Takahiro
La saeta verde
18-08-2024, 08:33 PM
(Última modificación: 18-08-2024, 09:14 PM por Takahiro.)
Todo parecía fruto de alguna sustancia psicodélica que le hacia ver y percibir sensaciones que no parecían reales. Primero un monstruo de tez blanca y aspecto bastante turbio, cuyos gritos parecían remover el mismo núcleo de la tierra. En ese momento, cuando todo parecía haber terminado, una corriente de aire azotó sus cabellos, casi al mismo tiempo que un remolino emergía bajo sus pies y lo tragaba hacia un vacío, hacia una caída interminable en la que solo era capaz de distinguir una amplia variedad de colores, algunos incluso parecían estar más allá de su conocimiento o entendimiento del mismo.
Elevaba los brazos intentando aferrarse a algo, pero era imposible. No había nada, tan solo el vacío. ¿Lo extraño? Que podía respirar como si nada. Gritaba y escuchaba su voz, aunque cada una de ellas se perdía en el eco del infinitivo.
De repente, todo cambió de golpe. La agitación de su corazón había desaparecido, una calma como nunca había sentido se apropió de su cuerpo. La velocidad a la que descendía parecía haberse reducido, pero parecía no tener fin.
—Takahiro, ¿qué hiciste anoche? —se preguntó en voz alta, pero tan solo venía a su cabeza la maldita cancioncilla—. ¿Será la clave de todo esto? ¿Y que tienen que ver las canicas? —volvió a cuestionarse, apretando con fuerza la bolsa que tenía en la cintura con las dos pequeñas esferas.
Finalmente, mientras continuaba intentando recordar algo, notó como ya no caía. Su cuerpo estaba caliente, en su frente surgieron gotas de sudor. Se incorporó y vio que estaba sobre un terreno yermo y baldío, completamente repleto de ceniza y la temperatura era excesivamente alta. Aprovechó para despojarse de la parte superior de su atuendo, que dejó atada en su cintura, cubriendo de buena manera su bolsa de tela para que no pareciera que la tenía, y se percató de que ya no tenía el cuerpo de una mujer, volvía a ser un hombre.
—Lo cierto es que tenía un tipazo —comentó en voz baja, ajustándose su turbante blanco a la cabeza.
Se levantó y caminó en la dirección contraria al volcán que había en aquel lugar, pues si estallaba lo mejor sería que estuviera lejos de allí. Tenía la esperanza de encontrar a alguien, aunque algo en su interior le continuaba diciendo que estaba muerto y había pasado de un infierno a otro, como en algunas leyendas que su abuelo le había contado.