Hay rumores sobre…
... que en una isla del East Blue, hay un prometedor bardo tratando de forjarse una reputación. ¿Hasta dónde llegará?
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[Común] [C-Presente] La típica reyerta de taberna, no tan típica esta vez
Octojin
El terror blanco
Octojin observó el cansancio en los ojos de Camille mientras escuchaba sus palabras. La oni, a pesar de su fortaleza física y mental, estaba agotada, y no era para menos después de todo lo que habían pasado esa noche. Para el gyojin, la conversación con el tabernero, Hans, había sido reveladora y preocupante. El dueño del Trago del Marinero no era un mal hombre, pero se había metido en una situación que superaba sus capacidades y estaba claro que no saldría ileso.

El tiburón asintió lentamente, consciente de que la situación en Loguetown no tenía un desenlace sencillo. Lo que había visto y sentido en esa isla le había hecho reconsiderar muchas cosas. Aunque había viajado por diferentes mares y había enfrentado peligros en incontables ocasiones, esta experiencia había sido distinta. No era solo la violencia o el caos, sino la complejidad de las personas, de las decisiones que tomaban y de las redes en las que se enredaban sin quererlo.

Mientras caminaban juntos por las calles de Loguetown, Octojin sintió la frescura del aire nocturno acariciando su piel húmeda. Las luces de las farolas parpadeaban en la distancia, y el murmullo lejano de la ciudad se mezclaba con el crujido del agua en los muelles. La conversación con Camille continuaba de manera relajada, ambos intentando aligerar el peso de la noche con bromas y pequeñas risas. Pero el gyojin no podía evitar que su mente volviera una y otra vez a la conversación con Hans y a la caja que habían encontrado en la bodega.

La referencia de Camille a la Marina y su capacidad para lidiar con los problemas le hizo pensar en su propio futuro. ¿Realmente quería formar parte de una organización como esa? Había sido tentador, en algún momento, pensar en unirse a una fuerza mayor, en tener una estructura y un propósito claro. Pero después de lo que había visto, no estaba tan seguro. Las aguas en las que navegaba la Marina eran turbias, llenas de grises en lugar de los blancos y negros que imaginaba cuando pensaba en la justicia.

El camino hacia la posada fue tranquilo, pero el tiburón no pudo evitar estar alerta. Aunque Camille le aseguraba que la zona era segura, la noche y el silencio siempre le ponían en guardia. Los instintos de un depredador marino como él no se apagaban tan fácilmente.

Al llegar a la posada, Octojin observó la fachada del lugar. Era un edificio modesto, con un cartel de madera colgando sobre la puerta que apenas se balanceaba con la brisa nocturna. No parecía lujoso, pero la oni había prometido que no harían preguntas, y eso era más que suficiente para él en ese momento.

Camille se detuvo frente a la puerta y se giró para mirarlo. Sus ojos, a pesar del cansancio, brillaban con una mezcla de determinación y gratitud. Y tras ello lanzó una broma insistiendo en que quizá Octojin debía alistarse en la marina.

Octojin la miró por un momento antes de soltar una pequeña risa, una especie de gorgoteo grave que resonaba desde lo profundo de su pecho. Aunque no estaba seguro de su futuro, apreciaba el humor de Camille y la forma en que intentaba aliviar la tensión de la situación.

—Friegasuelos sobredimensionado… suena como un trabajo decente —respondió, tomando la caja de sus manos y extendiéndosela con cuidado—. Pero creo que por ahora prefiero nadar en aguas más tranquilas.

Camille tomó la caja y le ofreció nuevamente la mano, esta vez como despedida. Octojin la estrechó con firmeza, observando como sus escamas frías contrastaban con el calor de la piel de Camille. El gyojin asintió lentamente, soltando su mano.

—Gracias a ti también, Camille. Cuídate ahí afuera, ¿vale? No todos los días se enfrentan monstruos en bodegas ni se lidia con secretos tan peligrosos. Espero que la Marina pueda resolver este lío sin que te arrastre demasiado en él. Espero que nos veamos en un futuro y me cuentes el desenlace de esta historia.

Con una última mirada de comprensión, Camille le dio la espalda y comenzó a alejarse, su figura perdiéndose en la penumbra de las calles fue lo último que el tiburón vio en aquella calle. Octojin se quedó allí unos momentos más, observando cómo la oni desaparecía en la distancia antes de girarse hacia la puerta de la posada.

Empujó la pesada puerta de madera y entró. El interior estaba tenuemente iluminado por lámparas de aceite que proyectaban sombras largas y cálidas sobre las paredes de piedra. El ambiente era tranquilo, con un par de clientes dispersos en las mesas, conversando en voz baja o disfrutando de una última bebida antes de retirarse a sus habitaciones.

El posadero, un hombre robusto y calvo con una barba espesa y gris, levantó la vista cuando Octojin se acercó al mostrador. No mostró ninguna sorpresa al ver al gyojin de cuatro metros frente a él, solo asintió con un gesto de reconocimiento, como si hubiera visto cosas mucho más extrañas en su vida.

—Una habitación, supongo —dijo el posadero, con una voz ronca pero amable.

Octojin asintió, sacando unas monedas de su bolsillo y dejándolas sobre el mostrador. El hombre las contó con rapidez y le entregó una llave oxidada.

—Segundo piso, al fondo. No te preocupes por las escaleras, son bastante amplias —añadió con una sonrisa burlona.

El gyojin tomó la llave y subió las escaleras con cuidado, asegurándose de no romper nada con su tamaño. Al llegar al final del pasillo, abrió la puerta de su habitación. Era pequeña, con una cama simple, una ventana que daba a la calle y una silla de madera junto a una mesita. No necesitaba más.

Cerró la puerta detrás de él y dejó escapar un largo suspiro. Las emociones de la noche finalmente comenzaban a disiparse, dejándole solo con el cansancio acumulado en su cuerpo. Se dejó caer en la cama, que crujió bajo su peso, pero no le importó. El colchón era duro, pero para él era más que suficiente después de la intensidad del día.

Miró por la ventana, observando las luces de la ciudad parpadear en la distancia. Loguetown, con todas sus complicaciones, era solo una parada más en su viaje. Pero esta noche, le había dejado una impresión más profunda de lo que esperaba. Los humanos, con sus intrigas y luchas, eran tan complicados como las corrientes del mar. A veces era difícil navegar entre ellos sin ser arrastrado por la marea.

Sin embargo, a pesar de todo, había algo en esta ciudad que le había enseñado una lección importante: la fuerza no siempre radicaba en el poder físico, sino en la capacidad de tomar decisiones difíciles, de proteger a otros incluso cuando el precio era alto.

Con esos pensamientos en mente, Octojin cerró los ojos. El cansancio lo envolvió rápidamente, llevándolo a un sueño profundo y reparador. En su descanso, el tiburón gyojin no soñó con batallas ni con los peligros del mar. En su lugar, se encontró flotando en aguas tranquilas, lejos de las complicaciones del mundo, dejándose llevar por las corrientes suaves que lo rodeaban.

Y por primera vez en mucho tiempo, Octojin se sintió verdaderamente en paz.
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RE: [C-Presente] La típica reyerta de taberna, no tan típica esta vez - por Octojin - 18-08-2024, 05:48 PM

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