Ray
Kuroi Ya
16-08-2024, 02:23 PM
Una vez tanto el delincuente herido como el muerto estuvieron bajo custodia el herrero comentó a Ray que conocía a alguien que podía ayudarle. Se refirió a dicha persona como el viejo lobo de mar, lo que con toda seguridad quería decir que se trataba de un veterano marinero, fuesen o no legales sus actividades. Le habló sobre la importancia que ese hombre había tenido en la creación del Arsenal, y le explicó que ya estaba retirado. Le indicó con pelos y señales dónde podría encontrarle y le dejó claro que, si quería que se fiara de él, debía primero invitarle a un trago. Escribió algo en un papel que le entregó para que se lo diera al anciano y, tras haberle dejado claro cómo llegar hasta él, se despidió dándole de nuevo las gracias.
El trayecto hasta el establecimiento donde debía encontrar al viejo lobo de mar fue largo, pues estaba en la zona opuesta del distrito. Tras poco menos de una hora de camino el joven llegó a su objetivo. Un pequeño bar situado al lado de otra herrería, probablemente la décima que se había cruzado en ese último rato. El de pelo blanco entró en el local. Desde el interior parecía aún más pequeño, con apenas dos o tres mesas y una barra tras la que la camarera se afanaba en servir a los pocos clientes que había. Su pelo rojo destacaba en el interior de aquel edificio de madera.
Un anciano cuyo aspecto coincidía con la descripción que Kensho le había dado estaba sentado en la barra. La expresión de su rostro no animaba especialmente a acercarse y entablar una conversación con él, pues parecía de todo menos amable. Si embargo un joven con aspecto de pirata de poca monta hizo caso omiso de esto y rodeó al viejo con el brazo mientras comenzaba a hablarle con escasa educación, casi como si quisiera reírse de él. En opinión de Ray aquella situación no iba a acabar bien, podía casi mascarse la tragedia.
Y efectivamente no terminó bien, aunque no precisamente para el anciano, quien se levantó y golpeó con brutalidad al maleducado pirata, primero con el puño y después con un brutal cabezazo que le destrozó la cara. Entre improperios y visiblemente contrariado, el lobo de mar se sentó de nuevo y pidió una cerveza.
- ¡Cóbrame su cerveza, por favor! - Dijo en voz alta Ray mientras señalaba al anciano. Aquella situación, por peliaguda que pareciera, podía perfectamente jugar a su favor. El joven era consciente de su habilidad para ganarse a la gente y caer bien, y confiaba plenamente en su capacidad de aprovechar lo sucedido en su beneficio. Se acercó al viejo lobo de mar y, sonriendo ampliamente, le dijo:
- Lo que hay que aguantar a veces. Ese idiota se lo ha buscado él solo. Hay gente que no sabe beber.
Miró de nuevo al viejo y, tendiéndole la mano a modo de saludo, se presentó:
- Soy Ray, por cierto. Me envía Kensho, el herrero.
Tras esto le entregó el papel que este le había dado y, si el anciano lo permitía, trataría de seguir la conversación preguntándole sobre el posible paradero del Capitán Crus y sobre la forma de entrar en aquellas pequeñas fortalezas que poblaban el barrio y donde seguramente se llevarían a cabo los más sucios negocios de la zona.
El trayecto hasta el establecimiento donde debía encontrar al viejo lobo de mar fue largo, pues estaba en la zona opuesta del distrito. Tras poco menos de una hora de camino el joven llegó a su objetivo. Un pequeño bar situado al lado de otra herrería, probablemente la décima que se había cruzado en ese último rato. El de pelo blanco entró en el local. Desde el interior parecía aún más pequeño, con apenas dos o tres mesas y una barra tras la que la camarera se afanaba en servir a los pocos clientes que había. Su pelo rojo destacaba en el interior de aquel edificio de madera.
Un anciano cuyo aspecto coincidía con la descripción que Kensho le había dado estaba sentado en la barra. La expresión de su rostro no animaba especialmente a acercarse y entablar una conversación con él, pues parecía de todo menos amable. Si embargo un joven con aspecto de pirata de poca monta hizo caso omiso de esto y rodeó al viejo con el brazo mientras comenzaba a hablarle con escasa educación, casi como si quisiera reírse de él. En opinión de Ray aquella situación no iba a acabar bien, podía casi mascarse la tragedia.
Y efectivamente no terminó bien, aunque no precisamente para el anciano, quien se levantó y golpeó con brutalidad al maleducado pirata, primero con el puño y después con un brutal cabezazo que le destrozó la cara. Entre improperios y visiblemente contrariado, el lobo de mar se sentó de nuevo y pidió una cerveza.
- ¡Cóbrame su cerveza, por favor! - Dijo en voz alta Ray mientras señalaba al anciano. Aquella situación, por peliaguda que pareciera, podía perfectamente jugar a su favor. El joven era consciente de su habilidad para ganarse a la gente y caer bien, y confiaba plenamente en su capacidad de aprovechar lo sucedido en su beneficio. Se acercó al viejo lobo de mar y, sonriendo ampliamente, le dijo:
- Lo que hay que aguantar a veces. Ese idiota se lo ha buscado él solo. Hay gente que no sabe beber.
Miró de nuevo al viejo y, tendiéndole la mano a modo de saludo, se presentó:
- Soy Ray, por cierto. Me envía Kensho, el herrero.
Tras esto le entregó el papel que este le había dado y, si el anciano lo permitía, trataría de seguir la conversación preguntándole sobre el posible paradero del Capitán Crus y sobre la forma de entrar en aquellas pequeñas fortalezas que poblaban el barrio y donde seguramente se llevarían a cabo los más sucios negocios de la zona.