Bajo el suave resplandor de la luna, la arena se teñía de tonos plateados, y el sonido de las olas acariciaba la cala en un tranquilo vaivén. Galhard, sintiendo la serenidad del momento, se acomodó un poco más en la arena, su postura relajada reflejando la comodidad que empezaba a encontrar en la compañía de Asradi.
—Entiendo tus preocupaciones, y tienes razón. Cambiar el mundo es un proceso largo, a menudo más lento de lo que nos gustaría —respondió Galhard, su tono suave y considerado. Observó cómo Asradi jugaba con la arena, su cola dibujando patrones abstractos en la superficie húmeda, y sonrió levemente ante la simplicidad y belleza del gesto.
—Mañana buscaré algo apropiado para ti, una falda larga que te permita moverte con libertad y seguridad. Algo que respete tu naturaleza y, al mismo tiempo, te brinde la discreción que deseas —prometió, pensando ya en cómo conseguiría la prenda adecuada para ella.
A la invitación de Asradi de disfrutar un poco más de la noche, Galhard asintió con gusto. El ambiente relajante de la playa y la conversación agradable eran una combinación perfecta que no deseaba interrumpir precipitadamente.
—Es un lugar especial, Rostock —comenzó, respondiendo a la curiosidad de Asradi sobre su entorno—. Es uno de esos lugares donde el tiempo parece moverse al ritmo de las olas. La gente aquí es diversa, vienen de todos los rincones del mundo, y aunque cada uno trae sus historias, hay una especie de entendimiento mutuo... una paz que se siente difícil de encontrar en otros lugares.—
Galhard se tomó un momento para escoger sus palabras, deseando compartir aspectos de su vida que resonaran con la sirena, que parecía valorar tanto la sinceridad como la profundidad.
—Mi vida ha estado dedicada al mar y a entender las diversas culturas que lo rodean. Como marine, mi misión ha sido proteger y servir, pero a lo largo del camino, he aprendido que servir a menudo significa escuchar y aprender, no solo imponer. Y creo que es allí donde podemos comenzar a hacer un cambio real, en el encuentro de culturas y el intercambio de ideas—explicó, su voz cargada de una pasión tranquila por su vocación
.
Mirando hacia el mar, luego de nuevo hacia Asradi, añadió:
—Nací en una familia noble del North Blue —comenzó, su voz llevando un matiz reflexivo mientras miraba hacia el horizonte oscurecido por la noche—. Desde pequeño, me vi rodeado de riquezas y privilegios, pero eso nunca llenó el vacío que sentía. Había algo en ese mundo de opulencia y expectativas que simplemente no resonaba conmigo.—
Galhard pausó un momento, recogiendo sus pensamientos antes de continuar.
—Mi educación fue una mezcla extraña de indulgencia y severidad. Mis padres, aunque me querían, estaban más enfocados en prepararme para tomar el mando de la familia. Pero cuanto más intentaban moldearme, más me resistía. No quería ser parte de algo que sentía que estaba fundamentalmente mal.—
La mención de su escape a la marina iluminó su expresión, un destello de la pasión y la determinación que lo habían llevado a cambiar el curso de su vida.
—Cuando finalmente dejé mi hogar para unirme a la Marina, fue en búsqueda de un propósito que fuera genuinamente mío. Quería limpiar el nombre de mi familia, sí, pero más que eso, quería hacer algo bueno con mi vida. Luchar contra las injusticias que había visto crecer, como el comercio de esclavos que, lamentablemente, es protegido incluso por aquellos en los más altos niveles de poder.—
Galhard se volvió hacia Asradi, su mirada intensa y seria.
—La justicia absoluta, esa idea de que todo debe ser blanco o negro, me repugna. Creo que la verdadera justicia implica compasión, entendimiento y, sobre todo, un deseo genuino de mejorar la vida de las personas. Eso es lo que trato de llevar a cabo cada día. No siempre es fácil, y a menudo es un camino solitario, pero encuentros como este... —hizo un gesto hacia ella y el entorno sereno que compartían—...me recuerdan que no estoy completamente solo en este empeño.—
Al decir esto, se permitió una sonrisa suave, una que hablaba de desafíos y de esperanzas compartidas.
—Asradi, cada uno de nosotros tiene su lucha, pero quizás, al compartir nuestras historias, podemos encontrar algo de fuerza en la comprensión mutua. Me alegra mucho haberte encontrado esta noche, y espero que podamos ayudarnos mutuamente, aunque sea solo ofreciendo un oído comprensivo o una compañía en un momento de necesidad.—
Con una mirada al cielo nocturno, Galhard sintió que, a pesar de todo, había algo de verdad en el optimismo que Asradi había mencionado antes. Quizás, solo quizás, podrían hacer una diferencia, cada uno a su manera.
—Y esta noche, hablando contigo, me siento afortunado de tener la oportunidad de entender un poco más del mundo bajo las olas, y espero poder ofrecerte la misma comprensión sobre la vida aquí, en la superficie. ¿Puedo yo ahora saber un poco de ti?— Finalizó con una cálida sonrisa mirando esta vez a los ojos de la sirena.
El viento marino jugaba con los cabellos de Galhard mientras hablaba, y la suave brisa nocturna parecía llevar sus palabras hacia el mar, como si invitara al mundo entero a escuchar y aprender. En la quietud de la noche, con solo el murmullo del mar como acompañamiento, ambos compartían un momento de genuina conexión, un pequeño pero significativo puente entre dos mundos muy diferentes.
—Entiendo tus preocupaciones, y tienes razón. Cambiar el mundo es un proceso largo, a menudo más lento de lo que nos gustaría —respondió Galhard, su tono suave y considerado. Observó cómo Asradi jugaba con la arena, su cola dibujando patrones abstractos en la superficie húmeda, y sonrió levemente ante la simplicidad y belleza del gesto.
—Mañana buscaré algo apropiado para ti, una falda larga que te permita moverte con libertad y seguridad. Algo que respete tu naturaleza y, al mismo tiempo, te brinde la discreción que deseas —prometió, pensando ya en cómo conseguiría la prenda adecuada para ella.
A la invitación de Asradi de disfrutar un poco más de la noche, Galhard asintió con gusto. El ambiente relajante de la playa y la conversación agradable eran una combinación perfecta que no deseaba interrumpir precipitadamente.
—Es un lugar especial, Rostock —comenzó, respondiendo a la curiosidad de Asradi sobre su entorno—. Es uno de esos lugares donde el tiempo parece moverse al ritmo de las olas. La gente aquí es diversa, vienen de todos los rincones del mundo, y aunque cada uno trae sus historias, hay una especie de entendimiento mutuo... una paz que se siente difícil de encontrar en otros lugares.—
Galhard se tomó un momento para escoger sus palabras, deseando compartir aspectos de su vida que resonaran con la sirena, que parecía valorar tanto la sinceridad como la profundidad.
—Mi vida ha estado dedicada al mar y a entender las diversas culturas que lo rodean. Como marine, mi misión ha sido proteger y servir, pero a lo largo del camino, he aprendido que servir a menudo significa escuchar y aprender, no solo imponer. Y creo que es allí donde podemos comenzar a hacer un cambio real, en el encuentro de culturas y el intercambio de ideas—explicó, su voz cargada de una pasión tranquila por su vocación
.
Mirando hacia el mar, luego de nuevo hacia Asradi, añadió:
—Nací en una familia noble del North Blue —comenzó, su voz llevando un matiz reflexivo mientras miraba hacia el horizonte oscurecido por la noche—. Desde pequeño, me vi rodeado de riquezas y privilegios, pero eso nunca llenó el vacío que sentía. Había algo en ese mundo de opulencia y expectativas que simplemente no resonaba conmigo.—
Galhard pausó un momento, recogiendo sus pensamientos antes de continuar.
—Mi educación fue una mezcla extraña de indulgencia y severidad. Mis padres, aunque me querían, estaban más enfocados en prepararme para tomar el mando de la familia. Pero cuanto más intentaban moldearme, más me resistía. No quería ser parte de algo que sentía que estaba fundamentalmente mal.—
La mención de su escape a la marina iluminó su expresión, un destello de la pasión y la determinación que lo habían llevado a cambiar el curso de su vida.
—Cuando finalmente dejé mi hogar para unirme a la Marina, fue en búsqueda de un propósito que fuera genuinamente mío. Quería limpiar el nombre de mi familia, sí, pero más que eso, quería hacer algo bueno con mi vida. Luchar contra las injusticias que había visto crecer, como el comercio de esclavos que, lamentablemente, es protegido incluso por aquellos en los más altos niveles de poder.—
Galhard se volvió hacia Asradi, su mirada intensa y seria.
—La justicia absoluta, esa idea de que todo debe ser blanco o negro, me repugna. Creo que la verdadera justicia implica compasión, entendimiento y, sobre todo, un deseo genuino de mejorar la vida de las personas. Eso es lo que trato de llevar a cabo cada día. No siempre es fácil, y a menudo es un camino solitario, pero encuentros como este... —hizo un gesto hacia ella y el entorno sereno que compartían—...me recuerdan que no estoy completamente solo en este empeño.—
Al decir esto, se permitió una sonrisa suave, una que hablaba de desafíos y de esperanzas compartidas.
—Asradi, cada uno de nosotros tiene su lucha, pero quizás, al compartir nuestras historias, podemos encontrar algo de fuerza en la comprensión mutua. Me alegra mucho haberte encontrado esta noche, y espero que podamos ayudarnos mutuamente, aunque sea solo ofreciendo un oído comprensivo o una compañía en un momento de necesidad.—
Con una mirada al cielo nocturno, Galhard sintió que, a pesar de todo, había algo de verdad en el optimismo que Asradi había mencionado antes. Quizás, solo quizás, podrían hacer una diferencia, cada uno a su manera.
—Y esta noche, hablando contigo, me siento afortunado de tener la oportunidad de entender un poco más del mundo bajo las olas, y espero poder ofrecerte la misma comprensión sobre la vida aquí, en la superficie. ¿Puedo yo ahora saber un poco de ti?— Finalizó con una cálida sonrisa mirando esta vez a los ojos de la sirena.
El viento marino jugaba con los cabellos de Galhard mientras hablaba, y la suave brisa nocturna parecía llevar sus palabras hacia el mar, como si invitara al mundo entero a escuchar y aprender. En la quietud de la noche, con solo el murmullo del mar como acompañamiento, ambos compartían un momento de genuina conexión, un pequeño pero significativo puente entre dos mundos muy diferentes.