Shiro
Ninguno
15-08-2024, 07:14 PM
-Pues ni vaca que hable… ni nada. Qué extraño - pensé asombrado cuando tras pasar unos segundos nada sucedía.
Todo seguía sumido en la misma densa niebla y no volví a escuchar ningún grito como el que me había despertado… si es que se podía llamar así. Aún no entendía muy bien qué estaba pasando pero no me podía quitar de la cabeza la extraña sensación de que se me escapaba algo.
-Para qué vales pequeña - murmuré tras vaciar la misteriosa bolsa que llevaba al cinto observando de cerca la canica. Cuanto más la miraba, más ansiaba no perderla. Era tan redonda, tan pulida, tan… sencillamente perfecta que daban ganas de enterrarla en un lugar seguro.
-¡Estúpido, ni que fueras un perro! - me recriminé obligándome a dejar la canica donde estaba. Por alguna extraña razón no podía deshacer el nudo que la unía al cinturón, aunque era algo por extraño que fuese no me disgustaba. Me sentía más seguro de no perder así la posesión más preciada que tenía.
-Bueno, es hora de moverse - murmuré obligándome a hacer algo. No podía quedarme más tiempo aquí perdiendo el tiempo por lo que tras desenfundar la espada me acerqué a una de las setas que me rodeaban. Esta media alrededor de tres metros y tenía una cabeza ancha y plana, no era precisamente una de las más grandes, pero sí lo suficiente para lo que había planeado. Mi sentido de la orientación era penoso, por lo que de nada me servía deambular sin sentido por un terreno tan inhóspito. Necesitaba verlo desde otra perspectiva.
No quería salir despedido otra vez, por lo que tras un par de tajos con mi arma conseguí que esta cayese al suelo consiguiendo el método de transporte que necesitaba. Guardé mi arma en su vaina y la enganché al cinto donde colgaba la bolsa con mi preciada canica. Con un ligero movimiento me senté a horcajadas sobre el tallo, procurando no aplastar demasiado mis partes sensibles que se encontraban al descubierto, y coloqué las manos sobre el mismo tallo. Era hora de usar los poderes que aquella extraña fruta me confirió. No solía usarlos muchos puesto que suponía un gran gasto de energía, pero confiaba que en este mundo que se antojaba como una pesadilla no tuviese que sufrir tal restricción.
-¡Ale Hop! - grité mientras activaba mis poderes haciendo que esta levitase unos siete u ocho metros. -Mierda… - mascullé extrañado cuando noté el habitual desgaste que conllevaba hacerlo. No era algo que me esperase que sucediera, por lo que en vez de deleitarme en el pilotaje del hongo me apresuré en avanzar sin perder el tiempo. Desde arriba tampoco es que tuviera una mejor visión, pero al menos no me encontraba a merced de lo que se ocultase tras la niebla.
Estaban pasando demasiadas cosas que no entendía y comenzaba a sentirme algo intranquilo por todo lo que estaba pasando. Ya había escuchado extraños gritos y visto siluetas que pasaban despedidas… por lo que cuando se topó con la siguiente escena ya no sabía ni cómo tomármelo. Unos metros más abajo, junto una seta desgarrada, se encontraba lo que parecía una especie de perro antropomórfico vomitando un líquido brillante color arcoiris haciendo que la tonalidad de su pelaje se tornase tan peculiar como el de las setas. No sabía qué era ese ser ni si el motivo de su vomitera era debido a comerse uno de aquellos peculiares hongos, pero tampoco es que me importase dada la situación.
-¡Eh! - grité a la bestia desde mi propia seta mientras hacía que esta se mantuviese suspendida en el aire. -¿Sabes dónde estamos? - pregunté dando por sentado que el animal, o lo que fuese, pudiese hablar.
No sabía si el bicho tendría una actitud hostil, pero por si acaso me mantuve preparado por si tenía que reaccionar rápidamente contra él.
Todo seguía sumido en la misma densa niebla y no volví a escuchar ningún grito como el que me había despertado… si es que se podía llamar así. Aún no entendía muy bien qué estaba pasando pero no me podía quitar de la cabeza la extraña sensación de que se me escapaba algo.
-Para qué vales pequeña - murmuré tras vaciar la misteriosa bolsa que llevaba al cinto observando de cerca la canica. Cuanto más la miraba, más ansiaba no perderla. Era tan redonda, tan pulida, tan… sencillamente perfecta que daban ganas de enterrarla en un lugar seguro.
-¡Estúpido, ni que fueras un perro! - me recriminé obligándome a dejar la canica donde estaba. Por alguna extraña razón no podía deshacer el nudo que la unía al cinturón, aunque era algo por extraño que fuese no me disgustaba. Me sentía más seguro de no perder así la posesión más preciada que tenía.
-Bueno, es hora de moverse - murmuré obligándome a hacer algo. No podía quedarme más tiempo aquí perdiendo el tiempo por lo que tras desenfundar la espada me acerqué a una de las setas que me rodeaban. Esta media alrededor de tres metros y tenía una cabeza ancha y plana, no era precisamente una de las más grandes, pero sí lo suficiente para lo que había planeado. Mi sentido de la orientación era penoso, por lo que de nada me servía deambular sin sentido por un terreno tan inhóspito. Necesitaba verlo desde otra perspectiva.
No quería salir despedido otra vez, por lo que tras un par de tajos con mi arma conseguí que esta cayese al suelo consiguiendo el método de transporte que necesitaba. Guardé mi arma en su vaina y la enganché al cinto donde colgaba la bolsa con mi preciada canica. Con un ligero movimiento me senté a horcajadas sobre el tallo, procurando no aplastar demasiado mis partes sensibles que se encontraban al descubierto, y coloqué las manos sobre el mismo tallo. Era hora de usar los poderes que aquella extraña fruta me confirió. No solía usarlos muchos puesto que suponía un gran gasto de energía, pero confiaba que en este mundo que se antojaba como una pesadilla no tuviese que sufrir tal restricción.
-¡Ale Hop! - grité mientras activaba mis poderes haciendo que esta levitase unos siete u ocho metros. -Mierda… - mascullé extrañado cuando noté el habitual desgaste que conllevaba hacerlo. No era algo que me esperase que sucediera, por lo que en vez de deleitarme en el pilotaje del hongo me apresuré en avanzar sin perder el tiempo. Desde arriba tampoco es que tuviera una mejor visión, pero al menos no me encontraba a merced de lo que se ocultase tras la niebla.
Estaban pasando demasiadas cosas que no entendía y comenzaba a sentirme algo intranquilo por todo lo que estaba pasando. Ya había escuchado extraños gritos y visto siluetas que pasaban despedidas… por lo que cuando se topó con la siguiente escena ya no sabía ni cómo tomármelo. Unos metros más abajo, junto una seta desgarrada, se encontraba lo que parecía una especie de perro antropomórfico vomitando un líquido brillante color arcoiris haciendo que la tonalidad de su pelaje se tornase tan peculiar como el de las setas. No sabía qué era ese ser ni si el motivo de su vomitera era debido a comerse uno de aquellos peculiares hongos, pero tampoco es que me importase dada la situación.
-¡Eh! - grité a la bestia desde mi propia seta mientras hacía que esta se mantuviese suspendida en el aire. -¿Sabes dónde estamos? - pregunté dando por sentado que el animal, o lo que fuese, pudiese hablar.
No sabía si el bicho tendría una actitud hostil, pero por si acaso me mantuve preparado por si tenía que reaccionar rápidamente contra él.