Jun Gunslinger
Nagaredama
19-08-2024, 12:36 AM
Tan rápido corría Jun que el impacto se sintió como chocar de lleno contra un gran árbol. Ella acabó sentada en el suelo, con el corazón latiéndole en los oídos, mientras el otro apenas se inmutó. Fue como estrellarse contra una pared de piedra, en lugar de un ser humano.
Mientras recuperaba sus pertenencias con apuro y torpes manos temblorosas, una voz grave pero sorprendentemente gentil respondió a su agresiva forma de hablar. El contraste de aquel tono amigable la obligó a levantar la vista, y descubrió al muchacho frente a ella, agachado, ayudando a recoger las cosas que Jun había robado. Al instante se puso roja de vergüenza y se levantó de un salto, capturando los últimos objetos de las manos amables de aquel gigante. Sus dedos rozaron los de él, y el contacto resultó en un escalofrío inesperado.
Casi segura de tener completo su botín, cerró la solapa del bolso con un movimiento brusco y lo afirmó a su cuerpo. No quería comportarse de manera sospechosa, para no levantar la perdiz, aunque inevitablemente todo en su postura, desde sus manos inquietas hasta su mirada esquiva, gritaba sospecha.
Miró al muchacho, que parecía tener más o menos su edad, con el pelo negro desordenado y una expresión de sorpresa y curiosidad en sus ojos cansados. De su aspecto llamaban la atención sus brazos, largos por demás, una característica extraña de ver y que sin duda lo destacaba del resto de humanos normales y corrientes.
—Lo siento —le dijo, con voz algo agitada y una sonrisa torcida que intentaba ser convincente. Acompañó sus palabras con un guiño de ojo, aunque la picardía que pretendía proyectar se veía empañada por su evidente nerviosismo—. No suelo chocar con gente en mis escapadas.
Automáticamente se mordió la lengua y maldijo en silencio. ¿Escapadas? Apenas había dicho dos frases y ya había revelado más de lo que debía. Entonces se dio cuenta de que la colisión había atraído la atención de varios curiosos y, aunque intentaba ignorarlo, podía sentir las miradas fijas en ella, por lo que entendió no sería prudente quedarse allí mucho tiempo más.
Sus ojos amatista rodaron hacia un muchacho de cabello blanco que presenció el accidente en la puerta de la taberna y decidió acercarse, tal vez preocupado, tal vez simplemente curioso. Era casi tan alto como el de brazos largos, y lo acompañaba un segundo espectador, joven también, su pelo violáceo igual que el color de sus ojos.
Jun esbozó una sonrisa gigante cuando el albino le habló, queriendo disimular su situación. No sabía quienes eran ellos, por lo que no iba a regalarse brindando demasiada información.
—Ah, no, no estaba huyendo —se rio, negando con la cabeza y haciendo un gesto con la mano que pretendía restar importancia a lo sucedido—. Estoy bien. Solo tenía algo de prisa por llegar a un lugar —añadió, consciente de que su mentira podía resultar creíble o no, mas no le preocupaba demasiado porque, en tanto no metiera la pata, podía confiar en su habilidad para improvisar.
Volvió su vista al grandote de cabello oscuro, obligándose a levantar la cabeza hasta casi desnucarse para poder mirarle a los ojos. Notó que su aspecto había cautivado por completo la atención del otro muchacho, que parecía fascinado por el físico particular del brazos largos, tanto así que hasta se había atrevido a invadir su espacio personal para tocarlo.
Jun decidió que ese era el momento perfecto para largarse.
—Bueno, Drake, ha sido un placer chocar contigo, pero tengo que... —sus palabras se interrumpieron abruptamente cuando divisó a sus perseguidores en la distancia. Habían logrado seguirle el rastro y se acercaban peligrosamente, escudriñando la multitud, buscándola.
Mientras recuperaba sus pertenencias con apuro y torpes manos temblorosas, una voz grave pero sorprendentemente gentil respondió a su agresiva forma de hablar. El contraste de aquel tono amigable la obligó a levantar la vista, y descubrió al muchacho frente a ella, agachado, ayudando a recoger las cosas que Jun había robado. Al instante se puso roja de vergüenza y se levantó de un salto, capturando los últimos objetos de las manos amables de aquel gigante. Sus dedos rozaron los de él, y el contacto resultó en un escalofrío inesperado.
Casi segura de tener completo su botín, cerró la solapa del bolso con un movimiento brusco y lo afirmó a su cuerpo. No quería comportarse de manera sospechosa, para no levantar la perdiz, aunque inevitablemente todo en su postura, desde sus manos inquietas hasta su mirada esquiva, gritaba sospecha.
Miró al muchacho, que parecía tener más o menos su edad, con el pelo negro desordenado y una expresión de sorpresa y curiosidad en sus ojos cansados. De su aspecto llamaban la atención sus brazos, largos por demás, una característica extraña de ver y que sin duda lo destacaba del resto de humanos normales y corrientes.
—Lo siento —le dijo, con voz algo agitada y una sonrisa torcida que intentaba ser convincente. Acompañó sus palabras con un guiño de ojo, aunque la picardía que pretendía proyectar se veía empañada por su evidente nerviosismo—. No suelo chocar con gente en mis escapadas.
Automáticamente se mordió la lengua y maldijo en silencio. ¿Escapadas? Apenas había dicho dos frases y ya había revelado más de lo que debía. Entonces se dio cuenta de que la colisión había atraído la atención de varios curiosos y, aunque intentaba ignorarlo, podía sentir las miradas fijas en ella, por lo que entendió no sería prudente quedarse allí mucho tiempo más.
Sus ojos amatista rodaron hacia un muchacho de cabello blanco que presenció el accidente en la puerta de la taberna y decidió acercarse, tal vez preocupado, tal vez simplemente curioso. Era casi tan alto como el de brazos largos, y lo acompañaba un segundo espectador, joven también, su pelo violáceo igual que el color de sus ojos.
Jun esbozó una sonrisa gigante cuando el albino le habló, queriendo disimular su situación. No sabía quienes eran ellos, por lo que no iba a regalarse brindando demasiada información.
—Ah, no, no estaba huyendo —se rio, negando con la cabeza y haciendo un gesto con la mano que pretendía restar importancia a lo sucedido—. Estoy bien. Solo tenía algo de prisa por llegar a un lugar —añadió, consciente de que su mentira podía resultar creíble o no, mas no le preocupaba demasiado porque, en tanto no metiera la pata, podía confiar en su habilidad para improvisar.
Volvió su vista al grandote de cabello oscuro, obligándose a levantar la cabeza hasta casi desnucarse para poder mirarle a los ojos. Notó que su aspecto había cautivado por completo la atención del otro muchacho, que parecía fascinado por el físico particular del brazos largos, tanto así que hasta se había atrevido a invadir su espacio personal para tocarlo.
Jun decidió que ese era el momento perfecto para largarse.
—Bueno, Drake, ha sido un placer chocar contigo, pero tengo que... —sus palabras se interrumpieron abruptamente cuando divisó a sus perseguidores en la distancia. Habían logrado seguirle el rastro y se acercaban peligrosamente, escudriñando la multitud, buscándola.