Lobo Jackson
Moonwalker
13-08-2024, 03:03 PM
Sentía que flotaba.
Ingrávido sobre una nube mullida y calentita.
Un reposo placentero y apacible con los ojos cerrados y las manos a modo de almohada tras la cabeza.
El suave vaivén del viento que transportaba sus pensamientos hacia una incierta lejanía de colores violáceos.
La continua caída...
Caí...
¿Caída?
La apremiante atracción de la gravedad hacía que su cuerpo ganase velocidad hacia donde sólo podía imaginar que era "abajo".
Abrió los ojos con pánico, mirando a su alrededor con absoluta confusión cuando, de pronto, notó que su cuerpo se estampaba contra algo blandito y mullido.
Esa superficie pareció absorber la energía cinética de su impulso para devolvérselo por completo cual resorte, lazándolo hacia arriba en un ángulo de 45º.
Lobo Jackson, quien intentaba comprender la situación a la cual se había visto lanzado, miró a su alrededor mientras surcaba los cielos cual proyectil de trabuquete. Sus ojos captaron un paraje singular repleto de setas enormes y coloridas que crecían por doquier hasta donde alcanzaba la vista.
- ¿Dónde puñetas estoy? - Pensó cuando su vuelo tocaba a su fin y su cuerpo chocaba contra otro de esos majestuosos hongos que, con la misma energía, le hizo rebotar esta vez en un ángulo de 30º.
Lanzado, esta vez de espaldas, trató de recobrar el equilibrio a mitad de vuelo cuando otra seta detuvo su avance y lo mandó contra otra que tenía frente a él, y luego otra, y otra, hasta que al fin utilizó sus garras para agarrarse al enorme tronco de uno de aquellos monstruosos seres vivos que harían feliz al micólogo más adepto.
E igual que un gato con cortinas nuevas, utilizó sus afiladas uñas para deslizarse a lo largo de la seta, rasgando la superficie en su descenso hasta que al fin sus patas traseras tocaron el suelo.
Lobo Jackson había aterrizado.
¿Pero su estómago? No tanto.
Hizo un esfuerzo para evitar echar la pota y retomó el aliento, por así decirlo, con la mayor decencia y estilo que el cuerpo le permitía.
Fracasó.
Adiós a la primera papilla.
Entre arcadas, el mink no pudo evitar observar que lo que estaba saliendo de sus fauces era un chorro de color arcoíris que parecía iluminado por una luz propia, como si sus efluvios fueran un prisma canalizador de luz que descomponían las ondas en sus colores básicos. ¿Qué demonios? ¿Dónde se encontraba? ¿Qué ocurría?
Ingrávido sobre una nube mullida y calentita.
Un reposo placentero y apacible con los ojos cerrados y las manos a modo de almohada tras la cabeza.
El suave vaivén del viento que transportaba sus pensamientos hacia una incierta lejanía de colores violáceos.
La continua caída...
Caí...
¿Caída?
La apremiante atracción de la gravedad hacía que su cuerpo ganase velocidad hacia donde sólo podía imaginar que era "abajo".
Abrió los ojos con pánico, mirando a su alrededor con absoluta confusión cuando, de pronto, notó que su cuerpo se estampaba contra algo blandito y mullido.
Esa superficie pareció absorber la energía cinética de su impulso para devolvérselo por completo cual resorte, lazándolo hacia arriba en un ángulo de 45º.
Lobo Jackson, quien intentaba comprender la situación a la cual se había visto lanzado, miró a su alrededor mientras surcaba los cielos cual proyectil de trabuquete. Sus ojos captaron un paraje singular repleto de setas enormes y coloridas que crecían por doquier hasta donde alcanzaba la vista.
- ¿Dónde puñetas estoy? - Pensó cuando su vuelo tocaba a su fin y su cuerpo chocaba contra otro de esos majestuosos hongos que, con la misma energía, le hizo rebotar esta vez en un ángulo de 30º.
Lanzado, esta vez de espaldas, trató de recobrar el equilibrio a mitad de vuelo cuando otra seta detuvo su avance y lo mandó contra otra que tenía frente a él, y luego otra, y otra, hasta que al fin utilizó sus garras para agarrarse al enorme tronco de uno de aquellos monstruosos seres vivos que harían feliz al micólogo más adepto.
E igual que un gato con cortinas nuevas, utilizó sus afiladas uñas para deslizarse a lo largo de la seta, rasgando la superficie en su descenso hasta que al fin sus patas traseras tocaron el suelo.
Lobo Jackson había aterrizado.
¿Pero su estómago? No tanto.
Hizo un esfuerzo para evitar echar la pota y retomó el aliento, por así decirlo, con la mayor decencia y estilo que el cuerpo le permitía.
Fracasó.
Adiós a la primera papilla.
Entre arcadas, el mink no pudo evitar observar que lo que estaba saliendo de sus fauces era un chorro de color arcoíris que parecía iluminado por una luz propia, como si sus efluvios fueran un prisma canalizador de luz que descomponían las ondas en sus colores básicos. ¿Qué demonios? ¿Dónde se encontraba? ¿Qué ocurría?