Gautama D. Lovecraft
El Ascendido
15-08-2024, 02:36 PM
Al galope fuimos Terence y yo hasta la subida donde se perdió el ricachón Carl, una suave meseta que parecía alejarse levemente de la posición de los demás, pero que no nos daríamos cuenta de que en ella, comenzábamos a sobrepasar ciertos límites que no nos convenía violar. No obstante, la imprudencia del gordo nos llevó a presenciar, una vez llegamos montados al sitio que en el, no estábamos solos.
El joven Yoshi también se encontraba ahí, y los 3 pudimos ver como otros 3 desconocidos parecían haber llegado antes que nosotros. Mis ojos no tardaron en evaluarlos, sin juicio ni soberbia, pero pronto pude darme cuenta que, la carencia de ciertos rasgos normalizados socialmente en sus ropas daban a entender que aquellos extraños no provenían de una civilización asentada ni basada en los cánones y patrones comúnmente conocidos, por lo que llegué a la conclusión de que ellos quizá fueran los problemas que debíamos evitar tras la advertencia del tipo del complejo. Las voces del encargado del carruaje me alertaron, las tomé y las tuve en cuenta, y vaya que sirvieron.
Intenté tomar las riendas de la situación, por mi cabeza pasaron múltiples desenlaces ante lo que estaba aconteciendo. No tenía conocimientos sobre ellos y tenía que ayudarme de algunas conjeturas para ser prudente. Estaban armados, guardaban algo de distancia entre nosotros, seguro conocían el terreno a la perfección y para mí, lo más importante, daba por hecho de que no estaban solos o al menos no tardarían en estarlo en el caso de que lo necesitasen.
Me desquité del caballo y bajé al suelo, ya en él miré a Terence, una mirada que valía más que mil palabras, y que acompañé con un ligero ladeo de cabeza para que el joven desmontara también del caballo.
- Iros, informad grupo -
Les dije musitando, especialmente, por si la situación se volvía fea y que pudiéramos defendernos con los refuerzos del grupo hasta salir de sus dominios. Volví a fijar mi vista al grupo, en concreto al líder. Me descalcé con la intención de equipararme a ellos, que también lo estaban, y por mera intuición, como también amaba la tierra y los seres que la habitaban, tracé con movimiento lento una bajada hasta esta que no los alterase, cogiendo con las manos algo de la tierra del árido suelo, y al incorporarme, realicé una reverencia hacia los indígenas con las palmas juntas a la altura del pecho.
La arena caería lentamente durante la reverencia, sabía que aquel gesto, era una señal de respeto casi universal, y confiaba en que los aborígenes la interpretasen como tal para que supieran que yo los consideraba así como el hogar donde habitaban. Se respiraba un silencio tenso, los nativos seguían en guardia ante nosotros, lo que buscaba era relajar levemente el ambiente y negociar. Ni llevaba dinero, y si ni yo lo quería, esos 3 menos, pero daba por hecho de que el trueque si lo conocerían, pues era una de las costumbres más antiguas que se conocen del ser humano.
Me armé del carisma y el temple que me caracterizaban, y confiado, tomé las riendas del caballo donde subimos la meseta con una mano, elevando la restante con la palma hacia la misma punta de su flecha para demostrar mis buenas intenciones. Descalzo, avancé prudente acercándome hasta estos, despacio, pero respetaría su límite, por eso, una vez llegué hasta la marca que el aparente jefe trazó con su arco para que no cruzásemos, le quité lentamente las riendas al caballo y su sillín, ofreciéndoselo a este mientras que con la mano restante que seguía levantada, señalé al maldito gordinflón que nos metió en todo esto.
No sabía si aquello finalizaría exitosamente o me llevaría un flechazo, confiaba en llegar a un buen puerto con el que parecía el jefe. Mi porte carismática a veces me había ayudado en alguna situación que otra a lo largo de mi vida, pero nada tenía que ver si esos 3 se mostraban agresivos. Pero confiaba en que les pareciera justo el intercambio del caballo por el ricachón, de todas formas, y de eso si que estaba seguro, que el animalito viviría una mejor vida con ellos que tirando de un carruaje hasta el resto de sus días.
¿Vería con buenos ojos el líder aquella situación? ¿Me aceptaría como tal y cambiaría el caballo por el cuerpo del rico seboso? Sinceramente, incluso estaría abierto a conocerlos mejor, y ahondar en su cultura, pero se mostraban a la defensiva. ¿Habría cometido el rico un acto tan deshonroso que incluso nosotros pagaríamos por ello? Tragué saliva por ver como se desenlazaría aquella situación. Maldito gordo descuidado.
El joven Yoshi también se encontraba ahí, y los 3 pudimos ver como otros 3 desconocidos parecían haber llegado antes que nosotros. Mis ojos no tardaron en evaluarlos, sin juicio ni soberbia, pero pronto pude darme cuenta que, la carencia de ciertos rasgos normalizados socialmente en sus ropas daban a entender que aquellos extraños no provenían de una civilización asentada ni basada en los cánones y patrones comúnmente conocidos, por lo que llegué a la conclusión de que ellos quizá fueran los problemas que debíamos evitar tras la advertencia del tipo del complejo. Las voces del encargado del carruaje me alertaron, las tomé y las tuve en cuenta, y vaya que sirvieron.
Intenté tomar las riendas de la situación, por mi cabeza pasaron múltiples desenlaces ante lo que estaba aconteciendo. No tenía conocimientos sobre ellos y tenía que ayudarme de algunas conjeturas para ser prudente. Estaban armados, guardaban algo de distancia entre nosotros, seguro conocían el terreno a la perfección y para mí, lo más importante, daba por hecho de que no estaban solos o al menos no tardarían en estarlo en el caso de que lo necesitasen.
Me desquité del caballo y bajé al suelo, ya en él miré a Terence, una mirada que valía más que mil palabras, y que acompañé con un ligero ladeo de cabeza para que el joven desmontara también del caballo.
- Iros, informad grupo -
Les dije musitando, especialmente, por si la situación se volvía fea y que pudiéramos defendernos con los refuerzos del grupo hasta salir de sus dominios. Volví a fijar mi vista al grupo, en concreto al líder. Me descalcé con la intención de equipararme a ellos, que también lo estaban, y por mera intuición, como también amaba la tierra y los seres que la habitaban, tracé con movimiento lento una bajada hasta esta que no los alterase, cogiendo con las manos algo de la tierra del árido suelo, y al incorporarme, realicé una reverencia hacia los indígenas con las palmas juntas a la altura del pecho.
La arena caería lentamente durante la reverencia, sabía que aquel gesto, era una señal de respeto casi universal, y confiaba en que los aborígenes la interpretasen como tal para que supieran que yo los consideraba así como el hogar donde habitaban. Se respiraba un silencio tenso, los nativos seguían en guardia ante nosotros, lo que buscaba era relajar levemente el ambiente y negociar. Ni llevaba dinero, y si ni yo lo quería, esos 3 menos, pero daba por hecho de que el trueque si lo conocerían, pues era una de las costumbres más antiguas que se conocen del ser humano.
Me armé del carisma y el temple que me caracterizaban, y confiado, tomé las riendas del caballo donde subimos la meseta con una mano, elevando la restante con la palma hacia la misma punta de su flecha para demostrar mis buenas intenciones. Descalzo, avancé prudente acercándome hasta estos, despacio, pero respetaría su límite, por eso, una vez llegué hasta la marca que el aparente jefe trazó con su arco para que no cruzásemos, le quité lentamente las riendas al caballo y su sillín, ofreciéndoselo a este mientras que con la mano restante que seguía levantada, señalé al maldito gordinflón que nos metió en todo esto.
No sabía si aquello finalizaría exitosamente o me llevaría un flechazo, confiaba en llegar a un buen puerto con el que parecía el jefe. Mi porte carismática a veces me había ayudado en alguna situación que otra a lo largo de mi vida, pero nada tenía que ver si esos 3 se mostraban agresivos. Pero confiaba en que les pareciera justo el intercambio del caballo por el ricachón, de todas formas, y de eso si que estaba seguro, que el animalito viviría una mejor vida con ellos que tirando de un carruaje hasta el resto de sus días.
¿Vería con buenos ojos el líder aquella situación? ¿Me aceptaría como tal y cambiaría el caballo por el cuerpo del rico seboso? Sinceramente, incluso estaría abierto a conocerlos mejor, y ahondar en su cultura, pero se mostraban a la defensiva. ¿Habría cometido el rico un acto tan deshonroso que incluso nosotros pagaríamos por ello? Tragué saliva por ver como se desenlazaría aquella situación. Maldito gordo descuidado.