Byron
Que me lo otorguen
16-08-2024, 11:58 PM
El frío glacial era sin lugar a dudas el mayor contrincante al que Byron se había enfrentado hasta la fecha. Con la nariz casi anestesiada, enrojecida por las extremas condiciones, el viento en sus mejillas se sentían cuál cuchillas heladas, teniendo la sensación continua de su piel agrietándose cada vez que la brisa chocaba contra ella. Aun así, Byron prosiguió su camino lento pero firme. El propio movimiento hacia su destino hacía que el cuerpo poco a poco entrase en calor, los múltiples rayos de sol bendecían al Solarian, pero en lo referente a brindar confort a su cuerpo, no eran más que atrezzo.
Así llegó al pie de aquel monte, con un leve temblor en sus rodillas y barbilla por el frío. Había abrochado hasta arriba su camisa y sacado sus brazos de las mangas para abrazar su propio torso y guardar más el calor, usando la prenda como si fuese una manta, y las largas mangas enrolladas en su cuello como bufanda improvisada. Desde luego, la apariencia del muchacho en aquel momento era ridícula, una apariencia totalmente contraría a la que le gustaba transmitir, pues a Byron siempre le gustó cuidar y mimar su imagen, esta le había sacado en más de una ocasión de un apuro.
Fue entonces cuando comenzando lo que sería la segunda parte de su viaje lo sintió.
Una extraña sensación recorrió el cuerpo del pirata, un escalofrío, distinto a los anteriores. Si, esa incomodidad era similar a la que sentía alguien cuando un "depredador" clavaba su mirada en la espalda de su presa, si, las pupilas del cazador acosando el cuello de aquel que saciaría su sed de sangre. Tan pronto hizo acto de presencia, desapareció, dejando tras de sí los sonidos lejanos de una tormenta.
El chico tragó saliva mientras una gota de sudor frío caía de su frente, congelándose antes de llegar a la propia mejilla. Se limpió mientras recobraba poco a poco el aliento, el suceso anterior paró el corazón de Byron unos segundos de la impresión causada. Suspiro profundamente, llenando sus pulmones con el gélido aire de la tundra, increíblemente, el chico ya no sentía el frío, esa mirada había dejado su cuerpo en estado de alerta total. La sensación de peligro e indefensión hizo que Byron colocase sus prendas de forma correcta, y llevó su mano dominante a la guarda de su espada para estar preparado si necesitaba actuar.
Unas nubes negras fueron emergiendo tras aquel monte, ¿sería la lejana tormenta que escuchó? Por la distancia del sonido pensó que estaban más lejos, pero no, si no se apresuraba la tormenta no tardaría en engullirlo.
Arrancó a correr, todo lo que pudo, recorriendo sus propios pasos, los cuales aún estaban marcados en la nieve. Miró tras de sí para comprobar como avanzaba el peligro, aquellas nubes parecían haberse enfurecido, dejaban caer violentos relámpagos violetas a su paso, pero eso no era lo que más preocupaba al muchacho.
Entre aquella tormenta, los rayos iluminaban de forma fantasmagórica una figura colosal, reflejándose en aquellas nubes, enalteciendo su presencia todavía más si era posible. La misma sensación recorrió hasta el último extremo de su cuerpo, primero le había hecho sentir su mirada y ahora le intimidaba con su imagen. Byron siguió corriendo queriendo abandonar aquel gélido paraje, sin poder dejar de prestar atención a la calamidad que se cernía sobre él.
Así llegó al pie de aquel monte, con un leve temblor en sus rodillas y barbilla por el frío. Había abrochado hasta arriba su camisa y sacado sus brazos de las mangas para abrazar su propio torso y guardar más el calor, usando la prenda como si fuese una manta, y las largas mangas enrolladas en su cuello como bufanda improvisada. Desde luego, la apariencia del muchacho en aquel momento era ridícula, una apariencia totalmente contraría a la que le gustaba transmitir, pues a Byron siempre le gustó cuidar y mimar su imagen, esta le había sacado en más de una ocasión de un apuro.
Fue entonces cuando comenzando lo que sería la segunda parte de su viaje lo sintió.
Una extraña sensación recorrió el cuerpo del pirata, un escalofrío, distinto a los anteriores. Si, esa incomodidad era similar a la que sentía alguien cuando un "depredador" clavaba su mirada en la espalda de su presa, si, las pupilas del cazador acosando el cuello de aquel que saciaría su sed de sangre. Tan pronto hizo acto de presencia, desapareció, dejando tras de sí los sonidos lejanos de una tormenta.
El chico tragó saliva mientras una gota de sudor frío caía de su frente, congelándose antes de llegar a la propia mejilla. Se limpió mientras recobraba poco a poco el aliento, el suceso anterior paró el corazón de Byron unos segundos de la impresión causada. Suspiro profundamente, llenando sus pulmones con el gélido aire de la tundra, increíblemente, el chico ya no sentía el frío, esa mirada había dejado su cuerpo en estado de alerta total. La sensación de peligro e indefensión hizo que Byron colocase sus prendas de forma correcta, y llevó su mano dominante a la guarda de su espada para estar preparado si necesitaba actuar.
Unas nubes negras fueron emergiendo tras aquel monte, ¿sería la lejana tormenta que escuchó? Por la distancia del sonido pensó que estaban más lejos, pero no, si no se apresuraba la tormenta no tardaría en engullirlo.
Arrancó a correr, todo lo que pudo, recorriendo sus propios pasos, los cuales aún estaban marcados en la nieve. Miró tras de sí para comprobar como avanzaba el peligro, aquellas nubes parecían haberse enfurecido, dejaban caer violentos relámpagos violetas a su paso, pero eso no era lo que más preocupaba al muchacho.
Entre aquella tormenta, los rayos iluminaban de forma fantasmagórica una figura colosal, reflejándose en aquellas nubes, enalteciendo su presencia todavía más si era posible. La misma sensación recorrió hasta el último extremo de su cuerpo, primero le había hecho sentir su mirada y ahora le intimidaba con su imagen. Byron siguió corriendo queriendo abandonar aquel gélido paraje, sin poder dejar de prestar atención a la calamidad que se cernía sobre él.