Kael
El Fantasma del Mar
14-08-2024, 01:32 PM
Un profundo sopor me envuelve mientras me sumerjo en el mundo de los sueños. Siento cómo la pesada bruma de la noche me abraza, me acuna en un letargo placentero. Sin embargo, este no es un sueño ordinario; una extraña energía palpita en el aire, como si la atmósfera estuviera compuesta de una vibrante sinfonía de colores y sonidos que, aunque distantes, se sienten en mi piel.
De repente, me encuentro de pie en un paisaje surrealista, el suelo, blando y húmedo, se hunde levemente bajo mis pies cuando doy un paso. El aire está impregnado de un aroma extraño pero cautivador, una mezcla de tierra mojada y un toque de flores exóticas. Las setas y hongos gigantes me rodean, sus colores surrealistas brillan con una intensidad inusitada. Son rojos, verdes, morados y azules, cual fuegos artificiales que estallan en mi visión, cada uno con formas cada vez más extravagantes. Nunca había visto nada parecido. Llevaba toda la vida en el Reino de Oykot, y en comparación estos organismos serían solo un adorno, pero aquí parecen cobrar vida, vibrando al unísono con mi ser.
Sabía que era un sueño, pero uno muy real al mismo tiempo. En mis sueños siempre soñaba con mi mujer, tenía los dos brazos, mis dos ojos… aquí sin embargo era como si su cuerpo y mente se hubieran transportado a ese lugar, pero su yo presente, no su yo pasado.
Lo primero que noto es que el lugar se siente... vivo. La tierra responde a mis movimientos, como si quisiera jugar, como si quisiera probar qué puedo hacer. Sin pensarlo, me lanzo hacia adelante, mis pies se impulsan con más fuerza de lo que esperaba. Mis piernas se sienten ligeras, como si estuvieran hechas de plumas. Al principio, la sorpresa me detiene, pero una risa infantil brota de mis labios cuando, sin esfuerzo, salto sobre un enorme hongo, aterrizando en su cima como si fuera lo más natural del mundo. Siento que me empuja, que este lugar está diseñado para que desate mi poder; la Numa Numa no Mi se agita en mi interior, ansiosa por salir a jugar.
Al darme la vuelta, el paisaje es un mosaico de maravillas y peligros. A menos de 10 metros, que era lo máximo que podía ver se alzan las sombras de los árboles cuyas raíces han encontrado su camino por el laberinto, retorcidas y gnósticas, como si a cada paso intentaran atraparme. Pero por alguna razón, siento que aquí no hay daño, como si la misma ciénaga se negara a hacerme daño, a arrebatarme de esta inusual bendición. Mis reflejos, habitualmente agudos, parecen adormecidos, como si la niebla que abraza el lugar los hubiera atenuado. Sin embargo, eso no me detiene; a lo lejos, el suave murmullo de agua me llama.
Un sendero de agua turbia que se mezcla con el tejido de sombras que brota de la tierra. Siento un impulso casi irresistible, el lodo me estuviera pidiendo que me sumerja en su superficie. Al acercarme, el terreno cambia; las raíces y los troncos se entrelazan en un paisaje húmedo entre tanto lodo y humedad. Sin pensarlo, salto de nuevo; caigo sobre un hongo y, en lugar de sentir miedo, asombro llena mi pecho. La caída es suave, no hay daño, solo un aterrizaje elegante que me hace reír.
Sumerjo mi mano en el lodo. Me concentro; puede que sea un sueño, puede que no, pero aquí puedo probar mis habilidades al límite. He llegado a este lugar de locura y belleza, y aquí puedo tocar lo que muchos nunca podrán.
—Aquí estoy, Ciénaga del Delirio —susurro al aire, mi voz resonando entre las hojas y las setas, el nombre intuitívamente llegando a mi cabeza.
A medida que avanzo, la niebla comienza a despejarse un poco, revelando más formas y sombras pero pareciendo que se movieran conmigo, no dejándome ver más allá de una distancia concreta. Sé que el peligro acecha, que este lugar tiene sus propias reglas, pero mi corazón late fuerte de emoción.
El juego apenas comienza, y si este sueño es un regalo, no tengo intención de rechazarlo.
De repente, me encuentro de pie en un paisaje surrealista, el suelo, blando y húmedo, se hunde levemente bajo mis pies cuando doy un paso. El aire está impregnado de un aroma extraño pero cautivador, una mezcla de tierra mojada y un toque de flores exóticas. Las setas y hongos gigantes me rodean, sus colores surrealistas brillan con una intensidad inusitada. Son rojos, verdes, morados y azules, cual fuegos artificiales que estallan en mi visión, cada uno con formas cada vez más extravagantes. Nunca había visto nada parecido. Llevaba toda la vida en el Reino de Oykot, y en comparación estos organismos serían solo un adorno, pero aquí parecen cobrar vida, vibrando al unísono con mi ser.
Sabía que era un sueño, pero uno muy real al mismo tiempo. En mis sueños siempre soñaba con mi mujer, tenía los dos brazos, mis dos ojos… aquí sin embargo era como si su cuerpo y mente se hubieran transportado a ese lugar, pero su yo presente, no su yo pasado.
Lo primero que noto es que el lugar se siente... vivo. La tierra responde a mis movimientos, como si quisiera jugar, como si quisiera probar qué puedo hacer. Sin pensarlo, me lanzo hacia adelante, mis pies se impulsan con más fuerza de lo que esperaba. Mis piernas se sienten ligeras, como si estuvieran hechas de plumas. Al principio, la sorpresa me detiene, pero una risa infantil brota de mis labios cuando, sin esfuerzo, salto sobre un enorme hongo, aterrizando en su cima como si fuera lo más natural del mundo. Siento que me empuja, que este lugar está diseñado para que desate mi poder; la Numa Numa no Mi se agita en mi interior, ansiosa por salir a jugar.
Al darme la vuelta, el paisaje es un mosaico de maravillas y peligros. A menos de 10 metros, que era lo máximo que podía ver se alzan las sombras de los árboles cuyas raíces han encontrado su camino por el laberinto, retorcidas y gnósticas, como si a cada paso intentaran atraparme. Pero por alguna razón, siento que aquí no hay daño, como si la misma ciénaga se negara a hacerme daño, a arrebatarme de esta inusual bendición. Mis reflejos, habitualmente agudos, parecen adormecidos, como si la niebla que abraza el lugar los hubiera atenuado. Sin embargo, eso no me detiene; a lo lejos, el suave murmullo de agua me llama.
Un sendero de agua turbia que se mezcla con el tejido de sombras que brota de la tierra. Siento un impulso casi irresistible, el lodo me estuviera pidiendo que me sumerja en su superficie. Al acercarme, el terreno cambia; las raíces y los troncos se entrelazan en un paisaje húmedo entre tanto lodo y humedad. Sin pensarlo, salto de nuevo; caigo sobre un hongo y, en lugar de sentir miedo, asombro llena mi pecho. La caída es suave, no hay daño, solo un aterrizaje elegante que me hace reír.
Sumerjo mi mano en el lodo. Me concentro; puede que sea un sueño, puede que no, pero aquí puedo probar mis habilidades al límite. He llegado a este lugar de locura y belleza, y aquí puedo tocar lo que muchos nunca podrán.
—Aquí estoy, Ciénaga del Delirio —susurro al aire, mi voz resonando entre las hojas y las setas, el nombre intuitívamente llegando a mi cabeza.
A medida que avanzo, la niebla comienza a despejarse un poco, revelando más formas y sombras pero pareciendo que se movieran conmigo, no dejándome ver más allá de una distancia concreta. Sé que el peligro acecha, que este lugar tiene sus propias reglas, pero mi corazón late fuerte de emoción.
El juego apenas comienza, y si este sueño es un regalo, no tengo intención de rechazarlo.