Gautama D. Lovecraft
El Ascendido
14-08-2024, 12:36 AM
La inclemencia de la zona me llevó a repensar que tipo de actuaciones debía de desempeñar ahí en la cueva. Una de las opciones era quedarme, espera a que vinieran a rescatarme, pero quizá, eso fue también lo que llevó a los 2 del fondo a quedarse para siempre aquí, un rescate que nunca vino y finalmente perecieron abrazados, resguardando un calor que poco a poco se iría apagando. Por otro lado, y lo que parecía ser lo más consecuente, aunque también lo más peligroso, era salir para buscar una alternativa que no pasara por quedarme como un cubito de hielo.
Respiré profundamente, y expiré el vaho que salía de mis labios, pasé la lengua por estos, parecían estar ya algo cortados y tensos. Retomé la verticalidad desde el interior de la cueva, y fui rumbo a la salida. Era de noche, y la temperatura se volvía implacable contra cualquiera que no estuviera especialmente aclimatado a aquel frío, por ello, recordé que tenía mis guanteletes y que podían a ayudarme a resguardar mis manos del viento cortante que a veces pasaba. Lo acompañé también con calentamientos de dedos y muñecas, realizando extensiones de las falanges y movimientos rotativos con la articulación. Complementaba el calentamiento con mi vaho que parecía dar algo de calor a las manos, aunque duraba a penas unos segundos, ya en la boca de aquel oscuro túnel, contemplé una explanada frente a la cueva de la enorme montaña, que dejaba entrever en la oscuridad lo que parecía un bulto en el suelo.
Me acerqué hasta este, el suelo estaba totalmente cubierto de nieve. Una vez me topé con la figura, me cercioré de que era de un chico, que parecía haber sucumbido al frío del páramo. Tomé su pulso, pero era sumamente débil, yo no tenía ni los conocimientos ni los medios suficientes como para tratarle allí en esas condiciones, la vida así lo había querido, y hay fuerzas contra las que no se podía luchar, la suerte de aquel pobre ya estaba echada. Para mi sorpresa, él joven que yacía frío y casi tieso, portaba una bolsa igualita a la mía.
- Y si... -
Pensé, pero además no me quedé ahí, y rebusqué entre sus pertenencias para comprobar si tenía algo más que pudiera serme útil allí. Pero por desgracia, aunque tenía expectativas de encontrar un pedernal o algo que facilitara mi supervivencia allí, solo me topé con la canica del interior de su bolsa, a sí que, la guardé con la mía. Me puse de pie de nuevo, realicé una reverencia hacia el chico, con una leve oración dedicada a su alma, para que esta pudiera descansar en las tierras imperecederas. Era el momento de continuar.
Seguía calentando mis manos continuamente, así como mis brazos, que parecían quedarse algo acartonados entre tanto frío. Caminé y caminé entre la oscura noche, hasta que me topé con la ribera de un río que se mostraba congelado. Me detuve, pensé en su transcurso, y era de conocimiento general que un río nace en una montaña y terminaba en un lago o en el mar, por lo que solo debía de seguir la dirección correcta para encontrar, con suerte, un sitio en el que resguardarme o encontrar ayuda. Las civilizaciones solían asentarse cerca del agua, ¿encontraría alguna si tomaba la dirección contraria de la que venía? suponía que provenía desde la parte alta del río, por lo que, seguir en la dirección frontal, me podría llevar hasta otra zona.
Permanecía atento, ya que la vista no era el sentido más apropiado para estar en guardia en aquel sitio, afiné y presté especial atención con mis oídos a lo que pudiera acontecer desde la oscuridad. Había bastos árboles que, del mismo modo que me podrían ocultar de miradas discretas, también lo haría de cualquiera por los alrededores. A lo lejos, divisé una figura con claridad, a unos 20 metros, de estatura parecida a la mía. Iría con cautela hasta él, no me parecía una buena señal toparme con alguien así en plena noche. Algo más de cerca pude diferenciar algunos rasgos esenciales, ropas, y pelo, el cabello rubio de aquel extraño reflejaba con la luz de la fría noche.
- ¿Hola?... ¿Quién eres?... -
Dije, con una lógica desconfianza. Me encontraba a 10 metros de aquella persona desconocida, obviaba sus intenciones y su estado. Me preparé aprovechando la nocturnidad para no parar de calentar dedos y muñecas. Si llevaba un mal propósito conmigo, estaría preparado ante ello.