Kael
El Fantasma del Mar
14-08-2024, 01:00 AM
¡Lo había conseguido! Aún sentía el ardor en la piel por el golpe de Karina y la confusión llenaba mi mente. Pero a través de toda esa neblina de desesperación y miedo, estas dos chicas aparecieron, todavía no se habían presentado, pero para mí es como si fueran los ángeles que nunca había esperado. Pero, ¿por qué? ¿Por qué se arriesgarían por mí, un completo extraño?
Mientras ellas deshacían los nudos que seguían oprimiendo mis muñecas, mi mente corría a toda velocidad, intentando entender qué era lo que las había llevado aquí. No tenía ninguna relación con ellas, ni sabía si compartían alguna conexión con lo que había sucedido. Yo era solo un prisionero a punto de ser condenado a un destino horrible.
—¿Por qué lo hacéis? —logré preguntar en voz baja entre el aliento entrecortado, aún sintiendo la resistencia de los lazos que iban desapareciendo poco a poco.
Vina me miró de forma intensa y decidida. Esa mirada desafiante me hizo sentir que, tal vez, había esperanza. Pero el tiempo corría. Greta, que seguía trabajando en los nudos de mis manos.
—Pero no me conocen. No tienen por qué ayudarme. - pensé, mientras la incredulidad se apoderó de mí. ¿Cómo podían, en medio de todo este caos, estar dispuestas a arriesgar tanto por mí? Enfadar a Karina tan abiertamente teniendo el reflejo de lo que pasa en caso de intentar hacerlo justo delante de ellas.
Mi brazo estaba libre al fin, y me escudé en la sorpresa por la situación. Ayudé como buenamente podía con una sola mano a desatar las cuerdas de mis piernas. La idea de que me vieran como alguien que merecía ser salvado era abrumadora. Mientras Vina se preparaba para salir en dirección al puerto, vi la preocupación dibujada en su rostro.
—¿Puedes andar? —me preguntó Vina, su tono era urgente. Sus ojos no se alejaban de mí, esperando una respuesta que podía determinar nuestro futuro inmediato.
Tragué saliva, el sabor de la sangre aún persistía en mis labios. - Sí... creo que puedo. - respondí, aunque podía sentir que mis piernas temblaban bajo mi peso tras tanto tiempo sentado en esa silla. -Dadme unos minutos y podré caminar sin apoyo, pero me temo que no seré de mucha utilidad en caso de tener problemas, mi espada se habrá quedado tirada en el puerto donde me sorprendió Karina.
A medida que Greta me sostenía del brazo, comenzamos a movernos a través de los callejones sombríos. Cada paso parecía pesado con la ansiedad, pero la determinación en las miradas de esas chicas me empujaba a seguir. De camino, conseguí quitar de una línea de ropa una camiseta blanca de manga larga, que pese a tener bastante uso, se conservaba bastante limpia. Si buscaban a alguien semi-desnudo escapando por las calles llamaría menos la atención estando vestido. Pensé sobre la marcha. Ya podía caminar sólo, pero aun así me fui al otro lado de Greta y puse la manga sobrante de mi brazo izquierdo (el que me falta) sobre su hombro izquierdo, como si le estuviera pasando por detrás. Tenía que dejar el brazo bueno preparado para cualquier cosa, pero si buscaban a un manco, así parecería que tendría dos brazos.
-Si nos sorprenden, fingid que soy un pobre borracho al que estáis intentando llevar a la cama para sacarme dinero, o que soy vuestro primo que se ha metido en una pelea de bar, cualquier cosa que se os ocurra os seguiré la corriente.-dije, sintiendo mi corazón acelerarse mientras contemplaba la posibilidad de que el tiempo se nos escapara.
Aquellos callejones daban una sensación de laberinto, pero la mirada concentrada de Greta me guiaba. Sin poder evitarlo, una oleada de admiración me atravesó. ¿Quiénes eran realmente? Eran como sombras en la noche, luchando por lo que creían. Continuamos avanzando, cada paso acariciando la promesa de la libertad, y mientras lo hacíamos, me preguntaba si realmente merecía lo que estaban haciendo por mí.
Mientras ellas deshacían los nudos que seguían oprimiendo mis muñecas, mi mente corría a toda velocidad, intentando entender qué era lo que las había llevado aquí. No tenía ninguna relación con ellas, ni sabía si compartían alguna conexión con lo que había sucedido. Yo era solo un prisionero a punto de ser condenado a un destino horrible.
—¿Por qué lo hacéis? —logré preguntar en voz baja entre el aliento entrecortado, aún sintiendo la resistencia de los lazos que iban desapareciendo poco a poco.
Vina me miró de forma intensa y decidida. Esa mirada desafiante me hizo sentir que, tal vez, había esperanza. Pero el tiempo corría. Greta, que seguía trabajando en los nudos de mis manos.
—Pero no me conocen. No tienen por qué ayudarme. - pensé, mientras la incredulidad se apoderó de mí. ¿Cómo podían, en medio de todo este caos, estar dispuestas a arriesgar tanto por mí? Enfadar a Karina tan abiertamente teniendo el reflejo de lo que pasa en caso de intentar hacerlo justo delante de ellas.
Mi brazo estaba libre al fin, y me escudé en la sorpresa por la situación. Ayudé como buenamente podía con una sola mano a desatar las cuerdas de mis piernas. La idea de que me vieran como alguien que merecía ser salvado era abrumadora. Mientras Vina se preparaba para salir en dirección al puerto, vi la preocupación dibujada en su rostro.
—¿Puedes andar? —me preguntó Vina, su tono era urgente. Sus ojos no se alejaban de mí, esperando una respuesta que podía determinar nuestro futuro inmediato.
Tragué saliva, el sabor de la sangre aún persistía en mis labios. - Sí... creo que puedo. - respondí, aunque podía sentir que mis piernas temblaban bajo mi peso tras tanto tiempo sentado en esa silla. -Dadme unos minutos y podré caminar sin apoyo, pero me temo que no seré de mucha utilidad en caso de tener problemas, mi espada se habrá quedado tirada en el puerto donde me sorprendió Karina.
A medida que Greta me sostenía del brazo, comenzamos a movernos a través de los callejones sombríos. Cada paso parecía pesado con la ansiedad, pero la determinación en las miradas de esas chicas me empujaba a seguir. De camino, conseguí quitar de una línea de ropa una camiseta blanca de manga larga, que pese a tener bastante uso, se conservaba bastante limpia. Si buscaban a alguien semi-desnudo escapando por las calles llamaría menos la atención estando vestido. Pensé sobre la marcha. Ya podía caminar sólo, pero aun así me fui al otro lado de Greta y puse la manga sobrante de mi brazo izquierdo (el que me falta) sobre su hombro izquierdo, como si le estuviera pasando por detrás. Tenía que dejar el brazo bueno preparado para cualquier cosa, pero si buscaban a un manco, así parecería que tendría dos brazos.
-Si nos sorprenden, fingid que soy un pobre borracho al que estáis intentando llevar a la cama para sacarme dinero, o que soy vuestro primo que se ha metido en una pelea de bar, cualquier cosa que se os ocurra os seguiré la corriente.-dije, sintiendo mi corazón acelerarse mientras contemplaba la posibilidad de que el tiempo se nos escapara.
Aquellos callejones daban una sensación de laberinto, pero la mirada concentrada de Greta me guiaba. Sin poder evitarlo, una oleada de admiración me atravesó. ¿Quiénes eran realmente? Eran como sombras en la noche, luchando por lo que creían. Continuamos avanzando, cada paso acariciando la promesa de la libertad, y mientras lo hacíamos, me preguntaba si realmente merecía lo que estaban haciendo por mí.