — Seguiré las indicaciones. Solo puntualizaré que ese grupo de marines que quiere que me acompañe...
Comenzó a decir, mientras se enderezaba de nuevo. Su cola moviéndose de manera ligera, deliberada y controlada en un sutil balanceo hipnótico.
— …Tendrán que esperar en el exterior. — Fue la sentencia que hizo. — No me opongo a que me acompañen. Pero no les dejaré pasar al interior y a los pasadizos. ¿Por qué? Para evitar que se sientan acorralados o amenazados y puedan volverse violentos algunos. — No era una amenaza, era más bien un consejo el que le estaba dando.
No pudo evitar pensar en Adonis, en esa pequeña alimaña. Había vuelto a desaparecer y eso le crispaba, le erizaba las escamas. ¿Qué era lo que estaba tramando?
Esperaba que Harpócrates y Eos comprendiesen la situación y que, al mismo tiempo, ayudasen a suavizar todo aquello. Pero tenerlos, al menos, en la superficie y vigilados por el momento, sería un beneficio para todos. Incluso para todo el grupo de diablos. Se reinsertarían en la sociedad poco a poco y ayudados por él y por la marina.
— Y, otra cosa. Si por algún motivo hay que castigar a alguno cuando las instalaciones estén ya en funcionamiento, yo me encargaré personalmente. — Una señal de que no admitiría que nadie más les pusiese la mano encima. — Son mi responsabilidad.
Lo eran, al fin y al cabo.
— Tendrá sus reportes prontamente, Teniente. — Fue lo único que dijo Ares antes de asentir cuando el susodicho le dió el permiso.
Tras eso, hizo un saludo militar y se retiró, sin más, del despacho. Tenia muchas cosas en las que pensar antes de volver a encontrarse con Eos y compañía.
— Entiendo su punto, aunque no lo comparto del todo. — Ares fue terriblemente sincero al pronunciar tales palabras, clavando la mirada rojiza hacia el hombre, el cual no se amilanaba al respecto. Seguramente ya habría tratado con gente peor que el diablos en más de una ocasión. — Seguiré las indicaciones. Solo puntualizaré que ese grupo de marines que quiere que me acompañe...
Comenzó a decir, mientras se enderezaba de nuevo. Su cola moviéndose de manera ligera, deliberada y controlada en un sutil balanceo hipnótico.
— …Tendrán que esperar en el exterior. — Fue la sentencia que hizo. — No me opongo a que me acompañen. Pero no les dejaré pasar al interior y a los pasadizos. ¿Por qué? Para evitar que se sientan acorralados o amenazados y puedan volverse violentos algunos. — No era una amenaza, era más bien un consejo el que le estaba dando.
No pudo evitar pensar en Adonis, en esa pequeña alimaña. Había vuelto a desaparecer y eso le crispaba, le erizaba las escamas. ¿Qué era lo que estaba tramando?
Esperaba que Harpócrates y Eos comprendiesen la situación y que, al mismo tiempo, ayudasen a suavizar todo aquello. Pero tenerlos, al menos, en la superficie y vigilados por el momento, sería un beneficio para todos. Incluso para todo el grupo de diablos. Se reinsertarían en la sociedad poco a poco y ayudados por él y por la marina.
— Y, otra cosa. Si por algún motivo hay que castigar a alguno cuando las instalaciones estén ya en funcionamiento, yo me encargaré personalmente. — Una señal de que no admitiría que nadie más les pusiese la mano encima. — Son mi responsabilidad.
Lo eran, al fin y al cabo.
— Tendrá sus reportes prontamente, Teniente. — Fue lo único que dijo Ares antes de asentir cuando el susodicho le dió el permiso.
Tras eso, hizo un saludo militar y se retiró, sin más, del despacho. Tenia muchas cosas en las que pensar antes de volver a encontrarse con Eos y compañía.