Lionhart D. Cadmus
Tigre Blanco de la Marina
13-08-2024, 06:03 AM
Segundo Día en la Base G-23
El sol aún no había salido cuando Lionhart D. Cadmus se despertó en su litera, acompañado por el suave murmullo de los demás reclutas preparándose para el día. Después de su primer día organizando suministros, esperaba que la jornada que tenía por delante trajera algo más emocionante. Sin embargo, al recibir sus órdenes, se dio cuenta de que su rutina aún se mantendría en las tareas más sencillas: la limpieza de la base.
Cadmus fue emparejado con otro soldado raso, un joven llamado Raiden, que parecía tener apenas unos años más que él. Raiden era delgado, con el cabello corto y oscuro, y una expresión perpetuamente despreocupada que contrastaba con la seriedad de Cadmus.
Mientras recogían escobas y cubos de agua, Raiden no tardó en romper el silencio.
—Así que, ¿cómo fue tu primer día? —preguntó Raiden con una sonrisa amistosa.
—Monótono, la verdad —respondió Cadmus, tratando de no sonar demasiado decepcionado—. No esperaba estar limpiando almacenes todo el día.
Raiden rió suavemente mientras comenzaban a barrer el patio interior de la base.
—Créeme, todos empezamos así. La limpieza, el mantenimiento... es parte del proceso. Pero te acostumbras. ¿De dónde vienes, por cierto?
Cadmus vaciló un momento antes de responder. No solía hablar mucho de su pasado, pero algo en la actitud relajada de Raiden lo hacía sentirse cómodo.
—Soy de una isla pequeña, un lugar donde la vida era... tranquila. Me uní a la Marina siguiendo los pasos de alguien que admiro.
Raiden asintió mientras seguía barriendo, moviendo el polvo y la arena que el viento había arrastrado durante la noche.
—Entiendo. Yo vine aquí porque no tenía muchas opciones. Me dijeron que la Marina era un buen lugar para empezar de nuevo, y aquí estoy. Al principio, me costó acostumbrarme, pero con el tiempo... se vuelve algo natural.
Avanzaron por la base, limpiando los pasillos, las zonas de entrenamiento y el comedor. Aunque solo era su segundo día, ya sentía la rutina. No era glamoroso ni heroico, pero había algo en esa sencillez que le resultaba reconfortante.
—¿Sabes? —dijo Cadmus después de un rato—. Creo que podría acostumbrarme a esto. No es lo que imaginé cuando llegué, pero... creo que estoy en el lugar correcto, al menos por ahora.
Raiden sonrió mientras dejaba la escoba a un lado y recogía un trapo para limpiar las ventanas.
—Eso es lo que muchos de nosotros terminamos pensando. A veces, la idea que tienes en la cabeza no coincide con la realidad, pero eso no significa que no estés donde deberías estar. La vida en la Marina tiene sus recompensas, aunque no siempre sean obvias desde el principio.
El resto del día pasó entre conversaciones ligeras y trabajo constante. Al caer la tarde, cuando el sol se hundía en el horizonte detrás de la gran torre de la Base G-23, Cadmus sintió una extraña sensación de satisfacción. Con la luz del crepúsculo pintando el cielo de tonos anaranjados y púrpuras, Cadmus dejó el cubo de agua junto a la puerta del almacén y se dirigió a los dormitorios. Quizás, pensó, la Marina no era solo un lugar para cumplir deberes, sino un lugar para encontrar su verdadero propósito.
Y aunque aún no lo sabía con certeza, Cadmus decidió que estaba dispuesto a descubrirlo.