Terence Blackmore
Enigma del East Blue
13-08-2024, 09:10 PM
(Última modificación: 13-08-2024, 09:16 PM por Terence Blackmore.)
¿Trabajo de escolta?
¿Por qué no llamarlo mejor "niñera"?
Si algo no podía aguantar, era la pueril actitud de alfa que estos dos hermanos se gastaban, buscando superarse entre sí en un objetivo tan vacío y banal que me reconcomía en las entrañas.
Seguramente no eran más que un par de hermanos que heredaron algún tipo de fortuna y que no tenían muchas luces acerca de como gastarla, por lo que se dedicaban a tener piques competitivos constantemente en lugar de demostrar una auténtica cacería...
Una cacería de sus sueños, una cacería de humanos o cualquier cosa que demostrase algún tipo real de desafío.
Enmudecí mentalmente mi alrededor durante unos segundos para tomar cierta visión periférica de la situación, aunque ignoré selectivamente todo el ruido ambiental innecesario, tanto en sonido como visualmente, dado que no todos los frentes requerían mi atención y que, honestamente, tampoco me importaban.
Algo pude ver de la rata vitaminizada salvando al hombre de pocos modales que fue embestido, y al turbio producto de pez con humano ser atacado por una hiena con funesto resultado para la última por algo relacionado con su piel.
El estúpido del hermano delgado, en un arranque de testosterona y frustración, trató de dar caza a la distancia al león cuál símbolo regio de victoria soberana.
Tal fue la certeza del disparo, que erró y acto seguido escuché un quejido ridículo de miedo, una emoción que pudo saborearse en el ambiente durante unos instantes pero saciantes segundos.
De forma abrupta, sentí a mi lado, el peso del veterano guerrero, un hombre que había visto demasiado como para sorprenderse ante el espectáculo grotesco que se desarrollaba ante nosotros. Sin palabras, compartimos un entendimiento tácito. La desilusión ante la vanidad humana, la repugnancia hacia el espectáculo que nos rodeaba, todo ello se reflejaba en su semblante. Sabíamos ambos que estábamos inmersos en una farsa en la que la naturaleza misma parecía burlarse de nuestros esfuerzos por imponer orden en un mundo salvaje.
Sin embargo, no había tiempo para cavilaciones. La urgencia de la situación requería acción, y aunque el espectáculo nos resultara repulsivo, teníamos un deber que cumplir sobre el escenario, por lo que apreté las riendas del caballo, y sin más dilación, nos dirigimos al encuentro del infortunado Carl.
El eco de los disparos y el desgarrador grito que había seguido eran presagios de un desenlace que, si bien inevitable, no dejaba de ser patético.
Al llegar a la escena, lo que encontramos fue un hombre quebrantado, tanto en cuerpo como en espíritu. Carl, el otrora orgulloso cazador, yacía herido, su rostro descompuesto por el dolor y el miedo. El león había sido abatido, pero por contra, fue la bala del otro hermano la que había acertado en un objetivo errado, concretamente en la voluntad y carne del regordete.
Ahora, este mismo hombre estaba postrado ante nosotros, vulnerable y suplicante, aunque su orgullo le impedía expresarlo abiertamente.
Me acerqué a él, dejando a mi trasera al asceta aún montado en nuestro corcel, y permití que la sombra de mi figura lo cubriera por completo. En ese momento, el destino de Carl pendía de un hilo, y yo, como un titiritero experimentado, comprendí que era el momento de manipularlo a mi favor.
-Carl- dije con una voz teñida de una falsa compasión, apenas perceptible en su tono y con un gesto de lástima mientras me acomodaba las gafas de sol y le susurraba en la respuesta -Puedo brindarte la asistencia que necesitas para sobrevivir, aun si rechazaste mi caridad, pero es un esfuerzo que no puedo realizar sin una retribución adecuada. Considera esto un intercambio justo entre hombres de mundo. Un pase VIP a este Safari sería una compensación más que razonable, ¿no lo crees?- continué con calma, esbozando una sonrisa incisiva pero sutil, y acercándome sigilosamente a su oído con un tono de voz tenue, pero audible a corta distancia.
Mis palabras, en apariencia cargadas de preocupación, eran en realidad una trampa sutilmente tendida. Sabía que el orondo hombre, en su estado de desesperación, no tendría más opción que aceptar. Su supervivencia, su reputación, todo estaba en juego, y él lo sabía. Aceptar mis condiciones era su única salida, y aunque su orgullo sufriera un golpe, no tenía más remedio que doblegarse.
En ese instante, comprendí con claridad la naturaleza del poder. No reside en la fuerza bruta ni en la valentía ciega, sino en la capacidad de manipular las circunstancias a tu favor, de transformar la debilidad de otro en tu propia ventaja. Y así, mientras Carl asentía con un débil movimiento de cabeza, supe que el verdadero triunfo en esta absurda tragedia me pertenecía a mí.
¿Por qué no llamarlo mejor "niñera"?
Si algo no podía aguantar, era la pueril actitud de alfa que estos dos hermanos se gastaban, buscando superarse entre sí en un objetivo tan vacío y banal que me reconcomía en las entrañas.
Seguramente no eran más que un par de hermanos que heredaron algún tipo de fortuna y que no tenían muchas luces acerca de como gastarla, por lo que se dedicaban a tener piques competitivos constantemente en lugar de demostrar una auténtica cacería...
Una cacería de sus sueños, una cacería de humanos o cualquier cosa que demostrase algún tipo real de desafío.
Enmudecí mentalmente mi alrededor durante unos segundos para tomar cierta visión periférica de la situación, aunque ignoré selectivamente todo el ruido ambiental innecesario, tanto en sonido como visualmente, dado que no todos los frentes requerían mi atención y que, honestamente, tampoco me importaban.
Algo pude ver de la rata vitaminizada salvando al hombre de pocos modales que fue embestido, y al turbio producto de pez con humano ser atacado por una hiena con funesto resultado para la última por algo relacionado con su piel.
El estúpido del hermano delgado, en un arranque de testosterona y frustración, trató de dar caza a la distancia al león cuál símbolo regio de victoria soberana.
Tal fue la certeza del disparo, que erró y acto seguido escuché un quejido ridículo de miedo, una emoción que pudo saborearse en el ambiente durante unos instantes pero saciantes segundos.
De forma abrupta, sentí a mi lado, el peso del veterano guerrero, un hombre que había visto demasiado como para sorprenderse ante el espectáculo grotesco que se desarrollaba ante nosotros. Sin palabras, compartimos un entendimiento tácito. La desilusión ante la vanidad humana, la repugnancia hacia el espectáculo que nos rodeaba, todo ello se reflejaba en su semblante. Sabíamos ambos que estábamos inmersos en una farsa en la que la naturaleza misma parecía burlarse de nuestros esfuerzos por imponer orden en un mundo salvaje.
Sin embargo, no había tiempo para cavilaciones. La urgencia de la situación requería acción, y aunque el espectáculo nos resultara repulsivo, teníamos un deber que cumplir sobre el escenario, por lo que apreté las riendas del caballo, y sin más dilación, nos dirigimos al encuentro del infortunado Carl.
El eco de los disparos y el desgarrador grito que había seguido eran presagios de un desenlace que, si bien inevitable, no dejaba de ser patético.
Al llegar a la escena, lo que encontramos fue un hombre quebrantado, tanto en cuerpo como en espíritu. Carl, el otrora orgulloso cazador, yacía herido, su rostro descompuesto por el dolor y el miedo. El león había sido abatido, pero por contra, fue la bala del otro hermano la que había acertado en un objetivo errado, concretamente en la voluntad y carne del regordete.
Ahora, este mismo hombre estaba postrado ante nosotros, vulnerable y suplicante, aunque su orgullo le impedía expresarlo abiertamente.
Me acerqué a él, dejando a mi trasera al asceta aún montado en nuestro corcel, y permití que la sombra de mi figura lo cubriera por completo. En ese momento, el destino de Carl pendía de un hilo, y yo, como un titiritero experimentado, comprendí que era el momento de manipularlo a mi favor.
-Carl- dije con una voz teñida de una falsa compasión, apenas perceptible en su tono y con un gesto de lástima mientras me acomodaba las gafas de sol y le susurraba en la respuesta -Puedo brindarte la asistencia que necesitas para sobrevivir, aun si rechazaste mi caridad, pero es un esfuerzo que no puedo realizar sin una retribución adecuada. Considera esto un intercambio justo entre hombres de mundo. Un pase VIP a este Safari sería una compensación más que razonable, ¿no lo crees?- continué con calma, esbozando una sonrisa incisiva pero sutil, y acercándome sigilosamente a su oído con un tono de voz tenue, pero audible a corta distancia.
Mis palabras, en apariencia cargadas de preocupación, eran en realidad una trampa sutilmente tendida. Sabía que el orondo hombre, en su estado de desesperación, no tendría más opción que aceptar. Su supervivencia, su reputación, todo estaba en juego, y él lo sabía. Aceptar mis condiciones era su única salida, y aunque su orgullo sufriera un golpe, no tenía más remedio que doblegarse.
En ese instante, comprendí con claridad la naturaleza del poder. No reside en la fuerza bruta ni en la valentía ciega, sino en la capacidad de manipular las circunstancias a tu favor, de transformar la debilidad de otro en tu propia ventaja. Y así, mientras Carl asentía con un débil movimiento de cabeza, supe que el verdadero triunfo en esta absurda tragedia me pertenecía a mí.