Asradi
Völva
13-08-2024, 01:02 AM
Asradi no se movió del sitio. En su cabeza se había hecho a la idea de que, si no se movía, el hombre no la vería. ¿Dónde había leído eso? Recordaba algún libro de criaturas prehistóricas pero poco más. Sus brazos permanecían tensos, ahora apoyados sobre la arena. Y sus pupilas se habían dilatado, hasta el punto de que su mirada se había oscurecido. De la misma forma que sucedía con los tiburones cuando estaban cazando. Aunque, ahora, era más bien un momento de tensión. Notaba la mandíbula apretada, intentando no mover ni un solo músculo. Su atención, y sus ojos, se entrecruzaron con los del hombre que, todavía, permanecía sentado en la arena, a unos pocos metros de donde ella se encontraba.
Había tratado de ser cuidadosa y cautelosa, pero con esa penumbra simplemente no le había visto. Podía huír, regresar al mar, pero también se arriesgaba a darle la espalda. Y, por ende, a que él pudiese atacarla en el tiempo en el que volvía al océano. Era rápida y ágil en el agua, pero no en tierra firme.
La de pelo oscuro le siguió con la mirada, mientras los rayos plateados de la luna iluminaban la poco común escena. Ella permanecía todavía tensa, reacia. La punta de su cola se movió de manera breve, como si estuviese tanteando el terreno. El agua todavía escurría por su cuerpo y la luz que propagaba la dama de la noche resaltaba el plateado de las escamas de su cola. Su cabello negro hacía resaltar la blancura de su piel, así como el par de ojos que continuaban puestos hacia el humano. Porque era lo que le parecía a esa distancia.
Asradi era hermosa a su manera. No tenía esa belleza apabullante como otras de sus hermanas, con colas de colores más vivaces y llamativos. Y, además, era menuda en comparación con las demás. Pero tenía una mirada penetrante y misteriosa.
— ¿Por qué compartirías tu comida conmigo? — Alzó ligeramente la voz, desde su lugar. Le había extrañado la repentina amabilidad del hombre. No podía evitar ser desconfiada. Era consciente de las malas relaciones que había entre los gyojin y los humanos desde tiempos ancestrales. Y como muchas sirenas habían sido capturadas y vendidas como si fuesen meros objetos. Ella no estaba dispuesta a pasar por eso.
Intercambió una mirada entre, efectivamente, el recipiente y luego hacia el varón, que sonreía apaciblemente. No, todavía no terminaba de confiar, no sabía qué intenciones podía tener ese tipo que, para bien o para mal, no dejaba de mirarle. Y le ofrecía su comida. Lo peor de todo es que sí, estaba hambrienta, estaba cansada. Si se produjese un enfrentamiento, sabía que se defendería violentamente, pero no sabía cuánto aguantaría.
Siguió con la mirada la trayectoria de la fiambrera. Olía delicioso y no tenía mala pinta. Su estómago reclamaba comida. Pero todavía estaba reacia. No quería terminar en una pecera, o con unas cadenas. Pero parecía que el hombre estaba solo. O le daba esa sensación. Generalmente no aceptaría cosas de extraños, pero no creía que la comida estuviese envenenada. Sería muy paranoico pensar eso cuando los alimentos ya estaban preparados y era obvio que eran para él.
Aún así, miró de hito en hito al varón y tomó uno de los mariscos entre un par de dedos. Una gamba que se comió con cáscara , caparazón y todo. Masticó con soltura, notando la textura crujiente y luego blanda. Estaba buena, muy buena, todo sea dicho. ¿Sería por el aliño usado? No estaba segura, pero ahora quería continuar comiendo. Pero no quería bajar la guardia.
— ¿Estás solo? — Preguntó, ahora dirigiendo una mirada más curiosa, todavía cautelosa, hacia el hombre.
Había tratado de ser cuidadosa y cautelosa, pero con esa penumbra simplemente no le había visto. Podía huír, regresar al mar, pero también se arriesgaba a darle la espalda. Y, por ende, a que él pudiese atacarla en el tiempo en el que volvía al océano. Era rápida y ágil en el agua, pero no en tierra firme.
La de pelo oscuro le siguió con la mirada, mientras los rayos plateados de la luna iluminaban la poco común escena. Ella permanecía todavía tensa, reacia. La punta de su cola se movió de manera breve, como si estuviese tanteando el terreno. El agua todavía escurría por su cuerpo y la luz que propagaba la dama de la noche resaltaba el plateado de las escamas de su cola. Su cabello negro hacía resaltar la blancura de su piel, así como el par de ojos que continuaban puestos hacia el humano. Porque era lo que le parecía a esa distancia.
Asradi era hermosa a su manera. No tenía esa belleza apabullante como otras de sus hermanas, con colas de colores más vivaces y llamativos. Y, además, era menuda en comparación con las demás. Pero tenía una mirada penetrante y misteriosa.
— ¿Por qué compartirías tu comida conmigo? — Alzó ligeramente la voz, desde su lugar. Le había extrañado la repentina amabilidad del hombre. No podía evitar ser desconfiada. Era consciente de las malas relaciones que había entre los gyojin y los humanos desde tiempos ancestrales. Y como muchas sirenas habían sido capturadas y vendidas como si fuesen meros objetos. Ella no estaba dispuesta a pasar por eso.
Intercambió una mirada entre, efectivamente, el recipiente y luego hacia el varón, que sonreía apaciblemente. No, todavía no terminaba de confiar, no sabía qué intenciones podía tener ese tipo que, para bien o para mal, no dejaba de mirarle. Y le ofrecía su comida. Lo peor de todo es que sí, estaba hambrienta, estaba cansada. Si se produjese un enfrentamiento, sabía que se defendería violentamente, pero no sabía cuánto aguantaría.
Siguió con la mirada la trayectoria de la fiambrera. Olía delicioso y no tenía mala pinta. Su estómago reclamaba comida. Pero todavía estaba reacia. No quería terminar en una pecera, o con unas cadenas. Pero parecía que el hombre estaba solo. O le daba esa sensación. Generalmente no aceptaría cosas de extraños, pero no creía que la comida estuviese envenenada. Sería muy paranoico pensar eso cuando los alimentos ya estaban preparados y era obvio que eran para él.
Aún así, miró de hito en hito al varón y tomó uno de los mariscos entre un par de dedos. Una gamba que se comió con cáscara , caparazón y todo. Masticó con soltura, notando la textura crujiente y luego blanda. Estaba buena, muy buena, todo sea dicho. ¿Sería por el aliño usado? No estaba segura, pero ahora quería continuar comiendo. Pero no quería bajar la guardia.
— ¿Estás solo? — Preguntó, ahora dirigiendo una mirada más curiosa, todavía cautelosa, hacia el hombre.