Ray
Kuroi Ya
14-08-2024, 11:18 AM
La voz de Takahiro a través del den den mushi interrumpió su concentración, advirtiéndole de que se tapara los oídos. El peliblanco hizo caso a su amigo, cubriéndose al momento. Aún así, apenas sin tiempo de hacerlo, un potente ruido llenó el ambiente. Algo había explotado, por el contexto bastante cerca de su compañero de pelo verde.
Preocupado, el joven marine tomó el den den mushi y en voz baja para evitar ser descubierto preguntó:
- ¡Taka! ¿Estás bien?
Tras asegurarse de que su compañero había salido ileso Ray retomó su tarea, sin poder evitar darse cuenta de que aquel golpeteo metálico rítmico había cesado desde la explosión. No podía ser algo casual. La única posible explicación era que el causante de dicho sonido fuese una persona.
Se adentró en el astillero y, para su sorpresa, encontró que su interior era muy diferente a lo esperado. En nada se asemejaba a lo que en teoría debía ser un astillero, al menos en la blanca cabeza de Ray. Unos raíles recorrían la enorme estancia desde las entradas marítimas hasta unas puertas metálicas que parecían cerradas a cal y canto.
El joven dedicó toda su atención a escudriñar con sus ojos cada rincón de la estancia que se encontrase al alcance de su vista, hasta que un movimiento repentino llamó su atención. Muy sutil, probablemente imperceptible para el ojo humano, pero desde luego no para los sensores de movimiento que eran sus antenas de abeja.
Rápidamente su atención se focalizó en el punto en el que había percibido aquel signo de actividad. Cerca de una de las puertas metálicas, aparentemente pasando de forma rápida a su través. El joven pudo descubrir entonces, al fijarse desde algo más cerca en ella, que esa entrada estaba mínimamente abierta. En relación al tamaño de la puerta era apenas una rendija, pero por aquella misma razón era en realidad lo suficientemente amplia para permitir el paso de un ser humano.
- Hay alguien aquí. - Anunció a sus dos amigos a través del den den mushi. - Sea quien sea se encuentra en el interior del edificio, y he sentido cómo alguien se adentraba en una de las puertas en las que terminan los raíles. Voy a seguirle.
Si sus amigos querían ir tras él las indicaciones que les había dado serían suficientes, ya que la única de las puertas asociadas a los raíles que estaba abierta era aquella. Pero no podía contar con ello, y tampoco podía permitirse el lujo de esperar a que alguno de los dos llegase, ya que corría el riesgo de perder el rastro que había percibido. Sabía que podía ser peligroso continuar solo, pero no le quedaba más remedio. Tenía que hacerlo.
Así que avanzó despacio y con precaución, tratando de hacer el menor ruido posible y manteniendo sus antenas atentas a cualquier estímulo que pudiesen captar. En la oscuridad de la noche sus sentidos de insecto podían suponer una ventaja crucial frente a cualquier persona, pues sin duda sería capaz de detectar a un posible enemigo antes de que se diera cuenta de su presencia.
Preocupado, el joven marine tomó el den den mushi y en voz baja para evitar ser descubierto preguntó:
- ¡Taka! ¿Estás bien?
Tras asegurarse de que su compañero había salido ileso Ray retomó su tarea, sin poder evitar darse cuenta de que aquel golpeteo metálico rítmico había cesado desde la explosión. No podía ser algo casual. La única posible explicación era que el causante de dicho sonido fuese una persona.
Se adentró en el astillero y, para su sorpresa, encontró que su interior era muy diferente a lo esperado. En nada se asemejaba a lo que en teoría debía ser un astillero, al menos en la blanca cabeza de Ray. Unos raíles recorrían la enorme estancia desde las entradas marítimas hasta unas puertas metálicas que parecían cerradas a cal y canto.
El joven dedicó toda su atención a escudriñar con sus ojos cada rincón de la estancia que se encontrase al alcance de su vista, hasta que un movimiento repentino llamó su atención. Muy sutil, probablemente imperceptible para el ojo humano, pero desde luego no para los sensores de movimiento que eran sus antenas de abeja.
Rápidamente su atención se focalizó en el punto en el que había percibido aquel signo de actividad. Cerca de una de las puertas metálicas, aparentemente pasando de forma rápida a su través. El joven pudo descubrir entonces, al fijarse desde algo más cerca en ella, que esa entrada estaba mínimamente abierta. En relación al tamaño de la puerta era apenas una rendija, pero por aquella misma razón era en realidad lo suficientemente amplia para permitir el paso de un ser humano.
- Hay alguien aquí. - Anunció a sus dos amigos a través del den den mushi. - Sea quien sea se encuentra en el interior del edificio, y he sentido cómo alguien se adentraba en una de las puertas en las que terminan los raíles. Voy a seguirle.
Si sus amigos querían ir tras él las indicaciones que les había dado serían suficientes, ya que la única de las puertas asociadas a los raíles que estaba abierta era aquella. Pero no podía contar con ello, y tampoco podía permitirse el lujo de esperar a que alguno de los dos llegase, ya que corría el riesgo de perder el rastro que había percibido. Sabía que podía ser peligroso continuar solo, pero no le quedaba más remedio. Tenía que hacerlo.
Así que avanzó despacio y con precaución, tratando de hacer el menor ruido posible y manteniendo sus antenas atentas a cualquier estímulo que pudiesen captar. En la oscuridad de la noche sus sentidos de insecto podían suponer una ventaja crucial frente a cualquier persona, pues sin duda sería capaz de detectar a un posible enemigo antes de que se diera cuenta de su presencia.