Alguien dijo una vez...
Donquixote Doflamingo
¿Los piratas son malos? ¿Los marines son los buenos? ¡Estos términos han cambiado siempre a lo largo de la historia! ¡Los niños que nunca han visto la paz y los niños que nunca han visto la guerra tienen valores diferentes! ¡Los que están en la cima determinan lo que está bien y lo que está mal! ¡Este lugar es un terreno neutral! ¿Dicen que la Justicia prevalecerá? ¡Por supuesto que lo hará! ¡Gane quién gane esta guerra se convertirá en la Justicia!
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[Común] [C-Presente] La típica reyerta de taberna, no tan típica esta vez
Octojin
El terror blanco
El olor a sal y sudor impregnaba el aire en la bodega mientras Octojin y Camille luchaban por mantenerse en pie. El suelo estaba sembrado de cuerpos, algunos inmóviles, otros retorciéndose de dolor. Octojin, con su enorme y musculoso cuerpo cubierto de cortes y magulladuras, se tambaleaba, sintiendo que cada respiración era una batalla contra la fatiga. Sus puños, normalmente firmes y poderosos, ahora temblaban ligeramente, agotados por la frenética violencia de los últimos minutos. Sabía que no podía ceder, no ahora. Su vida, y la de Camille, dependían de ello.

El tiburón observó cómo Camille lanzaba la mesa con una fuerza impresionante, derribando a varios de los atacantes, incluido el cabecilla. Un destello de admiración cruzó por su mente antes de que la realidad de la situación lo golpeara nuevamente. Estaban rodeados, agotados, y aunque habían diezmado a muchos de sus enemigos, aún quedaban suficientes para que la amenaza fuera real.

El líder de los bandidos, un hombre corpulento con cicatrices que contaban historias de innumerables batallas, se levantó lentamente. Su mirada se encontró con la de Octojin, y en esos ojos fríos y calculadores, el gyojin vio la determinación de alguien que no dejaría que un par de intrusos arruinaran su operación. El cabecilla desenfundó una espada larga, una hoja que reflejaba la tenue luz de la bodega y que parecía tan afilada como el filo de la muerte misma.

Octojin apretó los dientes y preparó sus puños. La adrenalina seguía bombeando por su cuerpo, manteniéndolo en movimiento a pesar del agotamiento que sentía en cada fibra de su ser. El cabecilla avanzó, haciendo que sus pasos resonaran en la bodega mientras los pocos bandidos restantes fijaban su mirada y corrían hacia la oni, lo cual le daba espacio para batirse en duelo contra el gyojin.

Camille, todavía en el suelo apoyada en su odachi, gritó una advertencia, pero Octojin ya estaba en movimiento. Con un rugido que sacudió las vigas de la bodega, cargó hacia el cabecilla, sus puños arremetiendo como arietes contra el aire. El primer golpe fue esquivado por el bandido, quien giró hábilmente y contraatacó con un corte descendente que Octojin apenas logró bloquear con su antebrazo izquierdo, sintiendo cómo la piel se abría bajo la presión del filo.

El dolor fue intenso, pero también fue un recordatorio de que seguía vivo, de que aún podía luchar. Ignorando el ardor en su brazo, Octojin lanzó un derechazo directo al pecho del cabecilla, quien esta vez no pudo esquivar completamente. El puño del gyojin se estrelló contra la coraza del bandido, enviándolo tambaleándose hacia atrás. Pero el líder era tan resistente como letal; se recuperó rápidamente y atacó de nuevo, esta vez con una serie de estocadas rápidas que forzaron a Octojin a retroceder.

El gyojin jadeaba, sus fuerzas menguando con cada segundo que pasaba. Las heridas en su cuerpo eran numerosas, y aunque no eran todas graves, el acumulado de daños y el agotamiento le estaban pasando factura. Sus golpes, aunque aún poderosos, ya no tenían la precisión y la rapidez de antes. Su cuerpo, acostumbrado a la dureza del mar y las batallas, estaba llegando a su límite.

El cabecilla, notando el cansancio en Octojin, sonrió con malicia. Sus movimientos se volvieron más agresivos y sus ataques más precisos. Estaba jugando con él, desgastándolo poco a poco, sabiendo que si lograba mantener la presión, eventualmente el gyojin caería. Y cuando eso sucediera, no habría nadie que pudiera proteger a la oni que estaba casi inmovilizada debido al agotamiento de la batalla.

Octojin lo sabía. Podía ver el juego del cabecilla, la táctica de desgaste que estaba utilizando. Pero también sabía que no tenía mucho más en el tanque. Cada vez que bloqueaba o esquivaba un golpe, sentía cómo sus reflejos se volvían más lentos, cómo el dolor en su cuerpo se volvía más agudo. Necesitaba terminar con esto, y rápido.

Entonces el ser del mar dio un paso atrás y notó cómo aquella música se volvía a apoderar de su cabeza. La melodía era repetitiva pero constante. Sus ojos tornaron un color rojizo y el olor a sangre le dió esa gota de combustible que necesitaba.

Con una última reserva de energía, Octojin lanzó un ataque desesperado. Fingió un golpe directo al pecho del cabecilla, pero en el último segundo cambió de dirección, girando sobre sus talones y lanzando un codazo hacia la mandíbula del bandido. El movimiento fue inesperado, y el cabecilla no tuvo tiempo de reaccionar. El codo de Octojin conectó con un crujido sordo, y el bandido tropezó hacia atrás, tambaleándose, desorientado.

Fue la oportunidad que Octojin necesitaba. Con un rugido de determinación, avanzó, levantando ambos puños y descargando un golpe demoledor sobre el cabecilla, que cayó de espaldas al suelo, la espada salió volando de su mano. El impacto resonó en la bodega, y por un momento, todo quedó en silencio.

El gyojin se quedó allí, respirando con dificultad, observando al cabecilla inconsciente a sus pies. Había ganado, pero… ¿a qué precio? Sabía que si hubiera durado unos minutos más, no habría tenido fuerzas para continuar. 

Octojin giró su cabeza lentamente hacia Camille, su mirada era cansada pero firme. Intentó esbozar una sonrisa, pero el dolor lo traicionó y solo logró una mueca. Sus piernas dijeron basta, cayendo el tiburón de rodillas al suelo.

— Solo necesito... un momento... para recuperar el aliento —susurró entre jadeos.

Octojin asintió débilmente, aunque sabía que moverse sería un calvario. Cada músculo de su cuerpo dolía, cada herida ardía como el infierno. Pero no podía permitirse el lujo de ceder al dolor. Con un esfuerzo monumental, se enderezó, usando una de las paredes como apoyo. Sus músculos aún estaban calientes de la batalla. Sabía que si no se movía ya, se enfriarían y no podría hacerlo.

El habitante del mar no sabía en qué estado se encontraba la oni, pero empezó a moverse hacia la salida de la bodega con gran dificultad, sus pasos eran pesados y lentos. Cada metro que avanzaban parecía un kilómetro, y el dolor en sus cuerpos se hacía más intenso con cada movimiento. Mientras avanzaba, Octojin no pudo evitar sentir una punzada de culpa. Había intentado ser el fuerte, el protector, pero Camille había sido quien lo había salvado. Quería decir algo, hacerle saber que no era tan débil como parecía en ese momento, pero las palabras se atascaban en su garganta, ahogadas por la fatiga y el dolor.

También quedaba el tema del trabajador de la bodega. ¿Cómo iban a llevarle?
#10
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RE: [C-Presente] La típica reyerta de taberna, no tan típica esta vez - por Octojin - 13-08-2024, 11:39 AM

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