Zath Elion Vhal
Zev el Fiero
19-08-2024, 05:12 PM
Zev observaba cómo las aguas se enturbiaban, agitando la embarcación con una fuerza que casi los desestabilizaba por completo. El giro brusco de la criatura marina, al principio solo un reflejo de su enorme poder, revelaba ahora su verdadero propósito: volver a arremeter contra Timsy. El coyote, con su instinto de guerrero, dedujo rápidamente que la bestia no se había olvidado de su pequeño compañero; estaba decidida a acabar con él.
Mientras evaluaba la situación, algo rompió su concentración. Jimbo había pronunciado su nombre correctamente, no una, sino dos veces de manera consecutiva. Para Zev, aquello era más que una simple corrección; era una señal de que el suricato había entrado en un estado de enfoque absoluto, uno que solo se alcanzaba en los momentos más críticos. Sin embargo, lo que más sorprendió a Zev no fue la precisión del nombre, sino el hecho de que Jim, en medio de aquella tormenta de caos y peligro, tuviera la sangre fría de pedirle que estabilizara la nave, centrándose en el objetivo y dejando de lado su propia seguridad. Estaba claro que el suricato no solo pensaba en él mismo; estaba preocupado por mantener el equilibrio del equipo y, quizás, salvar a Timsy.
Zev sintió un destello de orgullo y respeto por su joven compañero, pero no había tiempo para reflexionar más. Sabía lo que debía hacer. Mientras la criatura continuaba su asalto y las olas golpeaban con fuerza, Zev se lanzó hacia el timón, con sus músculos tensos y el corazón acelerado.
Con una fuerza que solo la desesperación y la determinación podían otorgar, Zev sujetó el timón con ambas manos, sintiendo cómo sus garras se aferraban al madero resbaladizo. El viento y el agua se alzaban contra él, pero Zev no retrocedió. Usando su cuerpo como contrapeso, se inclinó hacia un lado y luego al otro, tratando de contrarrestar el violento vaivén del Alborada. Cada movimiento era calculado, cada esfuerzo dirigido a estabilizar la embarcación y mantener a Jimbo en posición para disparar.
La embarcación crujía bajo la presión, pero Zev no cedía. Sus músculos ardían, y el sudor mezclado con el agua del mar se escurría por su pelaje, pero su mente estaba centrada en un solo objetivo: asegurarse de que su compañero tuviera una oportunidad para atacar. Sentía cada ola como un adversario, y con cada contragolpe que daba con su peso y fuerza, el barco respondía, volviendo a alinearse, aunque fuera momentáneamente.
Entonces, en medio de aquel caos, el sol atravesó una gota de agua suspendida en el aire, justo cuando la primera flecha de Jim salió disparada de su arco. El destello del trasluz, un pequeño rayo de luz en la tormenta, marcó el camino de la flecha mientras se dirigían directamente hacia la bestia marina.
Mientras evaluaba la situación, algo rompió su concentración. Jimbo había pronunciado su nombre correctamente, no una, sino dos veces de manera consecutiva. Para Zev, aquello era más que una simple corrección; era una señal de que el suricato había entrado en un estado de enfoque absoluto, uno que solo se alcanzaba en los momentos más críticos. Sin embargo, lo que más sorprendió a Zev no fue la precisión del nombre, sino el hecho de que Jim, en medio de aquella tormenta de caos y peligro, tuviera la sangre fría de pedirle que estabilizara la nave, centrándose en el objetivo y dejando de lado su propia seguridad. Estaba claro que el suricato no solo pensaba en él mismo; estaba preocupado por mantener el equilibrio del equipo y, quizás, salvar a Timsy.
Zev sintió un destello de orgullo y respeto por su joven compañero, pero no había tiempo para reflexionar más. Sabía lo que debía hacer. Mientras la criatura continuaba su asalto y las olas golpeaban con fuerza, Zev se lanzó hacia el timón, con sus músculos tensos y el corazón acelerado.
Con una fuerza que solo la desesperación y la determinación podían otorgar, Zev sujetó el timón con ambas manos, sintiendo cómo sus garras se aferraban al madero resbaladizo. El viento y el agua se alzaban contra él, pero Zev no retrocedió. Usando su cuerpo como contrapeso, se inclinó hacia un lado y luego al otro, tratando de contrarrestar el violento vaivén del Alborada. Cada movimiento era calculado, cada esfuerzo dirigido a estabilizar la embarcación y mantener a Jimbo en posición para disparar.
La embarcación crujía bajo la presión, pero Zev no cedía. Sus músculos ardían, y el sudor mezclado con el agua del mar se escurría por su pelaje, pero su mente estaba centrada en un solo objetivo: asegurarse de que su compañero tuviera una oportunidad para atacar. Sentía cada ola como un adversario, y con cada contragolpe que daba con su peso y fuerza, el barco respondía, volviendo a alinearse, aunque fuera momentáneamente.
Entonces, en medio de aquel caos, el sol atravesó una gota de agua suspendida en el aire, justo cuando la primera flecha de Jim salió disparada de su arco. El destello del trasluz, un pequeño rayo de luz en la tormenta, marcó el camino de la flecha mientras se dirigían directamente hacia la bestia marina.