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Airgid Vanaidiam
Metalhead
15-02-2025, 11:33 PM
(Última modificación: 16-02-2025, 01:51 AM por Airgid Vanaidiam.)
La intención de Airgid se quedó en eso, un mero intento mientras sentía el azote de la voluntad de Ragnheidr golpear su espíritu, deteniéndola en el camino y provocándole un fuerte mareo. Tardó un par de segundos en darse cuenta de que dicho estado había hecho que dejase de concentrarse en el poder de su fruta, en el poder que usaba para elevar a sus niños en el aire. Cayeron contra el suelo, amortiguados por la cuna, la mantita, y la propia nieve, que formaba un grande y grueso manto. Pero la cosa no quedó ahí, pues todo el mundo interpretó la oleada de haki de Ragnheidr como algo agresivo. Airgid podía entender aquella confusión, pues no le conocían, pero Airgid sí, y fue capaz de notar en el poder de su voluntad que lo que buscaba no era el conflicto, sino la disuasión del mismo.
Fuera como fuese, lo que más le importaba a Airgid en ese momento eran sus hijos, así que aún con el mareo que sentía, salió disparada a por ellos, tomando la cuna de metal entre sus brazos. Les echó un ojo, comprobando que estaban en buen estado, simplemente dormidos. Quizás era incluso mejor así, no llorarían, ni se estresarían. Respiró profundamente, aliviada, centrándose ahora sí, en lo que seguía sucediendo a su alrededor.
Ragnheidr trató de mediar tras la forma que tuvo el Jarl de ofenderse y de amenazarles, defendiendo su propia postura... lo fácil que sería aclarar este asunto con una buena hidromiel, sin embargo, en aquel entorno tenso y bélico, era más difícil entenderse. Y Airgid también tenía algo que decir. — Si fuera un ataque, ¿no creéis que no lo habría hecho, teniendo aquí a su mujer y sus hijos? La intención no fue ofenderos. — Intentó aplicar la lógica, eso que solía fallar cuando los nervios se encontraban a flor de piel, cuando el combate se cernía sobre ellos. Airgid deseaba no tener que contar con más enemigos, y agotaría la vía del diálogo si hiciera falta, sobre todo por la tesitura en la que se encontraban, donde las fuerzas empezaban a fallarle. Pero tampoco dejaría que ofendieran a su familia si insistían en ello.
Y a pesar de todo, del rayo, del vínculo de Ragnheidr hacia los animales -y viceversa-, y de la oleada disuasoria de su haki del conquistador, la bestia volvía ahora a la carga con una fuerza renovada. Sus ojos se inyectaron en sangre, sus patas golpearon el suelo con brutalidad, resquebrajando la tierra bajo la nieve. Tenía que volver a concentrarse en los golpes del animal, que ahora se antojaban aún más feroces.
Lanzó un ataque en barrido que trajo consigo una oleada de choque que se dirigía directamente hacia ella, y lo peor de todo, hacia sus hijos. Esto despertó en ella una rabia más primigenia y más pura incluso que la de la propia bestia. Estaba cansada y harta de que sus hijos corriesen peligro, ya fuera por un bando o por el otro, y no iba a permitir que ninguno de ellos sufriera daño alguno. Utilizó de nuevo el poder del metal para proteger la cuna, colocándola justo detrás de su espalda. Ella sería la defensa, ella y su pierna de metal. Hizo un movimiento rápido, deslizándose por el suelo y aprovechando la inercia para elevar su pierna izquierda en el aire, colocándola de forma que bloquease la onda. Sintió en sus propias carnes el poder de tal impacto, arrastrando su cuerpo un par de metros hacia atrás, deslizando su otro pie por la nieve.
Observó, tras conseguir defenderse, el poderoso ataque de Ragn, y decidió entonces que era el momento de acabar con esta pelea. Respiró profundamente, volviendo a colocar la pierna en el suelo, y empuñó su arma. Sintió la electricidad recorrer todo su cuerpo, de arriba abajo, como una corriente de agua, y dejó que ese poder se transmitiera a su arma. Airgid se aseguró de que esta vez, nada ni nadie se interponía en el camino de su proyectil, teniendo que moverse si era necesario. — ¡Apartaos! — En aquel momento, mordiéndose la lengua, disparó. El cañonazo fue tan poderoso que parecía que el mismo aire había retumbado. Airgid apuntó directamente al corazón de la bestia, ejecutando dos disparos más en la misma dirección. Fue una mezcla de rabia y compasión lo que la hizo actuar de aquella manera, estaba tremendamente cabreada después de lo que casi le pasaba a sus hijos, pero también pensó en los sentimientos de Ragn, en la empatía que él sentía por aquel animal. Pensó que acabar rápidamente con su vida era el mayor acto de bondad que podía regalarle en aquel momento, ahorrarle más sufrimientos.
Fuera como fuese, lo que más le importaba a Airgid en ese momento eran sus hijos, así que aún con el mareo que sentía, salió disparada a por ellos, tomando la cuna de metal entre sus brazos. Les echó un ojo, comprobando que estaban en buen estado, simplemente dormidos. Quizás era incluso mejor así, no llorarían, ni se estresarían. Respiró profundamente, aliviada, centrándose ahora sí, en lo que seguía sucediendo a su alrededor.
Ragnheidr trató de mediar tras la forma que tuvo el Jarl de ofenderse y de amenazarles, defendiendo su propia postura... lo fácil que sería aclarar este asunto con una buena hidromiel, sin embargo, en aquel entorno tenso y bélico, era más difícil entenderse. Y Airgid también tenía algo que decir. — Si fuera un ataque, ¿no creéis que no lo habría hecho, teniendo aquí a su mujer y sus hijos? La intención no fue ofenderos. — Intentó aplicar la lógica, eso que solía fallar cuando los nervios se encontraban a flor de piel, cuando el combate se cernía sobre ellos. Airgid deseaba no tener que contar con más enemigos, y agotaría la vía del diálogo si hiciera falta, sobre todo por la tesitura en la que se encontraban, donde las fuerzas empezaban a fallarle. Pero tampoco dejaría que ofendieran a su familia si insistían en ello.
Y a pesar de todo, del rayo, del vínculo de Ragnheidr hacia los animales -y viceversa-, y de la oleada disuasoria de su haki del conquistador, la bestia volvía ahora a la carga con una fuerza renovada. Sus ojos se inyectaron en sangre, sus patas golpearon el suelo con brutalidad, resquebrajando la tierra bajo la nieve. Tenía que volver a concentrarse en los golpes del animal, que ahora se antojaban aún más feroces.
Lanzó un ataque en barrido que trajo consigo una oleada de choque que se dirigía directamente hacia ella, y lo peor de todo, hacia sus hijos. Esto despertó en ella una rabia más primigenia y más pura incluso que la de la propia bestia. Estaba cansada y harta de que sus hijos corriesen peligro, ya fuera por un bando o por el otro, y no iba a permitir que ninguno de ellos sufriera daño alguno. Utilizó de nuevo el poder del metal para proteger la cuna, colocándola justo detrás de su espalda. Ella sería la defensa, ella y su pierna de metal. Hizo un movimiento rápido, deslizándose por el suelo y aprovechando la inercia para elevar su pierna izquierda en el aire, colocándola de forma que bloquease la onda. Sintió en sus propias carnes el poder de tal impacto, arrastrando su cuerpo un par de metros hacia atrás, deslizando su otro pie por la nieve.
Observó, tras conseguir defenderse, el poderoso ataque de Ragn, y decidió entonces que era el momento de acabar con esta pelea. Respiró profundamente, volviendo a colocar la pierna en el suelo, y empuñó su arma. Sintió la electricidad recorrer todo su cuerpo, de arriba abajo, como una corriente de agua, y dejó que ese poder se transmitiera a su arma. Airgid se aseguró de que esta vez, nada ni nadie se interponía en el camino de su proyectil, teniendo que moverse si era necesario. — ¡Apartaos! — En aquel momento, mordiéndose la lengua, disparó. El cañonazo fue tan poderoso que parecía que el mismo aire había retumbado. Airgid apuntó directamente al corazón de la bestia, ejecutando dos disparos más en la misma dirección. Fue una mezcla de rabia y compasión lo que la hizo actuar de aquella manera, estaba tremendamente cabreada después de lo que casi le pasaba a sus hijos, pero también pensó en los sentimientos de Ragn, en la empatía que él sentía por aquel animal. Pensó que acabar rápidamente con su vida era el mayor acto de bondad que podía regalarle en aquel momento, ahorrarle más sufrimientos.