Asradi
Völva
18-08-2024, 01:10 PM
Siete años en la Marina. ¿Eso era mucho o poco? Asradi se quedó pensando un poco en ello mientras le escuchaba mientras le acompañaba. Galhard tenía una voz agradable y, no solo eso, sino que su forma de ser y su carácter afable hacían de él una excelente compañía. Definitivamente, había tenido mucha suerte de haberse topado con alguien así. No le importaba de qué especie fuese, o a qué facción perteneciese. Ese hombre tenía unos valores similares a los suyos. Y eso era agradable y esperanzador al mismo tiempo.
Por inercia acarició un poco el antebrazo del cual se apoyaba, en lo que iban avanzando poco a poco, pero en un ambiente agradable. Iban dejando la playa atrás a medida que el camino hacia el pueblo se abría ante ellos.
— Nada ni nadie es perfecto. Pero mientras haya gente que quiera mejorar y ayudar a los demás, entonces siempre vale la pena luchar por lo que uno quiere. — Sonrió de manera suave, mirándole en consecuencia. — Yo dejé isla Gyojin por ideales con los que no estaba de acuerdo. Por imposiciones que yo no había aceptado. — Le explicó tranquilamente.
Aunque su expresión, al hacer esto, había variado de manera sutil. Era una mezcla de seriedad y melancolía al mismo tiempo. No se arrepentía de lo que había hecho, pero no podía evitar echar de menos aquel lugar.
— Considero que cada uno debe de ser libre de hacer lo que quiera con su vida, sin interferir en la de los demás. No a malas, por supuesto. — Dijo aquella reflexión en voz alta, pero con mucha seguridad en su tono.
El sol que, ahora, incidía sobre ellos, arrancaba algún destello a su cabellera todavía húmeda, pero que se iba secando con el calor agradable del astro rey. Luego, Galhard comenzó a describirle un poco Rostock. El lugar del faro y la playa eran un lugar idóneo para ella. El pueblo, por otro lado, ya le causaba un poco más de respeto. No era una persona que se amedrentase fácilmente, pero sería estúpida no tomar dichas precauciones.
Por fortuna, ahora no iba sola, así que eso la tranquilizaba también. Y le permitía disfrutar de manera más abierta.
— Todo se disfruta mejor con una buena comida y una buena bebida. — Y, ahora mismo, una cerveza bien fresquita le caería de maravilla. Tras el largo viaje y todo lo sucedido, le vendría bien relajarse un poco.
Estaba un poco cohibida porque no sabía la cantidad de gente que habría, pero gracias a Galhard parte de ese “miedo” se había ido disipando poco a poco.
Su compañía era agradable. Era casi como toparse con un viejo amigo que no habías visto en bastante tiempo. Si había más personas buenas como él, todo merecía la pena.
— No sé si nos volveremos a ver alguna vez. Aunque soy de la opinión que el océano siempre une los destinos de la gente.
El pueblo ya se vislumbraba a lo lejos y, con ello, los sonidos propios de un lugar habitado. Alguna gente ya estaba trabajando en su ajetreo diario. Los pescadores en el muelle, arreglando las redes para salir a faenar un día más. Los puestos y el mercado comenzando a ser visitados por el resto de vecinos.
Todo un emocionante hormiguero de vida y bullicio.
Por inercia acarició un poco el antebrazo del cual se apoyaba, en lo que iban avanzando poco a poco, pero en un ambiente agradable. Iban dejando la playa atrás a medida que el camino hacia el pueblo se abría ante ellos.
— Nada ni nadie es perfecto. Pero mientras haya gente que quiera mejorar y ayudar a los demás, entonces siempre vale la pena luchar por lo que uno quiere. — Sonrió de manera suave, mirándole en consecuencia. — Yo dejé isla Gyojin por ideales con los que no estaba de acuerdo. Por imposiciones que yo no había aceptado. — Le explicó tranquilamente.
Aunque su expresión, al hacer esto, había variado de manera sutil. Era una mezcla de seriedad y melancolía al mismo tiempo. No se arrepentía de lo que había hecho, pero no podía evitar echar de menos aquel lugar.
— Considero que cada uno debe de ser libre de hacer lo que quiera con su vida, sin interferir en la de los demás. No a malas, por supuesto. — Dijo aquella reflexión en voz alta, pero con mucha seguridad en su tono.
El sol que, ahora, incidía sobre ellos, arrancaba algún destello a su cabellera todavía húmeda, pero que se iba secando con el calor agradable del astro rey. Luego, Galhard comenzó a describirle un poco Rostock. El lugar del faro y la playa eran un lugar idóneo para ella. El pueblo, por otro lado, ya le causaba un poco más de respeto. No era una persona que se amedrentase fácilmente, pero sería estúpida no tomar dichas precauciones.
Por fortuna, ahora no iba sola, así que eso la tranquilizaba también. Y le permitía disfrutar de manera más abierta.
— Todo se disfruta mejor con una buena comida y una buena bebida. — Y, ahora mismo, una cerveza bien fresquita le caería de maravilla. Tras el largo viaje y todo lo sucedido, le vendría bien relajarse un poco.
Estaba un poco cohibida porque no sabía la cantidad de gente que habría, pero gracias a Galhard parte de ese “miedo” se había ido disipando poco a poco.
Su compañía era agradable. Era casi como toparse con un viejo amigo que no habías visto en bastante tiempo. Si había más personas buenas como él, todo merecía la pena.
— No sé si nos volveremos a ver alguna vez. Aunque soy de la opinión que el océano siempre une los destinos de la gente.
El pueblo ya se vislumbraba a lo lejos y, con ello, los sonidos propios de un lugar habitado. Alguna gente ya estaba trabajando en su ajetreo diario. Los pescadores en el muelle, arreglando las redes para salir a faenar un día más. Los puestos y el mercado comenzando a ser visitados por el resto de vecinos.
Todo un emocionante hormiguero de vida y bullicio.