Alguien dijo una vez...
Rajoy D. Mariano
"Es el Gorosei el que elige al Moderador, y es el Moderador el que quiere que sean los Gorosei el Moderador"
[Autonarrada] [T2] Amistad prohibida
Shaelia D. Flamme
La Salamandra
Petición

~ Onigashima, 59 de Verano del año 702

El sol se filtraba entre las nubes, bañando la tierra de Onigashima con una luz rojiza que lucía completamente natural. La brisa era cálida, como de costumbre, y traía consigo el olor a sal y ceniza, un recordatorio constante de la última batalla. El sonido de las olas rompiendo contra los acantilados se mezclaba con el lejano eco de tambores de guerra, aunque en ese momento, la pequeña Shaelia no prestaba atención a nada de eso. No mientras no incumbiera a su propio clan. Caminaba por las afueras de la aldea con la despreocupación propia de una guerrera que acababa de superar un momento complicado y difícil, con una nueva seguridad adquirida. Y es que llevaba la cicatriz de su costado con orgullo, después de la batalla que había librado hacía un par de semanas. Una experiencia que no olvidaría.

Saltaba sobre las raíces de los árboles secos, fingiendo que eran trampas mortales, y se reía sola cuando casi resbalaba. La tierra árida y agrietada y las rocas resonaban bajo sus pies descalzos, mientras el viento sacudía sus cabellos largos y completamente desordenados de un lado para otro. Cuando quería jugar se alejaba de su aldea, siempre en solitario, pues no quería ser percibida de manera infantil por los suyos. Pero no le importaba, no había nada más emocionante que explorar, que perderse un poco y descubrir cosas nuevas. Fue en medio de ese juego inocente cuando le vio.

Era un niño, más o menos de su misma edad. Su cabello oscuro caía en mechones desordenados sobre su frente, y su piel estaba manchada de tierra, como si hubiera estado corriendo o escondiéndose. Llevaba ropas gastadas, similares a las suyas, aunque con unos tonos más azulados, y tenía una expresión de ligera curiosidad cuando sus miradas se cruzaron. Shaelia se quedó quieta por un momento, como un cervatillo que observaba algo con curiosidad, evaluándolo con sus ojos grandes, brillantes y sobre todo, extraños. Luego sonrió de forma traviesa y señaló el tronco caído entre ambos. — ¿Puedes saltarlo? — El niño parpadeó un par de rápidas veces antes de ensanchar su propia sonrisa. Sin decir una palabra, tomó impulso y saltó, aterrizando con un poco de torpeza al otro lado. — ¡Claro que puedo! Es pan comido. — Exclamó con orgullo. Sus cuernos eran ya más grandes que los de ella, y con la punta dirigida hacia el frente, dándole un aspecto curiosamente agresivo para un niño. Shaelia no tardó en imitarle, soltando una carcajada cuando sus pies golpearon el suelo con fuerza. — Eres rápido. — Admitió ella, con un brillo desafiante en los ojos. — Pero dudo que seas más rápido que yo. — Se trataba de un reto en toda regla. Y el niño no dudó en aceptarlo.

Ambos empezaron a correr entre los árboles, esquivando pedruscos y grietas del suelo, riendo cada vez que uno tropezaba o caía sobre el otro. Shaelia no recordaba la última vez que se había divertido tanto sin necesidad de golpear a alguien. No había gritos de guerra, no había sangre, solo la adrenalina de la competencia y el placer de encontrar a alguien que compartiera su energía inagotable. Con los niños de su aldea no se sentía cómoda jugando, pues todos la trataban de una forma que, aunque no le desagradaba, no lo sentía natural, todo porque se trataba de la hija del líder. Sin embargo, esto se sentía fluído, relajado, había surgido de una manera espontánea, y era divertidísimo.

Tras varios minutos, acabaron desplomándose en lo alto de una colina, jadeando y riendo. El niño arrancó una hoja de un arbusto cercano y comenzó a doblarla entre sus dedos. — ¿Tienes hermanos? — Preguntó de repente. Shaelia negó con la cabeza, aún recuperando el aliento. — No. ¿Y tú? — Le devolvió la pregunta. — Tengo uno menor. Dice que algún día será el oni más fuerte de todos. — El niño hizo una mueca burlona. — Pero es incluso más débil que tú. — Vaciló, recibiendo un rápido puñetazo de Shaelia en el hombro, dándose por ofendida, aunque sonriendo. La idea de los hermanos era algo ajeno para ella, pero le gustaba escuchar sobre ellos, preguntarse cómo sería tener ese tipo de vínculo con alguien. Dirigió su mirada al niño, girando la cabeza sobre la tierra. — ¿Y tú qué quieres ser? — Preguntó con genuina curiosidad. El niño se encogió de hombros. — No lo sé. Quiero ser fuerte, como cualquier otro oni, pero siento que eso no es suficiente. Creo que aún tengo que descubrirlo. — Shaelia asintió con solemnidad. Ella entendía ese deseo mejor que nadie. No solo valía con ser fuerte y poderoso, sino con hacer algo con todo ese poder, algo de relevancia, algo que la distinga de los demás. Si iba a acabar siendo la líder del clan, tenía que aspirar más allá de la fuerza. Pero era pronto aún como para compartir eso con él.

El tiempo pasó sin que se dieran cuenta. Se turnaron para trepar árboles, lanzar piedras y hasta fingir que eran guerreros en una batalla imaginaria. Shaelia se tomó el papel de líder de un ejército temible, mientras el niño insistía en que él era un espadachín legendario que nunca había conocido la derrota. Sus risas resonaban entre los troncos hasta que el sol comenzó a ocultarse. El cielo se tiñó de púrpura y rojo, momento en el que ambos se detuvieron, respirando entrecortadamente. Shaelia miró hacia la distancia, notando que la aldea no estaba tan lejos como pensaba. Su estómago gruñó, recordándole que llevaba horas sin comer. — Creo que debería volver. — Dijo el niño, con un deje de tristeza y determinación en la voz. Shaelia asintió. No quería admitirlo, pero tampoco quería que el juego terminara. Había algo en la compañía de aquel niño que hacía que el mundo pareciera menos brutal, menos ensombrecido por la guerra. — Mañana nos veremos aquí otra vez. —Propuso ella, con una sonrisa decidida. — Me llamo Shaelia. — El niño sonrió ampliamente y asintió con entusiasmo, incluso la tomó de la mano, dándole un fuerte apretón. — Así será. Yo soy Khazel. — Y sin más palabras, ambos tomaron caminos opuestos, corriendo de vuelta a sus respectivos hogares.

Ninguno de los dos sabía en aquel momento que pertenecían a clanes rivales, con una historia de siglos de guerras y enfrentamientos, y que el destino estaba empeñado en separarlos. Por ahora, solo eran dos niños que habían encontrado en el otro una pequeña chispa de luz en un mundo de sombras.
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[T2] Amistad prohibida - por Shaelia D. Flamme - 14-02-2025, 02:16 AM

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