Ray
Kuroi Ya
18-08-2024, 12:45 PM
La oscuridad rodeaba todo, siendo casi imposible ver nada al no haber la más mínima cantidad de luz natural a su alrededor. Sin embargo pronto varias luces se encendieron, mostrando un descomunal vehículo mecánico que se adaptaba a la perfección a las vías. Su enorme tamaño y su color negro brillante le daban un aspecto ciertamente sobrecogedor, y más teniendo en cuenta que un simple huérfano del Reino de Oykot como Ray no había visto nunca antes nada parecido. Miró a Atlas con expresión curiosa, como queriendo preguntarle si él sabía lo que era aquella gigantesca máquina.
Entonces una voz atrajo su atención. Un hombre ataviado con un elegante traje de un impoluto color blanco se dirigía hacia ellos, llamando además criatura horrible al peliblanco. Este no pudo evitar sentirse ofendido. Si bien el híbrido entre zángano y ser humano en el que estaba transformado no era algo que habría esperado que su interlocutor supiera identificar, no era ni mucho menos un ser tan feo. O al menos a él no se lo parecía, aunque era cierto que las personas tendían a pensar que todos los artrópodos, y en particular los insectos, eran bastante poco agradables a la vista.
No tuvo mucho tiempo para pensar en ello de todas formas, ya que aquel hombre no tardó en ordenar a sus dos subordinados que se encargaran de los dos intrusos. Sus hombres, dos tipos vestidos con trajes negros y con pinta de sicarios, portaban cada uno un arma de fuego que alzaron hacia ellos.
Sus enemigos apretaron el gatillo tratando de acabar con ellos, pero entre que la distancia entre ambos era considerable y que no les habían pillado ni mucho menos desprevenidos los reflejos y la velocidad del zángano le permitieron reaccionar a tiempo para tratar de evitar el proyectil dirigido hacia él. Alzó el vuelo en dirección hacia arriba y hacia delante, intentando al mismo tiempo apartarse de la trayectoria de la bala y recortar distancias con sus oponentes. Acto seguido cambió bruscamente de trayectoria, descendiendo en picado sobre el que tuviera más cerca de los dos y aprovechando la velocidad de su vuelo en caída para buscar asestar una patada de arriba hacia abajo con todas sus fuerzas. Buscó impactar con el talón sobre el rostro de su enemigo, pues era consciente debido a sus conocimientos de anatomía como médico de que si conseguía romper su nariz o una de sus órbitas además del daño infligido desorientaría a su oponente y reduciría notablemente su capacidad de apuntar con precisión en los siguientes disparos que intentara realizar.
Entonces una voz atrajo su atención. Un hombre ataviado con un elegante traje de un impoluto color blanco se dirigía hacia ellos, llamando además criatura horrible al peliblanco. Este no pudo evitar sentirse ofendido. Si bien el híbrido entre zángano y ser humano en el que estaba transformado no era algo que habría esperado que su interlocutor supiera identificar, no era ni mucho menos un ser tan feo. O al menos a él no se lo parecía, aunque era cierto que las personas tendían a pensar que todos los artrópodos, y en particular los insectos, eran bastante poco agradables a la vista.
No tuvo mucho tiempo para pensar en ello de todas formas, ya que aquel hombre no tardó en ordenar a sus dos subordinados que se encargaran de los dos intrusos. Sus hombres, dos tipos vestidos con trajes negros y con pinta de sicarios, portaban cada uno un arma de fuego que alzaron hacia ellos.
Sus enemigos apretaron el gatillo tratando de acabar con ellos, pero entre que la distancia entre ambos era considerable y que no les habían pillado ni mucho menos desprevenidos los reflejos y la velocidad del zángano le permitieron reaccionar a tiempo para tratar de evitar el proyectil dirigido hacia él. Alzó el vuelo en dirección hacia arriba y hacia delante, intentando al mismo tiempo apartarse de la trayectoria de la bala y recortar distancias con sus oponentes. Acto seguido cambió bruscamente de trayectoria, descendiendo en picado sobre el que tuviera más cerca de los dos y aprovechando la velocidad de su vuelo en caída para buscar asestar una patada de arriba hacia abajo con todas sus fuerzas. Buscó impactar con el talón sobre el rostro de su enemigo, pues era consciente debido a sus conocimientos de anatomía como médico de que si conseguía romper su nariz o una de sus órbitas además del daño infligido desorientaría a su oponente y reduciría notablemente su capacidad de apuntar con precisión en los siguientes disparos que intentara realizar.