Atlas
Nowhere | Fénix
13-08-2024, 11:06 PM
Era una de esas veces en las que todo parecía ir más lento de lo habitual, cuando uno pensaba que los latidos de su corazón, a todas luces imperceptibles por los demás en todo momento, eran capaces de tronar como volcanes en erupción. Cercano al acceso de los astilleros en reconstrucción, mis ojos oteaban cuanto podían abarcar en busca de cualquier señal de alarma, algo sospechoso o fuera de lo habitual que confirmase lo que todos ya intuíamos: algo no iba bien. Al mismo tiempo, mis oídos se afanaban por captar cualquier información procedente del Den Den Mushi, como si a través de él pudiese percibir algo antes que el propio Ray. Nada más lejos de la realidad, por supuesto, pero en situaciones como aquélla había que aferrarse a lo que fuera.
El del pelo blanco confirmó que se iba a introducir en los astilleros por la puerta abierta que había encontrado. Al parecer había escuchado algo. Inicialmente mis oídos no podían captarlo, pero conforme fue avanzando fui capaz de apreciar sutilmente un lejano eco metálico que emanaba del caracol.
—Estoy junto a la entrada —dije en voz baja al molusco—. Si ves algo raro en el interior o necesitas refuerzos, avísame. Estaré allí antes de que te des cuenta —continué en un tono igual de apagado. Lo último que quería era delatar a Ray en una situación tan comprometida como aquélla.
Bien podía resultar que todo aquello resultase ser un malentendido. Tal vez algún operario había llegado tarde a trabajar o quería hacer méritos delante del jefe y se había quedado trabajando hasta bien entrada la noche, pero, haciendo honor a la verdad, no era una opción muy probable. Como si una divinidad superior quisiese quitarme esas estúpidas ideas de la cabeza, un mensaje proferido por la voz de Taka me demostró que no, que aquello era muy real, tanto o más que la vida misma. El del pelo verde no se comunicó a través de Den Den Mushi alguno. Por el contrario, pude escuchar su voz, clara y nítida, en la lejanía.
Hice que lo que me mandaba, colocando de nuevo un instante mi arma en mi espalda para así poder cubrir ambos oídos con mis manos. Busqué en los alrededores cualquier caja o elemento con una apariencia lo suficientemente sólida como para servirme de parapeto y me oculté tras él —en caso de no encontrar nada, exploraría la posibilidad de introducirme en los astilleros para mantenerme a salvo—. Esperaría a que lo que tuviese que pasar finalmente sucediese, para a continuación descubrir de nuevo mis oídos y volver a colocarme en guardia.
—¡Taka! —exclamaría al Den Den Mushi—. ¿Qué ha pasado? ¿Estás bien? ¿Dónde estás?
En caso de que el soldado raso me informase de que había sufrido algún daño o solicitase algún tipo de refuerzo por mi parte no lo dudaría y me encaminaría hacia su posición. En caso contrario, si todo estuviese en orden, mantendría mi posición para brindar a Ray el apoyo que le había prometido.
El del pelo blanco confirmó que se iba a introducir en los astilleros por la puerta abierta que había encontrado. Al parecer había escuchado algo. Inicialmente mis oídos no podían captarlo, pero conforme fue avanzando fui capaz de apreciar sutilmente un lejano eco metálico que emanaba del caracol.
—Estoy junto a la entrada —dije en voz baja al molusco—. Si ves algo raro en el interior o necesitas refuerzos, avísame. Estaré allí antes de que te des cuenta —continué en un tono igual de apagado. Lo último que quería era delatar a Ray en una situación tan comprometida como aquélla.
Bien podía resultar que todo aquello resultase ser un malentendido. Tal vez algún operario había llegado tarde a trabajar o quería hacer méritos delante del jefe y se había quedado trabajando hasta bien entrada la noche, pero, haciendo honor a la verdad, no era una opción muy probable. Como si una divinidad superior quisiese quitarme esas estúpidas ideas de la cabeza, un mensaje proferido por la voz de Taka me demostró que no, que aquello era muy real, tanto o más que la vida misma. El del pelo verde no se comunicó a través de Den Den Mushi alguno. Por el contrario, pude escuchar su voz, clara y nítida, en la lejanía.
Hice que lo que me mandaba, colocando de nuevo un instante mi arma en mi espalda para así poder cubrir ambos oídos con mis manos. Busqué en los alrededores cualquier caja o elemento con una apariencia lo suficientemente sólida como para servirme de parapeto y me oculté tras él —en caso de no encontrar nada, exploraría la posibilidad de introducirme en los astilleros para mantenerme a salvo—. Esperaría a que lo que tuviese que pasar finalmente sucediese, para a continuación descubrir de nuevo mis oídos y volver a colocarme en guardia.
—¡Taka! —exclamaría al Den Den Mushi—. ¿Qué ha pasado? ¿Estás bien? ¿Dónde estás?
En caso de que el soldado raso me informase de que había sufrido algún daño o solicitase algún tipo de refuerzo por mi parte no lo dudaría y me encaminaría hacia su posición. En caso contrario, si todo estuviese en orden, mantendría mi posición para brindar a Ray el apoyo que le había prometido.