Jim
Hmpf
14-08-2024, 04:09 PM
Repasaba mentalmente lo que había ocurrido mientras mi última flecha surcaba, con éxito y precisión, el cielo. Había sido contratado para un extraño trabajo de guía para saldar mi deuda, cuando llegué me encontré con que había escoltas y guías con apariencias de lo mas variopintas. Hacíamos de niñeras para dos tipos gordos que iban en carro y que al parecer querían cazar por amor al arte. ¡No por la necesidad de alimentar y alimentar a sus familias! Ante la presencia de una manada ñus uno de estos regordetes disparó su arma casi haciendo diana en mi entrepierna. Toda la manada salió en estampida alertando así a un grupo de hienas influenciadas por un león, pusimos en jaque a las hienas y herimos al león. Fue entonces cuando vi como nuestro compañero, al que había lanzado una flecha con la intención de ayudarle, ahora se hacia grande haciendo gala de un extraño poder que yo desconocía en su totalidad. Las hienas huian, dos disparos en lo alto de la cima, el peliblanco y el viejo montando a caballo para ver que sucedía. Yo me había quedado rezagado con uno de los regordetes y el cochero. El hombre pez de gran olfato ascendía el muro para ayudar en la escena.
Aquel día se había convertido en una de las experiencias mas caóticas de mi vida. En algunos momentos había disfrutado, en otros simplemente me había quedado atónito y finalmente en otros me había visto asqueado por las actitudes humanas. No me importaba vivir en una montaña rusa de emociones pero, en aquel día, había tenido suficiente. Vi como el frustrado e intranquilo regordete me enfilaba con su mira y llevaba su mano a lo que parecía ser el disparador, lo había comprobado previamente en los anteriores disparos.
Ni se te ocurra.
Para cuando quisiese darse cuenta mi arco estaba cargado con una flecha, la cuerda tensa y mi mente decidida. Utilizaría todo mi instinto y reflejos para dispararle si veía un gesto ofensivo.
Aquel día se había convertido en una de las experiencias mas caóticas de mi vida. En algunos momentos había disfrutado, en otros simplemente me había quedado atónito y finalmente en otros me había visto asqueado por las actitudes humanas. No me importaba vivir en una montaña rusa de emociones pero, en aquel día, había tenido suficiente. Vi como el frustrado e intranquilo regordete me enfilaba con su mira y llevaba su mano a lo que parecía ser el disparador, lo había comprobado previamente en los anteriores disparos.
Ni se te ocurra.
Para cuando quisiese darse cuenta mi arco estaba cargado con una flecha, la cuerda tensa y mi mente decidida. Utilizaría todo mi instinto y reflejos para dispararle si veía un gesto ofensivo.