Galhard
Gal
12-08-2024, 10:36 PM
Galhard, aún asimilando las palabras del discurso que resonaban en su mente, sentía el calor del sol sobre su piel y la brisa marina que, aunque ligera, le daba cierto alivio. Sus pensamientos vagaban entre las expectativas de su nueva vida como marine y el entusiasmo de ser parte de algo más grande. Mientras observaba el entorno, se percató de un murmullo creciente entre los nuevos reclutas, y una presencia distinta, una que parecía irradiar una calma casi espiritual, captó su atención.
Un hombre mayor, de presencia serena y semblante sabio, avanzaba entre los marines, destacando a pesar de la sencillez de su atuendo. Su porte era como el de un monje en medio de un campo de batalla. Galhard se encontraba mirándolo fijamente cuando el hombre, Lovecraft, se acercó a él con una expresión afable y tranquila.
Al ver cómo juntaba las palmas de sus manos en un gesto de saludo y respeto, Galhard respondió con una ligera inclinación de cabeza, devolviendo la misma reverencia. La forma en que Lovecraft se presentó, sin demasiadas palabras, pero con una conexión que parecía ir más allá de lo físico, impresionó al joven marine.
—Un honor, Lovecraft— respondió Galhard, aunque no lo dijo en voz alta. Era evidente que este hombre tenía mucho que enseñar, no solo sobre la vida en la Marina, sino también sobre la vida misma. Pero antes de que pudiera profundizar en el significado de aquel encuentro, otro joven, algo más ansioso, apareció a su lado.
Nathan, quien parecía estar lidiando con la incomodidad del uniforme y el calor, se unió a la conversación. Su nerviosismo era palpable, pero había algo en su forma de presentarse que lo hacía parecer genuino, tal vez demasiado consciente de la situación. Galhard sonrió ligeramente al ver cómo el joven se disculpaba por haber perdido la atención durante el discurso.
—Tranquilo, Nathan— respondió Galhard con una voz que pretendía ser tranquilizadora —creo que a muchos se nos fue la cabeza con este calor. Lo importante es que estamos aquí ahora, listos para lo que venga.— El instinto de Galhard le decía que Nathan, con su disposición a pedir ayuda, podría ser un aliado valioso, alguien con quien formar una buena amistad en el futuro.
Poco después, una joven con una mirada firme y gafas bien ajustadas se unió a ellos. Anko, aunque nerviosa, se presentó con una mezcla de determinación y cautela. Galhard notó la leve vacilación en su saludo, pero también la fuerza de voluntad que la empujaba a seguir adelante. Admiraba ese tipo de espíritu.
—Hola, Anko— dijo Galhard, girándose ligeramente hacia ella, —un placer conocerte. Parece que todos estamos empezando este camino juntos... Yo soy Galhard, un recluta que viene del North blue con ganas de cambiar a mejor este mundo— Intentó ofrecer una sonrisa que fuera tanto de bienvenida como de ánimo, esperando que su amabilidad ayudara a aliviar la tensión que Anko parecía sentir.
Con los tres presentes, Galhard sintió una conexión incipiente que, aunque apenas nacía, podría convertirse en una camaradería sólida. —Es bueno saber que estamos rodeados de personas tan distintas pero con un objetivo común— murmuró, mientras lanzaba una mirada a scada uno, reconociendo en ellos las diferentes facetas de la misma misión. “Juntos,” añadió en un tono más reflexivo—podremos lograr grandes cosas.— Dijo esta vez en voz alta y en un tono alegre, saludando con una pequeña reverencia a sus ahora nuevos compañeros. ¿Que más tenía ese día por ofrecerles?.
Un hombre mayor, de presencia serena y semblante sabio, avanzaba entre los marines, destacando a pesar de la sencillez de su atuendo. Su porte era como el de un monje en medio de un campo de batalla. Galhard se encontraba mirándolo fijamente cuando el hombre, Lovecraft, se acercó a él con una expresión afable y tranquila.
Al ver cómo juntaba las palmas de sus manos en un gesto de saludo y respeto, Galhard respondió con una ligera inclinación de cabeza, devolviendo la misma reverencia. La forma en que Lovecraft se presentó, sin demasiadas palabras, pero con una conexión que parecía ir más allá de lo físico, impresionó al joven marine.
—Un honor, Lovecraft— respondió Galhard, aunque no lo dijo en voz alta. Era evidente que este hombre tenía mucho que enseñar, no solo sobre la vida en la Marina, sino también sobre la vida misma. Pero antes de que pudiera profundizar en el significado de aquel encuentro, otro joven, algo más ansioso, apareció a su lado.
Nathan, quien parecía estar lidiando con la incomodidad del uniforme y el calor, se unió a la conversación. Su nerviosismo era palpable, pero había algo en su forma de presentarse que lo hacía parecer genuino, tal vez demasiado consciente de la situación. Galhard sonrió ligeramente al ver cómo el joven se disculpaba por haber perdido la atención durante el discurso.
—Tranquilo, Nathan— respondió Galhard con una voz que pretendía ser tranquilizadora —creo que a muchos se nos fue la cabeza con este calor. Lo importante es que estamos aquí ahora, listos para lo que venga.— El instinto de Galhard le decía que Nathan, con su disposición a pedir ayuda, podría ser un aliado valioso, alguien con quien formar una buena amistad en el futuro.
Poco después, una joven con una mirada firme y gafas bien ajustadas se unió a ellos. Anko, aunque nerviosa, se presentó con una mezcla de determinación y cautela. Galhard notó la leve vacilación en su saludo, pero también la fuerza de voluntad que la empujaba a seguir adelante. Admiraba ese tipo de espíritu.
—Hola, Anko— dijo Galhard, girándose ligeramente hacia ella, —un placer conocerte. Parece que todos estamos empezando este camino juntos... Yo soy Galhard, un recluta que viene del North blue con ganas de cambiar a mejor este mundo— Intentó ofrecer una sonrisa que fuera tanto de bienvenida como de ánimo, esperando que su amabilidad ayudara a aliviar la tensión que Anko parecía sentir.
Con los tres presentes, Galhard sintió una conexión incipiente que, aunque apenas nacía, podría convertirse en una camaradería sólida. —Es bueno saber que estamos rodeados de personas tan distintas pero con un objetivo común— murmuró, mientras lanzaba una mirada a scada uno, reconociendo en ellos las diferentes facetas de la misma misión. “Juntos,” añadió en un tono más reflexivo—podremos lograr grandes cosas.— Dijo esta vez en voz alta y en un tono alegre, saludando con una pequeña reverencia a sus ahora nuevos compañeros. ¿Que más tenía ese día por ofrecerles?.