Galhard
Gal
16-08-2024, 03:10 PM
En la vibrante tarde de Rostock, Galhard se encontraba atendiendo su pequeño puesto de venta, una actividad menos conocida de su variada carrera, pero que disfrutaba por el contacto directo que le proporcionaba con personas de todos los rincones del mundo. Su mesa estaba llena de varios objetos de interés, pero en particular, destacaba una selección de diales, cada uno etiquetado con una pequeña descripción de sus capacidades y orígenes.
El sol del atardecer, que pintaba de colores cálidos el entorno, hacía resplandecer los artefactos en el puesto, capturando la atención de curiosos y conocedores. Justo cuando finalizaba una venta con una joven rubia de ojos esmeralda y alas sutiles, Galhard notó una figura familiar acercándose con una sonrisa amable y una reverencia educada.
—¡Buenas tardes! —saludó Galhard con un gesto cordial, reconociendo al anciano que había demostrado interés por sus diales. La presencia del hombre, conocido por su perspicacia y buen juicio, era siempre un buen augurio.
El anciano, tras un breve intercambio de cortesías, se detuvo ante el dial de destello, su interés claramente picado por la pieza.
Galhard observó el dial y luego al anciano, notando su gesto de buscar algo en sus bolsillos. Tras un breve momento, el hombre sacó una nota antigua, escrita con detalles sobre cartografía y navegación náutica, pero no la cartera que evidentemente había olvidado.
—Bueno, normalmente este dial de destello está valorado en tres millones de berries—explicó Galhard, consciente de la situación del anciano. Observando la nota y evaluando su contenido, un plan se formó en su mente. — Sin embargo, veo que tiene algo que podría interesarme mucho más que el dinero.
El anciano miró a Galhard, un brillo de esperanza iluminando sus ojos mientras el joven marine continuaba.
—Esa información sobre cartografía y navegación que tiene ahí es extremadamente valiosa, y considerando que es un conocimiento poco común, podría considerarlo como parte del pago. Además, dado el valor de la información, podría compensar la diferencia con algo adicional.—
Galhard hizo una pausa, sopesando sus opciones y el valor potencial de un intercambio justo.
—Si está de acuerdo, podría aceptar la nota y, adicionalmente, proporcionarle dos millones de berries por el dial de destello. Creo que eso compensaría de manera justa el valor del dial y el beneficio que ambos podemos obtener del intercambio —propuso Galhard, extendiendo su mano en señal de acuerdo.
El hombre asintió, aliviado y complacido con la solución ofrecida. Con un apretón de manos, sellaron el acuerdo, ambos conscientes de que habían obtenido algo valioso del trato mientras Galhard colocaba la nota en un lugar seguro bajo su mesa.
Así, en el crepúsculo rojizo de Rostock, un simple intercambio se transformó en una transacción que beneficiaba no solo a los dos hombres, sino también a la perpetuación del conocimiento y la sabiduría marina.
El sol del atardecer, que pintaba de colores cálidos el entorno, hacía resplandecer los artefactos en el puesto, capturando la atención de curiosos y conocedores. Justo cuando finalizaba una venta con una joven rubia de ojos esmeralda y alas sutiles, Galhard notó una figura familiar acercándose con una sonrisa amable y una reverencia educada.
—¡Buenas tardes! —saludó Galhard con un gesto cordial, reconociendo al anciano que había demostrado interés por sus diales. La presencia del hombre, conocido por su perspicacia y buen juicio, era siempre un buen augurio.
El anciano, tras un breve intercambio de cortesías, se detuvo ante el dial de destello, su interés claramente picado por la pieza.
Galhard observó el dial y luego al anciano, notando su gesto de buscar algo en sus bolsillos. Tras un breve momento, el hombre sacó una nota antigua, escrita con detalles sobre cartografía y navegación náutica, pero no la cartera que evidentemente había olvidado.
—Bueno, normalmente este dial de destello está valorado en tres millones de berries—explicó Galhard, consciente de la situación del anciano. Observando la nota y evaluando su contenido, un plan se formó en su mente. — Sin embargo, veo que tiene algo que podría interesarme mucho más que el dinero.
El anciano miró a Galhard, un brillo de esperanza iluminando sus ojos mientras el joven marine continuaba.
—Esa información sobre cartografía y navegación que tiene ahí es extremadamente valiosa, y considerando que es un conocimiento poco común, podría considerarlo como parte del pago. Además, dado el valor de la información, podría compensar la diferencia con algo adicional.—
Galhard hizo una pausa, sopesando sus opciones y el valor potencial de un intercambio justo.
—Si está de acuerdo, podría aceptar la nota y, adicionalmente, proporcionarle dos millones de berries por el dial de destello. Creo que eso compensaría de manera justa el valor del dial y el beneficio que ambos podemos obtener del intercambio —propuso Galhard, extendiendo su mano en señal de acuerdo.
El hombre asintió, aliviado y complacido con la solución ofrecida. Con un apretón de manos, sellaron el acuerdo, ambos conscientes de que habían obtenido algo valioso del trato mientras Galhard colocaba la nota en un lugar seguro bajo su mesa.
Así, en el crepúsculo rojizo de Rostock, un simple intercambio se transformó en una transacción que beneficiaba no solo a los dos hombres, sino también a la perpetuación del conocimiento y la sabiduría marina.