Hay rumores sobre…
... un algún lugar del East Blue los Revolucionarios han establecido una base de operaciones, aunque nadie la ha encontrado aun.
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[Común] [C-Presente] La típica reyerta de taberna, no tan típica esta vez
Octojin
El terror blanco
Octojin permanecía en silencio, su rostro seguía inmutable mientras escuchaba a Camille y al tabernero Hans intercambiar palabras. La situación era más compleja de lo que había anticipado cuando accedió a ayudar en la recuperación de aquel cargamento. Las palabras de Hans resonaban en su mente, y aunque no daba muestras de nerviosismo, sus pensamientos estaban ya en otro lugar. 

Se había metido en un asunto que no le concernía, o al menos eso intentaba convencerse. Como gyojin, no tenía lazos con los problemas de los humanos, y prefería mantenerse apartado de sus intrigas. Sin embargo, la realidad era que ahora estaba inmerso en un dilema que podría tener consecuencias más grandes de las que le gustaría admitir.

Cuando Hans mencionó a esa misteriosa mujer y la caja con el símbolo del dragón, algo se removió en la mente de Octojin. Él no había nacido ayer, ni mucho menos. Sabía que en el mundo existían poderes y fuerzas más allá del entendimiento común, y el hecho de que una organización peligrosa estuviera involucrada no era precisamente alentador. Para alguien como él, que había vivido años en la incertidumbre de la supervivencia y la resistencia, ese tipo de detalles no pasaban desapercibidos.

Camille estaba visiblemente cansada, pero su mente seguía alerta. Octojin podía ver el peso del deber en sus ojos, la responsabilidad de hacer lo correcto según la moral que la guiaba como marine. Por un momento, casi envidió esa certeza, esa dedicación a una causa. Para él, la vida era un mar de incertidumbres, donde el instinto de supervivencia era lo único que contaba. Pero para ella, había una estructura, un propósito. Aun así, sabía que la joven marine también dudaba, que no todo era tan blanco y negro como parecía.

La conversación avanzaba, pero Octojin sabía que no podía seguir manteniéndose neutral. Se inclinó un poco hacia delante mientras sus escamas brillaban bajo la luz tenue del local. Observó cómo Hans encendía el puro y, por un instante, la pequeña nube de humo pareció envolverlos en un aura de tensión contenida. El gyojin rechazó el ofrecimiento del tabernero con un leve movimiento de la mano, manteniendo su enfoque en lo que realmente importaba. Y, por qué no decirlo, para evitar el ridículo de fumar por primera vez delante de aquellas dos personas que, si mal no estaba interpretando, le tenían una ligera cantidad de respeto que no estaba dispuesto a perder por una cosa tan ridícula como encenderse mal un puro o toser con la primera calada.

Hans continuó hablando, explicando cómo había sido atraído a esa situación debido a las deudas y la promesa de una gran recompensa. Era la historia de siempre: la codicia y la desesperación llevaban a decisiones peligrosas. Octojin entendía eso, pero también sabía que ahora el tabernero estaba atrapado en una red mucho más grande que él. Y no solo él, sino también Camille y, por extensión, él mismo.

Cuando el tabernero terminó de hablar, Octojin permaneció en silencio durante unos segundos más, dejando que las palabras se asentaran en el aire. Finalmente, decidió que era el momento de hablar.

—Hans —dijo en su voz profunda y resonante—, te has metido en algo que no puedes manejar. Esa caja… —hizo una pausa, su mirada se clavó en el tabernero, observándolo con una intensidad que pocas veces mostraba—. No es simplemente una mercancía cualquiera. Si esa mujer y su gente están dispuestos a pagar tanto por ella, y si le temen a alguien lo suficiente como para dejarte guardando algo así, estás en peligro. Más de lo que puedes imaginar. Hoy han sido unos matones baratos, y has tenido la suerte de que estábamos nosotros dos —comentó a la par que señalaba a la oni—. Pero, ¿qué pasará mañana si vuelven? ¿Y si son más y más poderosos? Si ya saben dónde está la caja... Es cuestión de tiempo. 

El silencio que siguió a sus palabras fue pesado, pero el tiburón lo mantuvo deliberadamente. Era un maestro en leer el miedo y la duda en los ojos de los demás, y lo que veía en Hans era claro: un hombre que se había metido en algo que estaba más allá de su control. Un hombre que intentaba racionalizarlo, pero que en el fondo sabía que había cometido un error grave.

Camille lo observaba atentamente, esperando a que continuara. El escualo la conocía poco tiempo, pero por lo que había visto, era una mujer pragmática, pero también justa. Sabía que la responsabilidad que tenía no era solo para con la ley, sino también para proteger a aquellos que estaban bajo su jurisdicción, incluso si esos mismos habían cometido errores.

—Creo que lo mejor para todos nosotros —dijo Octojin finalmente, inclinándose un poco más hacia Camille para que solo ella pudiera escuchar sus palabras— es que la Marina se ocupe de esto. No somos los indicados para lidiar con algo tan grande. Si esa caja está relacionada con una organización peligrosa, ellos deberían manejarlo. No somos más que peones en un juego mayor.

Octojin no era del tipo de persona que buscaba involucrarse más de lo necesario, pero no podía negar en su interior que sus palabras tenían sentido. Estaba claro que esto no era un simple contrabando de alcohol y especias. Había algo más oscuro detrás de todo esto, algo que requería más recursos y poder del que ellos tenían en ese momento.

Hans empezó a ponerse más nervioso. Quizá había oído las palabras del escualo, que por otra parte, no había sido lo suficientemente cauteloso simplemente bajando la voz, ya que seguían los tres a una distancia bastante cercana. El tabernero intervino de nuevo, sonando esta vez su voz algo más desesperada que antes.

—No puedes hacer eso, Camille. Si la Marina se entera de todo esto… —hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas—. Estoy acabado. Sabes cómo son. No van a hacer distinciones entre lo que hice por necesidad y lo que hice por codicia. Solo verán a un tabernero que ayudó a una organización criminal.

El tiburón entendía su miedo, pero también el deber de Camille. No podía simplemente ignorar lo que había descubierto. Las implicaciones de todo esto eran demasiado graves como para dejarlas pasar. En cualquier caso, a Octojin no le gustaría estar en el pellejo de la oni. Una decisión así, y más conociendo a la persona sobre la cual la tomas, debe ser complicada de tomar.

Octojin se relajó un poco en su asiento. Sabía que Camille haría lo correcto, y aunque él prefería mantenerse al margen, también comprendía que ya estaban demasiado involucrados como para dar marcha atrás. La caja, el símbolo del dragón, la organización misteriosa… todo apuntaba a algo mucho más grande y peligroso de lo que había anticipado.

Hans, resignado, decidió dejar a la marine y el cazarrecompensas solos mientras iba y venía con bebida a medida que se les iba gastando. El escualo no tenía demasiada sed, y lucía visiblemente cansado, pero hizo un esfuerzo por continuar allí hasta que Camille así lo decidiera. Continuó bebiendo y viendo cómo la gente empezaba a salir del local mientras los chicos de Hans terminaban de descargar la mercancía recuperada. Es entonces cuando se levantó y se inclinó a Camille.

—Camille, ten cuidado. Si esta gente es tan peligrosa como parece, la Marina no será lo único con lo que tendrás que lidiar. —Su advertencia era seria, y Camille lo sabía—. Yo estaré poco tiempo aquí. Lo justo para recuperar fuerzas, pero después emprenderé otra aventura, que espero sea menos intensa que esta —finalizó esbozando un intento de sonrisa que, debido al cansancio y la falta de costumbre, quedó algo más tétrico de lo que esperaba—. Por cierto, ¿me recomiendas un buen lugar para descansar? A ser posible uno en el que estén acostumbrados a ver a gente como yo.
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RE: [C-Presente] La típica reyerta de taberna, no tan típica esta vez - por Octojin - 16-08-2024, 02:47 PM

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