Galhard
Gal
17-08-2024, 01:59 AM
El sol ya estaba alto en el cielo cuando Galhard regresó a la cala, su silueta proyectada por los primeros rayos de la mañana. La noche había sido tranquila, y aunque su mente se mantuvo alerta durante toda la travesía, una parte de él no podía dejar de pensar en la sirena que había dejado en la seguridad del mar.
Mientras caminaba por la playa, sus botas hundiéndose ligeramente en la arena húmeda, Galhard divisó el destello de escamas plateadas que anunciaba la presencia de Asradi. La sirena emergió del agua con la misma gracia que la noche anterior, su cola brillando bajo la luz del día. Galhard no pudo evitar sonreír al verla, aliviado de que todo hubiese marchado bien en su ausencia.
—He vuelto—respondió, acercándose a la orilla. Asradi se había impulsado ligeramente fuera del agua, lo que le permitió mirarla casi a la misma altura, una imagen que le resultaba casi surrealista en medio de ese tranquilo paraje. Galhard llevaba consigo una bolsa, en cuyo interior se encontraba la prenda prometida, un sencillo vestido de tela opaca, lo suficientemente largo como para cubrir completamente la cola de la sirena.
—Todo ha ido bien —añadió mientras depositaba la bolsa en la arena junto a ella—. No encontré muchos problemas, por suerte Rostock es un pueblo con mucha paz, pero me aseguré de que nadie sospechara nada. Aquí tienes, espero que te sirva. Es simple, pero debería hacer el trabajo de mantener tu secreto a salvo.—Finalizó confiado de su elección y con curiosidad de ver como le queda aquella prenda a Asradi
Se apartó un poco para darle espacio, su mirada recorriendo el horizonte mientras le daba privacidad para revisar la prenda. Mientras lo hacía, las palabras de la sirena resonaban en su mente. Había algo en su forma de hablar, en su manera de aceptar la ayuda sin reservas, que le hacía pensar en lo mucho que ambos compartían, a pesar de sus diferencias.
Volvió a mirarla, sus ojos llenos de una mezcla de compasión y determinación.
—No puedo prometer que todo será fácil, pero mientras esté cerca, me aseguraré de que estés a salvo. Después de todo, es lo mínimo que puedo hacer por alguien que ha decidido confiar en mí viviendo tu mundo donde la confianza es un lujo que escasas veces puedes permitirte—. Habló con calma y dulzura en sus palabras, puede que para otros fuera poco pero, para él, poder tener su confianza era un preciado tesoro.
El viento marino sopló suavemente, trayendo consigo el olor a sal y la promesa de un nuevo día. Galhard sabía que, aunque su tiempo en Rostock podría ser limitado, había algo en esta interacción que lo marcaba profundamente. Era una señal de que, tal vez, el mundo no estaba tan perdido como a veces parecía.
—Cuando estés lista, podemos movernos hacia el pueblo. Lo haremos con cuidado, y yo me encargaré de cualquier problema que surja. Pero recuerda, estás bajo mi protección —concluyó con una sonrisa tranquila, esperando su respuesta.
Mientras caminaba por la playa, sus botas hundiéndose ligeramente en la arena húmeda, Galhard divisó el destello de escamas plateadas que anunciaba la presencia de Asradi. La sirena emergió del agua con la misma gracia que la noche anterior, su cola brillando bajo la luz del día. Galhard no pudo evitar sonreír al verla, aliviado de que todo hubiese marchado bien en su ausencia.
—He vuelto—respondió, acercándose a la orilla. Asradi se había impulsado ligeramente fuera del agua, lo que le permitió mirarla casi a la misma altura, una imagen que le resultaba casi surrealista en medio de ese tranquilo paraje. Galhard llevaba consigo una bolsa, en cuyo interior se encontraba la prenda prometida, un sencillo vestido de tela opaca, lo suficientemente largo como para cubrir completamente la cola de la sirena.
—Todo ha ido bien —añadió mientras depositaba la bolsa en la arena junto a ella—. No encontré muchos problemas, por suerte Rostock es un pueblo con mucha paz, pero me aseguré de que nadie sospechara nada. Aquí tienes, espero que te sirva. Es simple, pero debería hacer el trabajo de mantener tu secreto a salvo.—Finalizó confiado de su elección y con curiosidad de ver como le queda aquella prenda a Asradi
Se apartó un poco para darle espacio, su mirada recorriendo el horizonte mientras le daba privacidad para revisar la prenda. Mientras lo hacía, las palabras de la sirena resonaban en su mente. Había algo en su forma de hablar, en su manera de aceptar la ayuda sin reservas, que le hacía pensar en lo mucho que ambos compartían, a pesar de sus diferencias.
Volvió a mirarla, sus ojos llenos de una mezcla de compasión y determinación.
—No puedo prometer que todo será fácil, pero mientras esté cerca, me aseguraré de que estés a salvo. Después de todo, es lo mínimo que puedo hacer por alguien que ha decidido confiar en mí viviendo tu mundo donde la confianza es un lujo que escasas veces puedes permitirte—. Habló con calma y dulzura en sus palabras, puede que para otros fuera poco pero, para él, poder tener su confianza era un preciado tesoro.
El viento marino sopló suavemente, trayendo consigo el olor a sal y la promesa de un nuevo día. Galhard sabía que, aunque su tiempo en Rostock podría ser limitado, había algo en esta interacción que lo marcaba profundamente. Era una señal de que, tal vez, el mundo no estaba tan perdido como a veces parecía.
—Cuando estés lista, podemos movernos hacia el pueblo. Lo haremos con cuidado, y yo me encargaré de cualquier problema que surja. Pero recuerda, estás bajo mi protección —concluyó con una sonrisa tranquila, esperando su respuesta.