Shiro
Ninguno
18-08-2024, 06:13 AM
El saludo de Shiro fue bien recibido por el tal Bizvan, el cual tras presentarse como pudo informó que no pertenecía al lugar ni que tampoco había oído hablar de los robos. Eso torcía los planes del joven pirata y no sabía muy bien cómo continuar a continuación, ya que a simple vista se le antojaban dos formas de proceder. Estaba claro que seguir solo era una pérdida de tiempo, volvería a perderse como las llaves de casa cuando ibas a salir, o eso decían. Él tampoco había tenido una casa como tal, pero era una expresión que había escuchado por ahí. Y luego estaba la otra opción de proseguir con el joven, el cual seguía hablando dando su opinión sobre el grupo de ladrones tras demostrar que no se había molestado en escuchar bien su nombre.
El espadachín estuvo tentado de interrumpir al otro joven llamándolo por el primer nombre que se le viniese a la cabeza mientras se despedía de él diligentemente. Shiro dudaba de que el tal Bizvan le fuese de alguna utilidad. Ya encontraría alguien que encajase mejor con sus planes, pero entonces antes de que el peliblanco pudiese decir nada Bizvan se quedó a medias de su discurso como si hubiese adivinado sus intenciones.
Shiro no tardó en averiguar qué era lo que había interrumpido al otro chico, ya que tras quedarse los dos en silencio llegó a los oídos del espadachín un grito lejano. Al muchacho no es que le gustase meterse en problemas ajenos ni mucho menos, pero dada la situación en la que necesitaba encontrar a los delincuentes de la isla hizo una excepción.
-Está bien, vamos - contestó el joven tras sopesarlo un segundo. El sonido provenía del callejón colindante y el peliblanco ya había pasado por otros parecidos por el lugar. No es que fuesen muy anchos, cabían cuatro personas a lo sumo juntas, pero no tenían un recorrido tortuoso. Por lo que había averiguado el joven esos callejones daba a las traseras de las casas colindantes, donde la gente del pueblo tenía por costumbre dejar bolsas con desperdicios para tirarlos más tarde. Al muchacho no le gustaban esas callejuelas porque no olían especialmente bien, pero dada la situación se internó en él esperando a que el joven del parche lo acompañase.
El callejón por suerte resultó ser como los otros: estrecho, mal iluminado y apestoso, pero también prácticamente una línea recta que tenía salidas laterales para salir a las calles principales; es decir no había pérdida. A cada paso el griterío fue tomando forma y el joven espadachín a pesar de que no entendía muy bien qué decían las voces, pudo descifrar que al menos eran tres personas. Parecía que se encontraban tras una de las calles laterales, por lo que avanzando lo más silenciosamente posible avanzó hasta alcanzar la esquina donde debían dichas personas. El joven se asomó poco a poco, dejando ver lo justo y necesario para ver, esperando que la suerte lo acompañase y no lo vieran a él.
-¡Ya os lo he dicho! - gritaba una mujer de pelo cobrizo arrodillada a una pareja de hombres que se encontraban de espaldas a donde se encontraba Shiro. - Si lo supies… - la respuesta nunca terminó de salir de su boca, puesto que uno de los hombres la cortó de golpe de un bofetón que la quedó tirada de lado en el suelo.
-No queremos más mentiras Kairi - dijo el otro tipo, el que no la había golpeado. -Si no nos dices lo que queremos te tendremos que llevar a Bones… y ya sabes lo que le encanta hacer a ese loco con muchachitas como tú - dijo con un tono de voz suave pero cargada con una clara intención de intimidarla mientras se agachaba a su lado para acariciarle un mechón de pelo.
Shiro no sabía si aquellos tipos eran los ladrones y le importaba un comino la muchacha. Cada uno tenía que aprender a buscarse la vida por sí mismo como llevaba haciendo él toda la vida. Además si eran los tipos que estaban buscando podría ser una oportunidad de oro para seguirlos hasta donde estuviera el tal Bones. Quizás era la guarida que tanto ansiaba… aunque había que esperar a cómo reaccionaría Bizvan si es que lo había acompañado.
El espadachín estuvo tentado de interrumpir al otro joven llamándolo por el primer nombre que se le viniese a la cabeza mientras se despedía de él diligentemente. Shiro dudaba de que el tal Bizvan le fuese de alguna utilidad. Ya encontraría alguien que encajase mejor con sus planes, pero entonces antes de que el peliblanco pudiese decir nada Bizvan se quedó a medias de su discurso como si hubiese adivinado sus intenciones.
Shiro no tardó en averiguar qué era lo que había interrumpido al otro chico, ya que tras quedarse los dos en silencio llegó a los oídos del espadachín un grito lejano. Al muchacho no es que le gustase meterse en problemas ajenos ni mucho menos, pero dada la situación en la que necesitaba encontrar a los delincuentes de la isla hizo una excepción.
-Está bien, vamos - contestó el joven tras sopesarlo un segundo. El sonido provenía del callejón colindante y el peliblanco ya había pasado por otros parecidos por el lugar. No es que fuesen muy anchos, cabían cuatro personas a lo sumo juntas, pero no tenían un recorrido tortuoso. Por lo que había averiguado el joven esos callejones daba a las traseras de las casas colindantes, donde la gente del pueblo tenía por costumbre dejar bolsas con desperdicios para tirarlos más tarde. Al muchacho no le gustaban esas callejuelas porque no olían especialmente bien, pero dada la situación se internó en él esperando a que el joven del parche lo acompañase.
El callejón por suerte resultó ser como los otros: estrecho, mal iluminado y apestoso, pero también prácticamente una línea recta que tenía salidas laterales para salir a las calles principales; es decir no había pérdida. A cada paso el griterío fue tomando forma y el joven espadachín a pesar de que no entendía muy bien qué decían las voces, pudo descifrar que al menos eran tres personas. Parecía que se encontraban tras una de las calles laterales, por lo que avanzando lo más silenciosamente posible avanzó hasta alcanzar la esquina donde debían dichas personas. El joven se asomó poco a poco, dejando ver lo justo y necesario para ver, esperando que la suerte lo acompañase y no lo vieran a él.
-¡Ya os lo he dicho! - gritaba una mujer de pelo cobrizo arrodillada a una pareja de hombres que se encontraban de espaldas a donde se encontraba Shiro. - Si lo supies… - la respuesta nunca terminó de salir de su boca, puesto que uno de los hombres la cortó de golpe de un bofetón que la quedó tirada de lado en el suelo.
-No queremos más mentiras Kairi - dijo el otro tipo, el que no la había golpeado. -Si no nos dices lo que queremos te tendremos que llevar a Bones… y ya sabes lo que le encanta hacer a ese loco con muchachitas como tú - dijo con un tono de voz suave pero cargada con una clara intención de intimidarla mientras se agachaba a su lado para acariciarle un mechón de pelo.
Shiro no sabía si aquellos tipos eran los ladrones y le importaba un comino la muchacha. Cada uno tenía que aprender a buscarse la vida por sí mismo como llevaba haciendo él toda la vida. Además si eran los tipos que estaban buscando podría ser una oportunidad de oro para seguirlos hasta donde estuviera el tal Bones. Quizás era la guarida que tanto ansiaba… aunque había que esperar a cómo reaccionaría Bizvan si es que lo había acompañado.