Gavyn Peregrino
Rose/Ícaro
14-08-2024, 03:04 AM
Ahora entendía lo que sentían las personas cuando las observaba con la misma intensidad, o una intensidad similar, a la que el albino tenía en su mirada mientras me contemplaba sin escrúpulos. Moví las alas ligeramente, apenas, estaba acostumbrado a que me miren así, como si fuese un pavo real en exhibición, la gente rascaba la superficie únicamente, interesados más en qué era qué en quién era y, una vez que obtenían lo que deseaban, perdían el interés rápidamente. Luego me convertía en lo que siempre fui. Elevé una ceja cuando sus ojos se movieron, sabiendo que estaban atentos a la cicatriz que bajaba por mi barbilla, incliné la cabeza ligeramente, dejando el lado izquierdo de mi rostro un poco más al descubierto, de todos modos, con el cuello alto de la camiseta que utilizaba no podría deducir mucho hasta donde se extendía. Aun así, sentí el tirón ligero de tejido cicatricial bajar por mi espalda. A veces sentía una lamida de calor que subía por mi columna.
Entorné los ojos ante la sonrisa socarrona en su rostro. Por un momento sentí la necesidad de borrarla de un puñetazo, pero me concentré en comer los Nuggets que había intercambiado por brochetas ¿Por qué me generaba este tipo de reacción? Medité por un momento, intentando seguir el hilo conductor de la molestia que sentía, después de todo las emociones, los sentimientos, tienen su origen en la percepción de las situaciones, no de los hechos en sí. Giré en mis dedos el palillo de la brocheta… Molestia… Mis pupilas se alargaron, dejando que el charco dorado que eran mis iris se volviera más notorio, reconociendo el porqué fácilmente. Dibujé una sonrisa ladina cuando lo comprendí, aunque no por eso deseaba menos golpearlo, y no por eso estaba siendo diferente a él.
. – Gracias por el cumplido. –Muevo la mano en un gesto despreocupado mientras como– Como el tuyo, el color de piel y de cabello te hace lucir como un Lunarian.
Cuando se inclinó hacia adelante, acercándose a mi rostro, me mantuve impávido, sabiendo por dónde iban sus intenciones, sabía jugar muy bien sus cartas, sentí un cosquilleo de agrado en alguna parte, así que decidí seguir el juego, de todos modos era lo más interesante que me había sucedido desde que llegué a la isla. Deslicé mis ojos en una lenta sucesión, bajando desde los suyos hacia sus labios antes de subir, y, sin perder un gramo de la confianza que tenía antes alargué mi mano hacia él, posando un dedo debajo de su barbilla para sostenerla con suavidad.
. – Porque me considero más que una aventura de una o dos noches, guapo. –Quité el dedo de su mentón– Te daré un siete por el esfuerzo, pero si quieres conquistarme, aunque sea falsamente, hazme sentir especial, eso me funciona muchas veces.
Me reí entre dientes, las esquinas de mis ojos se arrugaron con perspicacia cuando me enderecé, mirándolo con un nugget en la mano y le guiñé un ojo, dándole un mordisco a la pieza que tenía en mi poder con un sonido feliz. Me agradaban los elogios, sin duda ¿Lo necesitaba? No realmente, me consideraba atractivo, lo suficiente para utilizarlo a mi favor en ciertas situaciones o para olvidarlo en otras, como esta, ni siquiera creía que él fuese a responder, pero al parecer no se dejaba intimidar fácilmente. Ah, pero tenía en mente algo con lo que quizás podía jugar por mi parte. Seguí el movimiento de la brocheta hacia su boca, me relamí los labios sin prisa alguna, fijando mis ojos bruñidos en los suyos, luego en el movimiento de la brocheta ofrecida, así que incliné mi cuerpo ligeramente, mordiendo el pollo, saboreando las verduras que lo acompañaban, lo ácido del limón y el picor de la sal en mi lengua antes de alejarme tranquilamente para disfrutar esa belleza.
Lo miré de forma coqueta a través de mis rubias pestañas– Lo siento, pero tocar es más caro. –La sonrisa en mi rostro se volvió taimada– Además, aunque me pareces atractivo, no quiero ser tu conejillo de indias en tu crisis de identidad sexual apócrifa.
Un dejo de fastidio brilló en mis ojos de forma efímera antes de que volvieran a su estado despreocupado. La mención del “simple gracias” me provocó una risa beatífica mientras masticaba el pollo empanado y frito que tenía el mismo sabor que debía tener un pedazo de cielo si pudiese clavarle mis pintadas uñas negras e hincarle los colmillos. Nada bueno salía de dar gracias a la gente sin dejar las cuentas claras, a veces era mejor ser cauteloso, paranoico dirían algunos, que preocuparse por quién podría venir detrás de ti, aunque eso sucedía con cuentas claras y sin ellas.
. – Mejor no dejar cabos sueltos, las deudas son una cosa peligrosa, incluso las más simples, así que gracias, si, pero prefiero que quedemos sin nada de por medio que te haga querer convertirme en tu periquito.
La broma salió fácil, divertida, mientras mis iris color oro se mantenían impasibles, como dos lagunas imperturbables, evitando dejar salir las emociones que acompañaban esas palabras de fondo. No quería ponerme en una posición vulnerable frente a un desconocido, menos del tipo que era Ubben. Decidí pasar de largo, escuchando su reflexión acerca de mi raza y la de los skypean, coincidía con él acerca de las alas inútiles, la idea de tener un par y ser incapaz de volar, quedando encadenado a la tierra lograba que me estremeciera, después de todo el aire y el cielo era un hábitat natural para mí, a pesar de no ser un pájaro.
. – Hm, tengo que decir que sería extraño no poder volar a pesar de tener alas, inclusive irónico y cruel. Aunque si quieres saber más sobre los skypean tengo libros sobre el tema, no es que sean una raza poco conocida, como los lunarian. O los solarian. –Parpadeé, ahora más curioso acerca del moreno– ¿Y tú eres humano?
Vi al mesero servir la siguiente ronda de cerveza negra, me preguntaba si Ubben tendría resistencia al alcohol, no se podía juzgar a un libro por su portada, pero tenía el sentimiento de que el moreno podía sorprenderme. Y vaya que lo hizo, alcé una ceja ante su presentación, solo para mirarlo como si yo fuese un halcón y él mi siguiente presa.
. – Desafortunadamente para ti, no estoy entrenado. –Hace mucho que había dejado de estarlo…– Pero quizás sería aún más placentero darte un collar y comandos nuevos. Aunque un perro viejo no aprende trucos nuevos.
Batí mis pestañas con inocencia claramente fingida antes de responder a su pregunta.
. – No, también estoy de paso por Kilombo, el trabajo me trajo hasta aquí, aunque, si te parece, podríamos explorar los dos, es mejor perderse de a dos que en solitario. –Recogí los hombros suavemente, la sugerencia de recorrer el pueblo salió por puro improviso, a pesar de todo parecía una persona agradable– Especialmente si tienes miedo de perderte.
Entorné los ojos ante la sonrisa socarrona en su rostro. Por un momento sentí la necesidad de borrarla de un puñetazo, pero me concentré en comer los Nuggets que había intercambiado por brochetas ¿Por qué me generaba este tipo de reacción? Medité por un momento, intentando seguir el hilo conductor de la molestia que sentía, después de todo las emociones, los sentimientos, tienen su origen en la percepción de las situaciones, no de los hechos en sí. Giré en mis dedos el palillo de la brocheta… Molestia… Mis pupilas se alargaron, dejando que el charco dorado que eran mis iris se volviera más notorio, reconociendo el porqué fácilmente. Dibujé una sonrisa ladina cuando lo comprendí, aunque no por eso deseaba menos golpearlo, y no por eso estaba siendo diferente a él.
. – Gracias por el cumplido. –Muevo la mano en un gesto despreocupado mientras como– Como el tuyo, el color de piel y de cabello te hace lucir como un Lunarian.
Cuando se inclinó hacia adelante, acercándose a mi rostro, me mantuve impávido, sabiendo por dónde iban sus intenciones, sabía jugar muy bien sus cartas, sentí un cosquilleo de agrado en alguna parte, así que decidí seguir el juego, de todos modos era lo más interesante que me había sucedido desde que llegué a la isla. Deslicé mis ojos en una lenta sucesión, bajando desde los suyos hacia sus labios antes de subir, y, sin perder un gramo de la confianza que tenía antes alargué mi mano hacia él, posando un dedo debajo de su barbilla para sostenerla con suavidad.
. – Porque me considero más que una aventura de una o dos noches, guapo. –Quité el dedo de su mentón– Te daré un siete por el esfuerzo, pero si quieres conquistarme, aunque sea falsamente, hazme sentir especial, eso me funciona muchas veces.
Me reí entre dientes, las esquinas de mis ojos se arrugaron con perspicacia cuando me enderecé, mirándolo con un nugget en la mano y le guiñé un ojo, dándole un mordisco a la pieza que tenía en mi poder con un sonido feliz. Me agradaban los elogios, sin duda ¿Lo necesitaba? No realmente, me consideraba atractivo, lo suficiente para utilizarlo a mi favor en ciertas situaciones o para olvidarlo en otras, como esta, ni siquiera creía que él fuese a responder, pero al parecer no se dejaba intimidar fácilmente. Ah, pero tenía en mente algo con lo que quizás podía jugar por mi parte. Seguí el movimiento de la brocheta hacia su boca, me relamí los labios sin prisa alguna, fijando mis ojos bruñidos en los suyos, luego en el movimiento de la brocheta ofrecida, así que incliné mi cuerpo ligeramente, mordiendo el pollo, saboreando las verduras que lo acompañaban, lo ácido del limón y el picor de la sal en mi lengua antes de alejarme tranquilamente para disfrutar esa belleza.
Lo miré de forma coqueta a través de mis rubias pestañas– Lo siento, pero tocar es más caro. –La sonrisa en mi rostro se volvió taimada– Además, aunque me pareces atractivo, no quiero ser tu conejillo de indias en tu crisis de identidad sexual apócrifa.
Un dejo de fastidio brilló en mis ojos de forma efímera antes de que volvieran a su estado despreocupado. La mención del “simple gracias” me provocó una risa beatífica mientras masticaba el pollo empanado y frito que tenía el mismo sabor que debía tener un pedazo de cielo si pudiese clavarle mis pintadas uñas negras e hincarle los colmillos. Nada bueno salía de dar gracias a la gente sin dejar las cuentas claras, a veces era mejor ser cauteloso, paranoico dirían algunos, que preocuparse por quién podría venir detrás de ti, aunque eso sucedía con cuentas claras y sin ellas.
. – Mejor no dejar cabos sueltos, las deudas son una cosa peligrosa, incluso las más simples, así que gracias, si, pero prefiero que quedemos sin nada de por medio que te haga querer convertirme en tu periquito.
La broma salió fácil, divertida, mientras mis iris color oro se mantenían impasibles, como dos lagunas imperturbables, evitando dejar salir las emociones que acompañaban esas palabras de fondo. No quería ponerme en una posición vulnerable frente a un desconocido, menos del tipo que era Ubben. Decidí pasar de largo, escuchando su reflexión acerca de mi raza y la de los skypean, coincidía con él acerca de las alas inútiles, la idea de tener un par y ser incapaz de volar, quedando encadenado a la tierra lograba que me estremeciera, después de todo el aire y el cielo era un hábitat natural para mí, a pesar de no ser un pájaro.
. – Hm, tengo que decir que sería extraño no poder volar a pesar de tener alas, inclusive irónico y cruel. Aunque si quieres saber más sobre los skypean tengo libros sobre el tema, no es que sean una raza poco conocida, como los lunarian. O los solarian. –Parpadeé, ahora más curioso acerca del moreno– ¿Y tú eres humano?
Vi al mesero servir la siguiente ronda de cerveza negra, me preguntaba si Ubben tendría resistencia al alcohol, no se podía juzgar a un libro por su portada, pero tenía el sentimiento de que el moreno podía sorprenderme. Y vaya que lo hizo, alcé una ceja ante su presentación, solo para mirarlo como si yo fuese un halcón y él mi siguiente presa.
. – Desafortunadamente para ti, no estoy entrenado. –Hace mucho que había dejado de estarlo…– Pero quizás sería aún más placentero darte un collar y comandos nuevos. Aunque un perro viejo no aprende trucos nuevos.
Batí mis pestañas con inocencia claramente fingida antes de responder a su pregunta.
. – No, también estoy de paso por Kilombo, el trabajo me trajo hasta aquí, aunque, si te parece, podríamos explorar los dos, es mejor perderse de a dos que en solitario. –Recogí los hombros suavemente, la sugerencia de recorrer el pueblo salió por puro improviso, a pesar de todo parecía una persona agradable– Especialmente si tienes miedo de perderte.