Atlas
Nowhere | Fénix
19-08-2024, 02:05 AM
(Última modificación: 22-08-2024, 02:17 AM por Atlas.
Razón: Editada fecha para cuadrar cronología.
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Día 16 de Verano - Loguetown
Sí, todo hacía ver que ese día por fin había conseguido zafarme de la larga mano del sargento Shawn. Las manecillas del reloj estaban cerca de marcar las dos de la tarde y hasta el momento el grandullón no había hecho acto de presencia. ¿Que cómo me las había ingeniado para aquello? Lo justo sería decir que aquel día había ido un paso más allá de lo que había hecho hasta el momento. Todos las veces anteriores el sargento sólo había tenido que buscar en la base del G-31 o en sus inmediaciones a un tipo con uniforme de la Marina. En aquella ocasión, por el contrario, había salido uniformado pero me había cambiado en cuanto había tenido ocasión. Llevaba mi uniforme en una pequeña mochila que transportaba en mi espalda para ponérmelo cuando fuese a regresar a la base y, por si no fuera suficiente, me había metido en un local bastante concurrido para dificultar que me localizase.
A decir verdad, había optado por meterme en el que más actividad demostraba albergar sin preocuparme inicialmente por el motivo de dicha actividad. Una vez dentro, el sonido de las uñas al rasgar las cuerdas de las guitarras, las palmas sonando a compás y la garganta rota de la mujer que presidía el escenario me habían conquistado. Se trataba de un grupo pequeño, compuesto por dos palmeros, dos guitarristas —uno de los cuales llevaba claramente la iniciativa— y la susodicha. Esta última vestía una camisa blanca con volantes y una falta roja repleta de lunares blancos. Llevaba la melena, negra como el azabache, recogida con una simple cola que no impedía que el pelo recorriese toda su espalda. No recordaba haber visto una mujer tan morena en mi vida.
Sentado en una esquina de la barra, en silencio y con un trago en la mano, no había tardado en preguntar al camarero por lo que mis ojos estaban contemplando. Al parecer, el propietario original de la taberna —y padre del equipo de tres trabajadores que llevaban el negocio— era originario de una lejana isla llamada Dressrosa. Al parecer, la música que en esos momentos golpeaba mis oídos con pasión desbordante era, si no oriunda, al menos típica de allí. Era por ello que periódicamente organizaban certámenes como aquél en los que invitaban a artistas reconocidos y permitían que quienes se quisieran dar a conocer dentro del mundillo tuvieran un escaparate. Ellos, además, hacían una caja considerable. Todos salían ganando.
Según decía, pese a no ser un arte mayoritario, había muchas personas en el mundo que sentían verdadera devoción y pasión por el mismo, lo que llevaba a que el negocio siempre estuviera atestado cuando organizaban las "velás", pues así me presentaron aquel espectáculo. Yo ponía atención a todas y cada una de las palabras que aquel sujeto decía, apoyado junto a mí pero al otro lado de la barra. Ambos escuchábamos embelesados a Tree Anna o "La Niña de las Canastas", pseudónimo por el que se la conocía desde sus inicios. ¿Que por qué? Según Gsu, el hombre que me lo estaba explicando todo, la mayoría de dichos sobrenombres tenían un origen bastante simple. En este caso, la familia de la mujer siempre se había dedicado a fabricar a mano canastos para transportar todo tipo de útiles, quedando la profesión como mote de la familia.
—¿Y dices que lo organizáis todos los meses? —pregunté en un pequeño descanso, de apenas unos minutos.
—Sí, la segunda o tercera semana. También depende de lo ocupados que estén los artistas y de algún que otro detalle técnico más, pero normalmente sí.
—Intentaré no perdérmelos —afirmé con rotundidad justo antes de que el guitarrista principal comenzase a hacer sonar de nuevo su instrumento con la oreja bien pegada al vientre del mismo. Al mismo tiempo tocaba unas clavijas, asegurándose de que cada cuerda liberase el sonido que él buscaba para acompañar a Anna.