Galhard
Gal
13-08-2024, 03:25 PM
a transacción se había cerrado con una elegancia que pocas veces se encontraba en los mercados, incluso en un lugar como Rostock. El ambiente vibraba con una energía que pocos percibían, y mientras el sonido de las monedas y los billetes se desvanecía entre los gritos de los mercaderes y las olas golpeando el puerto, sentí que una nueva historia comenzaba a escribirse, aunque su forma todavía se mantenía difusa en el horizonte.
El hombre que tenía frente a mí, con su porte distinguido y una mirada que revelaba más de lo que su calmada voz dejaba entrever, era sin duda alguien que apreciaba tanto el valor de los objetos como la profundidad de las conexiones humanas. Su respuesta me confirmó lo que había intuido en nuestro primer encuentro en el Baratie: que no era un aventurero común. Había algo en él, una percepción aguda y un respeto por lo arcano que lo diferenciaba del resto.
Aguardé un momento, permitiendo que el silencio se asentara entre nosotros. A veces, las palabras no eran necesarias; bastaba con el reconocimiento mutuo de un entendimiento compartido. Sin embargo, en este caso, sentí que un cierre adecuado era merecido, no solo por la transacción, sino por la singularidad del encuentro.
—Es un placer ver que las circunstancias, aunque diferentes, nos han permitido cruzar caminos nuevamente— comencé, con una voz baja pero clara, dejando que mis palabras se entrelazaran con el murmullo del mercado. —El Baratie, con su bullicio y su constante movimiento, es un lugar donde muchos pasan desapercibidos, pero usted... usted siempre ha tenido la habilidad de ver más allá de la superficie, de encontrar lo que otros no perciben.—
Hice una pausa, observando cómo sus ojos seguían detenidamente el artefacto que ahora tenía en sus manos, como si intentara descifrar sus secretos. Me permití una ligera sonrisa, no de satisfacción, sino de reconocimiento. Había elegido bien a mi comprador.
——El noble arte del comercio, como bien dice, es más que un simple intercambio de bienes; es un diálogo entre almas que entienden el valor intrínseco de las cosas, tanto físicas como intangibles... Aunque muchas son las cosas que nos diferencian de las bestias, el saber apreciar conversaciones también es un rasgo muy importante—
El aire salino de Rostock acariciaba nuestros rostros, y por un breve instante, el bullicio del mercado pareció desvanecerse, dejando solo el sonido del viento y las olas en la distancia. Bajé la mirada hacia los billetes que ahora sostenía, no por su valor material, sino por lo que representaban: un acuerdo sellado por algo más profundo que el mero comercio.
—El destino nos ha traído hasta aquí, y aunque nuestros caminos puedan divergir nuevamente, me complace saber que este artefacto ha encontrado un hogar adecuado— añadí con un tono sincero, mientras levantaba la vista para encontrar la suya. —Quizá, en otro tiempo y lugar, nuestras sendas se crucen una vez más. Hasta entonces, le deseo suerte en su búsqueda de respuestas... y en su navegación por las aguas inciertas del destino.—
Con un leve asentimiento, di un paso atrás, permitiendo que el mundo de Rostock volviera a inundar nuestros sentidos. El mercado, con su vida y energía, nos rodeaba una vez más, pero algo en el aire había cambiado, como si una historia no contada acabara de comenzar a desplegarse. Y con esa sensación, me preparé para seguir mi propio camino, sabiendo que, al menos por hoy, había hecho más que un simple trato: había contribuido a la historia de algo mucho más grande.
El hombre que tenía frente a mí, con su porte distinguido y una mirada que revelaba más de lo que su calmada voz dejaba entrever, era sin duda alguien que apreciaba tanto el valor de los objetos como la profundidad de las conexiones humanas. Su respuesta me confirmó lo que había intuido en nuestro primer encuentro en el Baratie: que no era un aventurero común. Había algo en él, una percepción aguda y un respeto por lo arcano que lo diferenciaba del resto.
Aguardé un momento, permitiendo que el silencio se asentara entre nosotros. A veces, las palabras no eran necesarias; bastaba con el reconocimiento mutuo de un entendimiento compartido. Sin embargo, en este caso, sentí que un cierre adecuado era merecido, no solo por la transacción, sino por la singularidad del encuentro.
—Es un placer ver que las circunstancias, aunque diferentes, nos han permitido cruzar caminos nuevamente— comencé, con una voz baja pero clara, dejando que mis palabras se entrelazaran con el murmullo del mercado. —El Baratie, con su bullicio y su constante movimiento, es un lugar donde muchos pasan desapercibidos, pero usted... usted siempre ha tenido la habilidad de ver más allá de la superficie, de encontrar lo que otros no perciben.—
Hice una pausa, observando cómo sus ojos seguían detenidamente el artefacto que ahora tenía en sus manos, como si intentara descifrar sus secretos. Me permití una ligera sonrisa, no de satisfacción, sino de reconocimiento. Había elegido bien a mi comprador.
——El noble arte del comercio, como bien dice, es más que un simple intercambio de bienes; es un diálogo entre almas que entienden el valor intrínseco de las cosas, tanto físicas como intangibles... Aunque muchas son las cosas que nos diferencian de las bestias, el saber apreciar conversaciones también es un rasgo muy importante—
El aire salino de Rostock acariciaba nuestros rostros, y por un breve instante, el bullicio del mercado pareció desvanecerse, dejando solo el sonido del viento y las olas en la distancia. Bajé la mirada hacia los billetes que ahora sostenía, no por su valor material, sino por lo que representaban: un acuerdo sellado por algo más profundo que el mero comercio.
—El destino nos ha traído hasta aquí, y aunque nuestros caminos puedan divergir nuevamente, me complace saber que este artefacto ha encontrado un hogar adecuado— añadí con un tono sincero, mientras levantaba la vista para encontrar la suya. —Quizá, en otro tiempo y lugar, nuestras sendas se crucen una vez más. Hasta entonces, le deseo suerte en su búsqueda de respuestas... y en su navegación por las aguas inciertas del destino.—
Con un leve asentimiento, di un paso atrás, permitiendo que el mundo de Rostock volviera a inundar nuestros sentidos. El mercado, con su vida y energía, nos rodeaba una vez más, pero algo en el aire había cambiado, como si una historia no contada acabara de comenzar a desplegarse. Y con esa sensación, me preparé para seguir mi propio camino, sabiendo que, al menos por hoy, había hecho más que un simple trato: había contribuido a la historia de algo mucho más grande.