Alguien dijo una vez...
Bon Clay
Incluso en las profundidades del infierno.. la semilla de la amistad florece.. dejando volar pétalos sobre las olas del mar como si fueran recuerdos.. Y algún día volverá a florecer.. ¡Okama Way!
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[Común] [C-Presente] La típica reyerta de taberna, no tan típica esta vez
Camille Montpellier
El Bastión de Rostock
Sonrió levemente, satisfecha al ver cómo su improvisado proyectil había servido para aliviar un poco la presión a la que estaban sometiendo a su compañero. No bastaría para acabar con la amenaza del jefe de los bandidos, pero sí para ganar algo de tiempo.

Su sonrisa se borró en el momento en que notó cómo alguien se movía por el rabillo del ojo. No quedaban muchos ladrones en pie a esas alturas, pero los que se sostenía no parecían dispuestos a retirarse o a dejar que se fueran de rositas de allí. Por el contrario, Camille tenía la sensación de que estaban dispuestos a combatir hasta su último aliento. ¿Tan importante era aquel cargamento para ellos, al punto de jugarse la vida? Hizo fuerza con la pierna buena para volver a ponerse en pie, aún apoyada en su odachi, pero esto no evitó una punzada de dolor que le sacó un gruñido de molestia. Tal vez tuvieran deudas o, simplemente, una ambición desmedida que había desvirtuado sus prioridades vitales. «Tampoco creo que pueda opinar al respecto», se dijo, considerando el estado en el que se encontraba.

Desplazó la mirada por la sala, empuñando nuevamente la espada y adoptando una postura de guardia. Habían decidido que su líder se ocupara de Octojin en un duelo, ocupándose los demás de lidiar con la oni. Había una parte de ella que lo agradecía: encargarse de aquellos canijos, pese a la inferioridad numérica, sería mucho más sencillo que tratar con el espadachín. Por otro lado, esto también le insuflaba preocupación por el tiburón.

Tienes prohibido morirte, ¿me oyes? —le advirtió la morena, elevando un poco la espada mientras seguía con la mirada los movimientos de los criminales—. El cementerio pilla lejos y ni de coña voy a cargar contigo hasta allí.

El primero de los bandidos se envalentonó, lanzándose hacia ella por un lateral. No solo lo vio, sino que escuchó su vocerío en el momento en que empezó a correr hacia ella. Los demás no tardaron en seguirle, pero el lapso de tiempo que tardaron en hacerlo le dio una ventana de reacción suficientemente alta como para reaccionar. Nuevamente blandió la hoja en un amplio arco que fue bloqueado a duras penas por el valeroso ladrón, pero esto no disminuyó la fuerza con la que iba cargada la espada, haciendo que soltase su arma y trastabillara hasta caer al suelo. Se dejó llevar por la inercia del golpe para girar un poco sobre sí misma, lanzando otro poderoso tajo que descendió hasta cruzar el torso de otro de ellos. La sangre le salpicó en el rostro y su blanca camisa de marine, aunque la mancha se confundió con todas las demás.

Volvió a girar para encararse con otro de ellos, pero al hacerlo algo le impactó en el rostro con fuerza, haciéndola retroceder. El garrote se había partido en su cara, lo que provocó que algunas astillas salieran volando y le hicieran algunos cortes y arañazos; podía sentir que una se le había clavado justo debajo del ojo, pero por suerte era demasiado pequeña como para suponer un problema. A decir verdad, si en vez de un palo hubiera sido una espada, podría haberse dado por muerta. Por desgracia para su agresor, más allá de un momentáneo mareo y un doloroso ardor en el pómulo que la adrenalina mitigaba, tan solo había conseguido enfadarla. Estiró la mano para sujetarle del rostro y, con una fuerza que nada tenía que envidiarle a la del gyojin, lo estampó contra el suelo antes de salir cargando contra otro de sus compañeros.

El combate se volvió más salvaje si cabe, sin tiempo para florituras ni armoniosos movimientos. Dientes saltaban aquí y allá, huesos se rompían y Camille sentía de vez en cuando cómo alguien lograba hacerle un corte o estamparle algo. Todo ello se veía amortiguado por el frenesí en el que se había inducido y, al final, tras lo que debieron ser no más que un par de minutos, la recluta placó al último de los subordinados hasta estamparlo contra una de las paredes. No se paró a comprobar si el crujido que escuchó al hacerlo había sido provocado por la madera del edificio o los huesos del ladrón.

Su mirada se desvió hacia donde estaba Octojin y, por un momento, con la visión teñida de rojo, sintió un fuerte impulso por lanzarse hacia él y acabar con quien le pillase a mano, incluido el gyojin. Cerró los ojos y los apretó con fuerza, intentando controlar sus pensamientos y su cuerpo mientras respiraba profundamente. Poco a poco su sed se sangre se fue aplacando y, para cuando volvió a abrirlos, ya no tenía aquel tinte asesino en sus pupilas.

Vio cómo el hombre-pez caída de rodillas y justo en ese instante el cansancio y dolor que había estado ignorando le llegó como una ola: todo de golpe. Se tambaleó un poco, pero gracias a su confiable odachi no se cayó de morros contra el suelo. Notó un regusto metálico en su boca y giró el rostro para escupir la sangre acumulada.

Que sean dos momentos —pidió ella, apoyando aún más peso en su improvisado bastón.

Mientras recuperaba el aliento se permitió echar un vistazo al estado de la bodega. Aquí y allá había cuerpos desperdigados, muchos heridos y no pocos muertos. Parte de la mercancía se había visto envuelta en la refriega, por lo que los fragmentos de varias botellas se encontraban desperdigados aquí y allá. No le devolverían a Hans todo el cargamento, pero al menos sí la mayor parte de su inversión. Debería bastar, ¿no?

Cuando se sintió con suficientes fuerzas como para moverse, dirigió sus pasos hacia James —el chico de Hans— y se agachó frente a él para comprobar su estado. Podía escuchar cómo respiraba con cierta dificultad, pero lo hacía que era lo importante. «Menos mal».

En qué lío te habrás metido para tratar con estos hijos de puta...

Negó despacio con decepción, como una madre riñendo a sus hijos, aunque estaba lejos de ser siquiera nada similar para esos chicos. ¿Quizá una hermana mayor? Tampoco era eso.

Volvió a alzarse y se acercó hasta donde estaba Octojin, tambaleándose un poco durante el recorrido, aunque por suerte estaba de espaldas a ella y no debió darse cuenta. Terminó poniéndose a su lado bajo el umbral de la entrada, apoyándose de lado en uno de los extremos de esta

No ha estado tan mal, solo habremos rozado la muerte dos o tres veces cada uno —soltó con sorna, lo que provocó que se riera a continuación y sintiera un latigazo de dolor que le sacó un gruñido—. Voy a reconocer que los gyojin pegáis duro.

Al poco de hablar pudo ver cómo una pequeña figura —mucho más menuda que la de un humano promedio— se acercaba con indecisión, pero sin pausa. En cuanto su vista se aclaró un poco pudo reconocer al crío con el que se habían cruzado antes. Camille chasqueó la lengua con enfado.

¿Pero qué haces aquí? Creía que te habíamos dicho que te fueras lo más lejos posible.

—Yo... —empezó el niño dubitativo, parándose frente a ellos y mirándolos desde abajo con aquellos ojos vidriosos—. Escuché mucho ruido aquí. Pensé que igual los hombres malos... os habían hecho daño —y Camille se dio cuenta de cómo su mirada se iba pasando por las heridas de ambos con marcada preocupación.

¿Daño? —se apresuró a preguntar, forzando una sonrisa y aguantándose el dolor— Si no sabían ni pegar.... No son más que unos pocos rasguños. —No sonaba de lo más convincente, pero pareció que sí lo suficiente como para convencer al chiquillo. Quizá porque ambos estaban en pie—. Pero no te asomes ahí adentro, no es sitio para críos. Oye, ¿te puedo pedir un favor?

—¿Uh? —el niño se quedó mirándola, confuso—. ¿Qué favor?

Conoces a Hans, ¿verdad? El del Trago del Marinero —el niño asintió—. ¿Puedes ir a buscarle y decirle que estamos aquí? Que hemos recuperado lo que le habían robado. Si se lo dices seguro que te invita a un buen filete con patatas y lo que tú quieras.

La ilusión pareció aflorar en el chico, que sonrió de oreja a oreja y asintió repetidas veces antes de salir corriendo a hacer lo que Camille le había pedido. La oni esperó a que el muchacho saliera de su campo de visión antes de dejarse caer al suelo con la espalda apoyada contra la pared. Sus ojos se posaron en el tiburón.

¿Qué? Alguien tendrá que llevarse todo eso hasta allí.
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RE: [C-Presente] La típica reyerta de taberna, no tan típica esta vez - por Camille Montpellier - 14-08-2024, 01:48 PM

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