Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
18-08-2024, 04:23 PM
Fue la voz de Airgid la que le sacó de su nube de pensamientos intrusivos. Para hombres como Hammond, los momentos donde podía darle rienda suelta a sus pensamientos eran un peligro, ya que muchas veces se desprendía la idea original (objetivo) y terminaba divagando sobre muchas cosas que debía o quería hacer. Disciplinar la mente era una tarea pendiente de la leche. — Chica de mano bonita. — Diría recordando el apodo que le puso aquella mañana, cuando la conoció. Esta vez sin ningún tipo de falla a la hora de pronunciar. Airgid se sentó al lado de Hammond.
El rubio aún no era capaz de descifrar cómo era capaz de desplazarse con tanta soltura por cualquier lugar, si le faltaba una pierna. Pero lo hacía, llegaba donde fuera necesario, aquello no le mermaba en su actitud, por lo menos de puertas para afuera. Sin embargo ahí estaba Venture, con cinco metros de músculo, media tonelada de peso y una imagen de hombre impenetrable ... Prácticamente llorando por la pérdida de un amigo.
— ¿Estarr bien? — Le puso la mano en el brazo, empujándola ligeramente. — Mañana ssarrrparr. — Hoy sería el último día en Isla Kilombo, quién sabe si para siempre. — Parrra mi no fue fassil marrrcharrr de Elbaf. — Se abrió. — Entenderrr que no serrr fasssil para ti. — Dejó de mirarla, perdiendo la vista de nuevo en las preciosas nubes que se estaban tiñendo de rosado, producto del juego de luces de un astro rey, que se estaba escondiendo.
A veces no hacían falta palabras, simplemente estar ahí.
El rubio aún no era capaz de descifrar cómo era capaz de desplazarse con tanta soltura por cualquier lugar, si le faltaba una pierna. Pero lo hacía, llegaba donde fuera necesario, aquello no le mermaba en su actitud, por lo menos de puertas para afuera. Sin embargo ahí estaba Venture, con cinco metros de músculo, media tonelada de peso y una imagen de hombre impenetrable ... Prácticamente llorando por la pérdida de un amigo.
— ¿Estarr bien? — Le puso la mano en el brazo, empujándola ligeramente. — Mañana ssarrrparr. — Hoy sería el último día en Isla Kilombo, quién sabe si para siempre. — Parrra mi no fue fassil marrrcharrr de Elbaf. — Se abrió. — Entenderrr que no serrr fasssil para ti. — Dejó de mirarla, perdiendo la vista de nuevo en las preciosas nubes que se estaban tiñendo de rosado, producto del juego de luces de un astro rey, que se estaba escondiendo.
A veces no hacían falta palabras, simplemente estar ahí.
Se miró la mano, Seguía con el cartel en ella. Por un instante pensó, ¿qué sería de Antonio Recio? ¿Sería realmente un criminal? ¿Estará arrepentido? Esos eran los pensamientos inútiles que debía evitar. Pero no podía.