Takahiro
La saeta verde
14-08-2024, 12:22 PM
El peliverde se cubrió la cara nada más lanzar la botella, cubriéndose la cara y parte del cuerpo. Apenas tardó un par de segundos en estallar, pero se le hicieron eternos, como aquella vez que se atragantó con un trozo de carne, que veinte segundos le parecieron minutos. Fue una sensación que no quería volver a repetir. La explosión tuvo un alcance de apenas tres metros, pero más que destruir buscaba incendiar todo aquel lugar.
—Sí —respondió a sus compañeros—, todo bien —aclaró—. Un supuesto borracho dejó una botella en el suelo antes de irse, pero resultó ser un coctel bomba de regalo —añadió segundos después—. Llego a coger la bomba un par de segundos más tarde y no lo cuento.
Takahiro podía ver como algunas luces se encendían en las viviendas más cercanas, y como algunos mirones se asomaban a las ventanas. El ser humano era cotilla por naturaleza, siempre con la oreja puesta donde no debían tenerla, por lo que era probable que más de un vecino bajara y se pusiera a husmear para ver que ha ocurrido. Ya podía ver como algún transeúnte se paraba a observar que estaba ocurriendo en el interior de aquel recinto en obras.
—Si veis algo raro comunicadlo por aquí —les dijo el peliverde, con cierta resignación en el tono de voz—. Yo voy a quedarme por aquí, que algo me dice que van a venir mirones a cotillear. Así aprovecho y pregunto por el hombre que he visto antes. Estaba oscuro, pero si pienso lo suficiente puedo recordar algunos detalles de aquel sujeto. Ya sabéis lo que dicen, el criminal siempre visita la escena del crimen.
Y así era. El ser humano, en algunas ocasiones, era tan ruin que sentía la necesidad de acercarse a contemplar el mal que había hecho. Tras eso, trataría de discurrir algunos detalles sobre el hombre que soltó la botella: ropa, alguna característica facial…, algo que pudiera ayudarle a encontrarlo en el caso de que volviera a dicho lugar. Asimismo, caminaría hacia la entrada al ver como algunos individuos se acercan.
—Sí —respondió a sus compañeros—, todo bien —aclaró—. Un supuesto borracho dejó una botella en el suelo antes de irse, pero resultó ser un coctel bomba de regalo —añadió segundos después—. Llego a coger la bomba un par de segundos más tarde y no lo cuento.
Takahiro podía ver como algunas luces se encendían en las viviendas más cercanas, y como algunos mirones se asomaban a las ventanas. El ser humano era cotilla por naturaleza, siempre con la oreja puesta donde no debían tenerla, por lo que era probable que más de un vecino bajara y se pusiera a husmear para ver que ha ocurrido. Ya podía ver como algún transeúnte se paraba a observar que estaba ocurriendo en el interior de aquel recinto en obras.
—Si veis algo raro comunicadlo por aquí —les dijo el peliverde, con cierta resignación en el tono de voz—. Yo voy a quedarme por aquí, que algo me dice que van a venir mirones a cotillear. Así aprovecho y pregunto por el hombre que he visto antes. Estaba oscuro, pero si pienso lo suficiente puedo recordar algunos detalles de aquel sujeto. Ya sabéis lo que dicen, el criminal siempre visita la escena del crimen.
Y así era. El ser humano, en algunas ocasiones, era tan ruin que sentía la necesidad de acercarse a contemplar el mal que había hecho. Tras eso, trataría de discurrir algunos detalles sobre el hombre que soltó la botella: ropa, alguna característica facial…, algo que pudiera ayudarle a encontrarlo en el caso de que volviera a dicho lugar. Asimismo, caminaría hacia la entrada al ver como algunos individuos se acercan.