Asradi
Völva
14-08-2024, 10:37 PM
Y Galhard comenzó a darle todo un discurso, o su punto de vista, sobre la Marina y la justicia absoluta de esta. Era interesante también escuchar eso. A decir verdad, ella no estaba muy familiarizada con el gobierno, más allá de las cosas malas que había escuchado. De todo lo que permitía hacer, sobre todo a escondidas. Pero saber que había gente buena, aún en lugares como eses, era como un soplo de aire fresco. Eso le hizo sonreír de manera más suave. Incluso desvió la mirada hacia el mar unos momentos, pensativa. Si había más gente como él, quizás todavía había algo de esperanza.
De verdad: ojalá más gente que pensase como Galhard.
— Las reglas están para romperse, yo pienso así. — Le sonrió, ahora mucho más suave, más relajada. Había comprobado que, al menos inicialmente, el de cabellera castaña no estaba ahí con afán de hacerle daño. Mucho menos capturarla para venderla.
Además, había dicho que era de la Marina. No solo eso, por la convicción que había puesto en sus palabras, le creía. Simple y llanamente.
La sirena, finalmente, se sintió a gusto. Hasta tal punto que se permitió desperezarse y mostrarse más confiada y cercana, dentro de lo que cabía, con el marine. Le había compartido su comida, le estaba dando una charla amena y, simplemente, no la había juzgado por su fisonomía. No la estaba tratando como un objeto. Y eso, para ella, valía mucho.
— Pero tus intenciones son muy loables. No va a serte fácil, tal y como está trazado el mundo ahora mismo. Como están trazadas las leyes, al menos las pocas que yo conozco. — Su voz era un susurro, aunque audible. Era como una caricia proveniente del mar. Hipnótica. Los ojos azules de la sirena se posaron sobre Galhard, más intensamente. — Pero si estás tan convencido y esas son tus intenciones... Espero que encuentres más gente que piense igual que tú y podáis cambiar todo eso.
Con más gente que pensase como él, que quisiera cambiar el mundo y la justicia como él. Ya fuese entre criaturas de la superficie o de los mares. Porque ella sabía que había gyojin y sirenas que no estaban de acuerdo con ese extremismo. Asradi era una de ellas. Y, aún así, la vida le había hecho desconfiada. Era un simple instinto de supervivencia.
Miró hacia la luna, embebiéndose de la belleza del plateado astro. El sonido de las olas rompiendo, con suavidad, en la orilla, era también relajante.
Finalmente, sonrió de manera sutil.
— Solo necesitaría alguna prenda que me ayude a cubrir la cola. — Señaló la susodicha. Incluso la levantó ligeramente, de manera parcial, con soltura y gracia. — Tú eres buena persona, pero no estoy segura de cómo reaccionaría el resto de la gente si la ve.
Y, sinceramente, no quería arriesgarse a tener un momento incómodo. O peligroso.
De verdad: ojalá más gente que pensase como Galhard.
— Las reglas están para romperse, yo pienso así. — Le sonrió, ahora mucho más suave, más relajada. Había comprobado que, al menos inicialmente, el de cabellera castaña no estaba ahí con afán de hacerle daño. Mucho menos capturarla para venderla.
Además, había dicho que era de la Marina. No solo eso, por la convicción que había puesto en sus palabras, le creía. Simple y llanamente.
La sirena, finalmente, se sintió a gusto. Hasta tal punto que se permitió desperezarse y mostrarse más confiada y cercana, dentro de lo que cabía, con el marine. Le había compartido su comida, le estaba dando una charla amena y, simplemente, no la había juzgado por su fisonomía. No la estaba tratando como un objeto. Y eso, para ella, valía mucho.
— Pero tus intenciones son muy loables. No va a serte fácil, tal y como está trazado el mundo ahora mismo. Como están trazadas las leyes, al menos las pocas que yo conozco. — Su voz era un susurro, aunque audible. Era como una caricia proveniente del mar. Hipnótica. Los ojos azules de la sirena se posaron sobre Galhard, más intensamente. — Pero si estás tan convencido y esas son tus intenciones... Espero que encuentres más gente que piense igual que tú y podáis cambiar todo eso.
Con más gente que pensase como él, que quisiera cambiar el mundo y la justicia como él. Ya fuese entre criaturas de la superficie o de los mares. Porque ella sabía que había gyojin y sirenas que no estaban de acuerdo con ese extremismo. Asradi era una de ellas. Y, aún así, la vida le había hecho desconfiada. Era un simple instinto de supervivencia.
Miró hacia la luna, embebiéndose de la belleza del plateado astro. El sonido de las olas rompiendo, con suavidad, en la orilla, era también relajante.
Finalmente, sonrió de manera sutil.
— Solo necesitaría alguna prenda que me ayude a cubrir la cola. — Señaló la susodicha. Incluso la levantó ligeramente, de manera parcial, con soltura y gracia. — Tú eres buena persona, pero no estoy segura de cómo reaccionaría el resto de la gente si la ve.
Y, sinceramente, no quería arriesgarse a tener un momento incómodo. O peligroso.