Galhard
Gal
18-08-2024, 04:01 PM
Mientras caminaban hacia el pueblo, Galhard escuchaba atentamente las palabras de Asradi, notando cómo sus reflexiones resonaban con las suyas propias. Aunque sus caminos habían sido diferentes, ambos compartían una convicción profunda: la libertad de decidir sobre la propia vida y la importancia de luchar por un mundo más justo.
Asradi, con su suave voz y su mirada reflexiva, le había revelado más de su pasado y de las razones que la habían llevado a abandonar su hogar. Galhard sentía una mezcla de admiración y empatía por la sirena. Sabía bien lo que era enfrentarse a un sistema y a unas expectativas que no se ajustaban a lo que uno creía. Después de todo, él mismo había dejado atrás una vida de lujos y privilegios por convicciones similares.
El suave toque de la mano de Asradi en su antebrazo le hizo sonreír. Aquella conexión, por más breve que fuera, era un recordatorio de que, en medio de un mundo lleno de conflictos y desafíos, todavía había momentos de tranquilidad y comprensión mutua. Mientras caminaban, Galhard se permitió disfrutar de ese momento de paz, sabiendo que pronto llegarían al bullicio del pueblo.
Al escuchar las palabras de Asradi sobre la comida y la bebida, Galhard rió suavemente. —Tienes razón, nada como una buena comida para hacer que todo parezca un poco mejor—, comentó, mientras imaginaba cómo sería compartir una comida en el pueblo con la sirena. Aunque sabía que atraerían algunas miradas curiosas, no le preocupaba demasiado. Rostock era un lugar donde la diversidad de gente y culturas se mezclaba de manera natural, y confiaba en que Asradi se sentiría a gusto.
Cuando Asradi mencionó la posibilidad de que no se volvieran a ver, Galhard la miró de reojo, con una expresión pensativa. —Es cierto, el océano une y separa destinos de formas inesperadas— respondió, sintiendo una ligera punzada de melancolía al pensar en la posibilidad de que sus caminos se separaran después de ese día.
Mientras se acercaban al pueblo, los sonidos del muelle y del mercado empezaban a llenar el aire. El bullicio de los pescadores, el murmullo de las conversaciones en los puestos, y el aroma a mar y a comida fresca les daban la bienvenida. Galhard sintió un pequeño nudo de anticipación en el estómago. Sabía que esa visita al pueblo sería un desafío para Asradi, pero también confiaba en que, con su apoyo, todo saldría bien.
—Vamos a disfrutar de este día, Asradi— dijo con determinación, volviendo a mirarla con una sonrisa cálida. —Y si el destino quiere que volvamos a encontrarnos, estoy seguro de que lo hará en el momento adecuado.—
Juntos, avanzaron hacia el pueblo, preparados para enfrentar cualquier desafío que se presentara. Aunque Galhard sabía que el día podría tener sus complicaciones, también sentía que era una oportunidad para demostrar que, incluso en un mundo lleno de prejuicios y conflictos, aún había espacio para la comprensión y la camaradería.
Asradi, con su suave voz y su mirada reflexiva, le había revelado más de su pasado y de las razones que la habían llevado a abandonar su hogar. Galhard sentía una mezcla de admiración y empatía por la sirena. Sabía bien lo que era enfrentarse a un sistema y a unas expectativas que no se ajustaban a lo que uno creía. Después de todo, él mismo había dejado atrás una vida de lujos y privilegios por convicciones similares.
El suave toque de la mano de Asradi en su antebrazo le hizo sonreír. Aquella conexión, por más breve que fuera, era un recordatorio de que, en medio de un mundo lleno de conflictos y desafíos, todavía había momentos de tranquilidad y comprensión mutua. Mientras caminaban, Galhard se permitió disfrutar de ese momento de paz, sabiendo que pronto llegarían al bullicio del pueblo.
Al escuchar las palabras de Asradi sobre la comida y la bebida, Galhard rió suavemente. —Tienes razón, nada como una buena comida para hacer que todo parezca un poco mejor—, comentó, mientras imaginaba cómo sería compartir una comida en el pueblo con la sirena. Aunque sabía que atraerían algunas miradas curiosas, no le preocupaba demasiado. Rostock era un lugar donde la diversidad de gente y culturas se mezclaba de manera natural, y confiaba en que Asradi se sentiría a gusto.
Cuando Asradi mencionó la posibilidad de que no se volvieran a ver, Galhard la miró de reojo, con una expresión pensativa. —Es cierto, el océano une y separa destinos de formas inesperadas— respondió, sintiendo una ligera punzada de melancolía al pensar en la posibilidad de que sus caminos se separaran después de ese día.
Mientras se acercaban al pueblo, los sonidos del muelle y del mercado empezaban a llenar el aire. El bullicio de los pescadores, el murmullo de las conversaciones en los puestos, y el aroma a mar y a comida fresca les daban la bienvenida. Galhard sintió un pequeño nudo de anticipación en el estómago. Sabía que esa visita al pueblo sería un desafío para Asradi, pero también confiaba en que, con su apoyo, todo saldría bien.
—Vamos a disfrutar de este día, Asradi— dijo con determinación, volviendo a mirarla con una sonrisa cálida. —Y si el destino quiere que volvamos a encontrarnos, estoy seguro de que lo hará en el momento adecuado.—
Juntos, avanzaron hacia el pueblo, preparados para enfrentar cualquier desafío que se presentara. Aunque Galhard sabía que el día podría tener sus complicaciones, también sentía que era una oportunidad para demostrar que, incluso en un mundo lleno de prejuicios y conflictos, aún había espacio para la comprensión y la camaradería.