Airgid Vanaidiam
Metalhead
14-08-2024, 02:34 PM
Cuanto más se acercaba al barco naufragado, más despacito se movía la rubia. Tratando de no hacer ruido o de no llamar demasiado la atención, por si acaso alguien más le estuviera observando. El viento azotaba con fuerza su cuerpo, robusto y fuerte, por lo que parecía estar aguantando bien las ráfagas. Al menos de momento. Entonces escuchó una voz por encima del ruido del viento. Alguien estaba buscando a alguien. ¿Le habían visto? ¿Era a ella a quién se dirigía esa voz?
Se agachó un poco, agarrando sus metralletas con fuerza y continuó avanzando con sigilosos pasos. Se escuchó el fuerte sonido de algo estampándose contra la madera del barco, y acto seguido, fue cuando vio al enorme tiburón en la cubierta del navío varado. Por suerte, no miraba en su dirección, centrado por encontrar el origen del ruido que les había sorprendido. Airgid trataba de no quitarle ojo de encima, era un ser ciertamente imponente, y algo le decía que no sería agradable lidiar con él. Pero a su vez, comenzó a rodear ligeramente el barco, buscando ella también qué tipo de persona había hablado y había provocado tal sonido.
La mujer pudo observar cómo el tiburón caía al suelo, empujado por una fuerte corriente de aire. Sí que era fuerte el viento, si podía lanzar a una persona de tales dimensiones contra el suelo. "Já, qué suerte tengo.", pensó, sin ser consciente de que se le acababa de terminar. Una fuerte ráfaga la golpeó de repente, inesperadamente. La rubia no pudo evitar soltar un grito por la sorpresa, y al caer contra el suelo, una de sus metralletas se disparó sin querer, soltando una fuerte y sobre todo ruidosa oleada de disparos que apuntaron, por suerte, al cielo. Todo el esfuerzo que había depositado en pasar desapercibida, tirado a la basura.
Dio unas cuantas vueltas contra el suelo, haciendo la croqueta por culpa del viento que no se mostró ni un poco compasivo con ella. Cuando por fin le dio un descanso, la mujer se puso en pie y echó a correr. Buscando hacer contacto visual por fin tanto con el tiburón, como con la otra misteriosa voz. De nada servía ya intentar que no la vieran. Finalmente les encontró de frente, al tiburón y al hombre, que resultó ser un tio mayor con alas negras. — ¡¿Quiene zoi' uhtedeh?! — ¿Su voz había cambiado? No, era la misma voz dulce y femenina, pero su acento se había vuelto mucho más exagerado. Aunque no le sorprendió. Para ella, aquel "sueño" ya era tan real como la vida misma. Apuntó con ambas metralletas en dirección a los hombres. Se dio cuenta de que ambos tenían también una bolsita como la suya. — ¿Por qué no me dái lah bolzitah eza? Zi no valen pa' ná, hermanito, anda dármela. — Estaba claro que no funcionaría tratar de quitárselas por las buenas, pero que no se diga que no lo había intentado. A punta de metralleta, sí, pero lo intentó.
Se agachó un poco, agarrando sus metralletas con fuerza y continuó avanzando con sigilosos pasos. Se escuchó el fuerte sonido de algo estampándose contra la madera del barco, y acto seguido, fue cuando vio al enorme tiburón en la cubierta del navío varado. Por suerte, no miraba en su dirección, centrado por encontrar el origen del ruido que les había sorprendido. Airgid trataba de no quitarle ojo de encima, era un ser ciertamente imponente, y algo le decía que no sería agradable lidiar con él. Pero a su vez, comenzó a rodear ligeramente el barco, buscando ella también qué tipo de persona había hablado y había provocado tal sonido.
La mujer pudo observar cómo el tiburón caía al suelo, empujado por una fuerte corriente de aire. Sí que era fuerte el viento, si podía lanzar a una persona de tales dimensiones contra el suelo. "Já, qué suerte tengo.", pensó, sin ser consciente de que se le acababa de terminar. Una fuerte ráfaga la golpeó de repente, inesperadamente. La rubia no pudo evitar soltar un grito por la sorpresa, y al caer contra el suelo, una de sus metralletas se disparó sin querer, soltando una fuerte y sobre todo ruidosa oleada de disparos que apuntaron, por suerte, al cielo. Todo el esfuerzo que había depositado en pasar desapercibida, tirado a la basura.
Dio unas cuantas vueltas contra el suelo, haciendo la croqueta por culpa del viento que no se mostró ni un poco compasivo con ella. Cuando por fin le dio un descanso, la mujer se puso en pie y echó a correr. Buscando hacer contacto visual por fin tanto con el tiburón, como con la otra misteriosa voz. De nada servía ya intentar que no la vieran. Finalmente les encontró de frente, al tiburón y al hombre, que resultó ser un tio mayor con alas negras. — ¡¿Quiene zoi' uhtedeh?! — ¿Su voz había cambiado? No, era la misma voz dulce y femenina, pero su acento se había vuelto mucho más exagerado. Aunque no le sorprendió. Para ella, aquel "sueño" ya era tan real como la vida misma. Apuntó con ambas metralletas en dirección a los hombres. Se dio cuenta de que ambos tenían también una bolsita como la suya. — ¿Por qué no me dái lah bolzitah eza? Zi no valen pa' ná, hermanito, anda dármela. — Estaba claro que no funcionaría tratar de quitárselas por las buenas, pero que no se diga que no lo había intentado. A punta de metralleta, sí, pero lo intentó.