Abrí los ojos tras escuchar el chapoteo del Río, algo aturdido, me incorporé para comprobar que a escasos metros míos, fluya, un caudal, lo suficientemente ancho y profundo para poder ser nadado. Allí sentado trataba de recordar que había pasado, pues el último recuerdo que tenía era haber salido de pesca con mi padre. -¿Donde estoy?-. Me preguntaba a mí mismo, mientras trataba de ubicarme, viendo el paisaje a mi alrededor, Cerca de donde me encontraba, se elevaba una inmensa cordillera hacia la cual se adentraba el río que tenía a mis pies. -Tal vez debería subir ahí arriba a ver si me ubico mejor-. Con aquella idea en mente, me acerqué a la orilla del río, para ante mi enorme sorpresa, mirar mi rostro y descubrir que me había convertido en un crustáceo. -¡¡¡Aaaahhh!!! -. No puede evitar pegar un grito que resonó por las montañas haciendo eco. ¿Qué diablos había ocurrido? ¿Dónde estaban mis preciosas aletas negra? Y lo mas importante… ¡¿Porqué tengo dos tenazas por manos?!.
Tenia muchas preguntas y cero respuestas, pero de pronto un dolor agudo de cabeza, me hizo recordar las palabras de una voz extraña, estas hacían mención a una especie de mundo paralelo, donde las cosas más irreales se podían hacer realidad, también Hacían referencia a una especie de canicas.
Una vez pasado, este dolor de cabeza, me di cuenta de que en mi cintura tenía un pequeño zurrón, lo abrí para encontrarme ahí la susodicha canica-. No entiendo muy bien lo que está pasando pero sea lo que sea esta canica parece importante-. Aunque más importante era saber cómo me había transformado en un asqueroso y feo cangrejo.
Tenía pensado seguir el plan, ir Río arriba, ya que el caudal lo permitía y ver dónde estaba desde el alto de la montaña. Fui a meterme cuando, de pronto caí de bruces contra el suelo. -¡Menuda leche!-. Dije para mí mismo, Más que respuestas lo que ahora mismo necesitaba, era saber cómo diablos coordinar esas malditas, ocho patas sin tropezarme y sin que se líen las piernas. -¿Y si pruebo de un salto?-. La idea podría ser interesante, aunque también un suicidio si no sabía caminar por tierra, imagina nadar sin aletas. - Bueno, qué demonios, ¿Qué podría ser lo peor? ¿Que el río me arrastre por toda la isla?-. Luego del monólogo conmigo mismo me zambullí de un salto.