Takahiro
La saeta verde
18-08-2024, 02:50 PM
(Última modificación: 18-08-2024, 08:12 PM por Takahiro.)
Aquella abominación nívea emitió un último gemido de dolor, que parecía haber cubierto la ciudad por completo. El peliverde notó como su espada atravesaba su piel, pero no había sangrado nada. Su presencia era imponente, mas parecía no tener una vida propia. Era extraña aquella sensación. Y seguía sin entender nada de lo que estaba ocurriendo. Entonces, en un simple y mísero parpadeo, el monstruo desapareció de pronto, como si nunca hubiera estado allí.
«¿Qué demonios ha sido eso?», se preguntaba el espadachín, contemplando absorto el lugar donde había estado aquel monstruo creador de destrucción. Su vista se fue hacia el suelo, concretamente hacia una pequeña esfera que se había quedado inmóvil justo donde había atacado a la bestia. En ese momento, en su cabeza volvió a resonar una parte de aquella canción: Si buscas la gloria, huye de la melodía del abismo, o queda atrapado en mi verso, en eterno espejismo. Una regla es simple, canicas has de acumular y en cada despertar, tu bolsa has de soltar.
Sin tan siquiera pensarlo dos veces, se aproximó codicioso hacia la canica y la cogió con la mano. La observó durante apenas un segundo y la guardó en una bolsa que tenía en su cintura. «Un segundo…, ¿desde cuándo tengo una bolsa de tela en mi cintura?», pensó extrañado, observando como Hato tenía una parecida también.
No quiso darle más importancia, pero le resultaba extraño aquello. Realmente la situación era insólita a más no poder.
—Esperemos que no vuelvan a aparecer más cosas como esta —comentó en voz alta, mostrando una sonrisa tranquilizadora, aunque algo le hacía no quitar la mano de la empuñadura de su katana, más por precaución que porque sintiera algún peligro concreto. ¿Cómo sabía que aquella muchacha era real? ¿Acaso lo era el tirador? Muchas preguntas y ninguna respuesta satisfactoria—. Creo que tendríamos que buscar una manera de salir de aqu...
Y de pronto, una especie de vórtice se abrió bajo sus pies, cayendo en un vacío infinito del que parecía no poder salir.
«¿Qué demonios ha sido eso?», se preguntaba el espadachín, contemplando absorto el lugar donde había estado aquel monstruo creador de destrucción. Su vista se fue hacia el suelo, concretamente hacia una pequeña esfera que se había quedado inmóvil justo donde había atacado a la bestia. En ese momento, en su cabeza volvió a resonar una parte de aquella canción: Si buscas la gloria, huye de la melodía del abismo, o queda atrapado en mi verso, en eterno espejismo. Una regla es simple, canicas has de acumular y en cada despertar, tu bolsa has de soltar.
Sin tan siquiera pensarlo dos veces, se aproximó codicioso hacia la canica y la cogió con la mano. La observó durante apenas un segundo y la guardó en una bolsa que tenía en su cintura. «Un segundo…, ¿desde cuándo tengo una bolsa de tela en mi cintura?», pensó extrañado, observando como Hato tenía una parecida también.
No quiso darle más importancia, pero le resultaba extraño aquello. Realmente la situación era insólita a más no poder.
—Esperemos que no vuelvan a aparecer más cosas como esta —comentó en voz alta, mostrando una sonrisa tranquilizadora, aunque algo le hacía no quitar la mano de la empuñadura de su katana, más por precaución que porque sintiera algún peligro concreto. ¿Cómo sabía que aquella muchacha era real? ¿Acaso lo era el tirador? Muchas preguntas y ninguna respuesta satisfactoria—. Creo que tendríamos que buscar una manera de salir de aqu...
Y de pronto, una especie de vórtice se abrió bajo sus pies, cayendo en un vacío infinito del que parecía no poder salir.