Gavyn Peregrino
Rose/Ícaro
19-08-2024, 06:39 PM
(Última modificación: 21-08-2024, 05:20 PM por Gavyn Peregrino.)
La sonrisa dibujada en mis labios se ensanchó apenas, sabía que se habían formado pequeños hoyuelos en mi rostro, pero lo dejé estar mientras analizaba sus rasgos, las expresiones que compuso a medida que hablaba con él. Verlo cautivado me encantaba tanto como le encantaba a él llevar las riendas, guiar la situación, aunque desde mi punto de vista fuese un ir y venir constante entre los dos… Ahora que lo pensaba, no tenía un objetivo como tal, al menos no hasta hace unos minutos, al menos en mi caso ¿Y en el suyo? ¿Qué obtenía de esta situación? Entorné mis ojos ámbar, meditando que es lo que querría, que lo haría continuar y, supuse, lo mismo que me motivó: Nada ¿Competir, tal vez? Repasé la situación.
Ah.
Se trataba de un juego. Ya lo había pensado, que esto era un juego, un juego de voluntades, por supuesto, pero fue algo fugaz, algo inconsciente, ese tipo de pensamientos que se tienen al pasar, pero que no se registran completamente, que son automáticos. Depende de la perspectiva desde la que se vean. Intenté alisar mis plumas, que estaban erizadas y esponjosas, mostrándose como si fuesen una insignia, cuál pavo real que abre su cola para enseñar las hermosas plumas de diferentes tonalidades. Me sentí indignado conmigo mismo por un momento, ya que no era un ave, pero tenía algunos comportamientos similares cuando se trataban de mis alas, sin embargo, no era el comportamiento lo que me indignaba, sino como me dejaba al descubierto si las personas con las que hablaba tenían idea del lenguaje corporal de los pájaros.
Por suerte no parecía ser el caso.
Mis pupilas se dilataron considerablemente al verlo lamerse el pulgar, entre divertido y deseoso por los extremos hasta los que estaba dispuesto a llegar este hombre por… ¿Por qué? ¿Por ganar? ¿Por deseo? Un recuerdo desagradable apareció en mi mente por un instante, en parte lo entendía, pero no quería recordar eso ahora mismo, volvería agrio mi estado de ánimo de un plumazo, de forms tan certera que podría echarme atrás ante la idea de ir a la cama de alguien, especialmente de un desconocido. Olvidado. Y el desafío estaba aceptado, cada uno con sus propias piezas, esperando hacer un movimiento, o hacer trampas de alguna forma.
Tenía el sentimiento de que jugábamos juegos diferentes, aunque igual de versátiles. Prefería los tableros.
Reí entre dientes ante la insinuación de olvidar o no reconocer a los deudores, entonces estaba en lo cierto, no se consideraba a sí mismo como quien debía y no me reconocería si había otra ocasión, al menos una tercera ocasión, ya que, al parecer, solo registraba a sus presas una o dos veces.
. – Por suerte mi pizarra está en blanco contigo, no necesitas recordarme. Por desgracia para ti no soy bueno con los nombres, pero sí con las caras, así que recordaré la tuya si me debes. –Alcancé la jarra de cerveza y le di un sorbo lento, saboreando el amargor de la cerveza negra– Pero puede que me acuerde de tu nombre si te vuelves lo suficientemente memorable.
Dejé la jarra suavemente en la mesa, dándole una mirada intencionalmente libidinosa al moreno de cabello blanco, tal como lo eran sus palabras. Un ligero escalofrío recorrió mi espalda, descendiendo hasta mi espalda baja, hacía tiempo que nadie me dedicaba ese tipo de mirada o palabras, quizás porque, muchas veces, me volvía inaccesible a las personas que me rodeaban, particularmente con los desconocidos, pero la forma de acercarse de Ubben fue lo suficientemente efectiva para atraerme. Debía admitirlo, había caído, parcialmente, en su trampa… Pero antes muerto que mencionarlo en voz alta. Si el ego del bribón era tan grande como suponía, era mejor mantener la boca cerrada, para continuar sujetando esa pieza de mi lado hasta que fuese el momento de dejarla ir.
La canción que comenzó a sonar de fondo me arrancó una risa ligera, el barman al parecer tenía un muy buen timing, o era lo suficientemente entrometido, como para comenzar tocar música que congenie con el ambiente de tensión y deseo que se respiraba en nuestra mesa. Me agradaba la letra, el sentimiento que transmitía esta misma, así como el piano y la guitarra. Al separarnos esbocé una sonrisa para nada tímida, deslizando la lengua por mis labios, dispuesto a probar, aunque fuese ínfimamente, las reminiscencias del sabor del bribón de ojos dorados. Un cosquilleo agradable se estaba formando en mi bajo vientre, pero no quería actuar con prisa, y mucho menos actuar en base a mis deseos, en absoluto, nada obtenía de la debilidad de un hombre que habla ebrio, incluso para mí sería una jugarreta demasiado sucia y baja.
Así que decidí esperar a que la máscara de Ubben se reconstruya. A pesar de las cervezas que había bebido por mi parte no me era fácil emborracharme con solo unas cuantas jarras, no es como si fuese un vicio para mi, el alcohol, pero después de años trabajando en diferentes tripulaciones había aprendido que, después de un viaje tan largo, una buen trago no viene mal, cuando pega la vida con tanta sed, y había aceptado invitaciones a bebidas gratis que me llevaron a absorber diferentes tipos de alcohol como una esponja.
Volví de mi ensimismamiento rápido por sus palabras, y, con una sonrisa contesté, bromeando– Pasé de ser un ángel a un demonio, aunque esa definición es más aceptable para mí. O quizás soy una sirena.
No esperaba el segundo beso, pero cuando el moreno se inclinó hacia mí no pude evitar recibirlo a gusto, saboreando primero sus labios y luego su lengua contra la mía. Un sonido bajo de satisfacción escapó de mi garganta. Realmente era una buena distracción, funcionaba muy efectivamente, pero verme en el espejo de sus ojos me recordó lo que dijo hace un momento y me hizo cuestionarme si él también lo notaría, que éramos muy similares, al menos en la superficie, quién sabía lo que había bajo las capas que recubren al misterioso hombre frente a mí, pero estaba bastante seguro de que eran muchas, de lo que no estaba seguro era de si se trataba de la misma cantidad que las mías, aunque sabía que no las mismas. Pero eso no importaba, el segundo beso y la invitación susurrada por encima de la música que llenaba el bar atrajeron mi atención nuevamente. Lo miré por debajo de mis rubias y espesas pestañas, él sabía que no iba a rechazarlo, incluso si había pagado la cuenta por su parte y no me permitió dejar la mitad que me correspondía. Lo mantendría en mente de todos modos.
Me puse de pie– “Gracias” –Dibujé una sonrisa maliciosa al recordar sus palabras de antes– Ver las estrellas con alguien no suena nada mal.
No tardé en seguirlo, subiendo los peldaños de la escalera de madera que rechinaba con cualquier tipo de peso que no fuese lo suficientemente ligero. Entré tras él en la que supuse era su habitación e incliné la cabeza con desconcierto al verle asomarse por la ventana, tuve la intención de bromear acerca de la situación, pero Ubben demostró que le resultaba sencillo salir por aquel lugar, eso decía mucho de él, ya que no tenía alas, entonces ¿Por qué le sería necesario salir por una ventana? En mi caso, la adrenalina de salir y entrar por las ventanas era parte de un juego que llevaba jugando desde que se me permitió tocar el cielo, pero este hombre tenía muy pocos motivos para necesitar habilidades que le permitieran salir por otro lugar que no fuesen las puertas.
Lo vi subir al techo con una agilidad y facilidad practicadas, sabiendo inconscientemente que este moreno de mirada dorada, ego enorme, palabras seductoras e intenciones no tan ocultas sería un problema más adelante… Pero ¿Desde cuando huía de los problemas? Está bien, muchas veces, pero en ocasiones el peligro se convierte en algo más que atractivo. Así que, después de recoger una manta, y con algo de dificultad, porque la envergadura de casi dos metros y medio que poseía no pasaba con tanta facilidad por una ventana tan pequeña, me asomé poco a poco, plegando lo suficiente las alas para pasar primero las escapulares y las cobertoras marginales, luego las alulas, y, cuando pude apoyarme en al alféizar de la ventana salté, deslizando las cobertoras primarias y las primarias para desplegar las alas rápidamente en toda su amplitud, aleteando suavemente para mantenerme en el aire antes de subir al techo volando.
. – Vuelo desde que tengo uso de la razón, no tengo precisamente miedo a las alturas.
Agité las alas perezosamente hasta que mis pies estuvieron a la altura del techo, la luz de la luna enmarcó mi figura, otorgando a las plumas blancas que recubrían mis alas una tonalidad perlada, reluciente. Descendí sin prisa sobre el tejado, sonriendo de lado ante el elogio para mi boca.
. – Algunos dirían que tengo una boca demasiado grande, y que me mete en problemas con suficiente frecuencia. –Me senté a su lado, un poco más arriba, ya que recostarme sobre las alas era molesto, pero a esta altura podía verle el rostro– Pero ahora mismo parece que me trajo a un buen lugar.
Dirigí mis ojos dorados hacia él, brillantes de deseo, pero curiosos por saber qué es lo que deseaba hacer aquí arriba, aunque… Me daba una idea. Me recosté sobre mi lado derecho, extendiendo el ala de ese lado hacia atrás y dejando la otra semi plegada sobre mi cuerpo.
. – Así que… ¿Es esta una jugarreta por lo que dije antes sobre “ver las estrellas”? Y me dirás algo como “¿No es esto lo que deseabas?”. –Intenté adivinar, imitando su voz, pero quebrándola en todos los lugares incorrectos.
Ah.
Se trataba de un juego. Ya lo había pensado, que esto era un juego, un juego de voluntades, por supuesto, pero fue algo fugaz, algo inconsciente, ese tipo de pensamientos que se tienen al pasar, pero que no se registran completamente, que son automáticos. Depende de la perspectiva desde la que se vean. Intenté alisar mis plumas, que estaban erizadas y esponjosas, mostrándose como si fuesen una insignia, cuál pavo real que abre su cola para enseñar las hermosas plumas de diferentes tonalidades. Me sentí indignado conmigo mismo por un momento, ya que no era un ave, pero tenía algunos comportamientos similares cuando se trataban de mis alas, sin embargo, no era el comportamiento lo que me indignaba, sino como me dejaba al descubierto si las personas con las que hablaba tenían idea del lenguaje corporal de los pájaros.
Por suerte no parecía ser el caso.
Mis pupilas se dilataron considerablemente al verlo lamerse el pulgar, entre divertido y deseoso por los extremos hasta los que estaba dispuesto a llegar este hombre por… ¿Por qué? ¿Por ganar? ¿Por deseo? Un recuerdo desagradable apareció en mi mente por un instante, en parte lo entendía, pero no quería recordar eso ahora mismo, volvería agrio mi estado de ánimo de un plumazo, de forms tan certera que podría echarme atrás ante la idea de ir a la cama de alguien, especialmente de un desconocido. Olvidado. Y el desafío estaba aceptado, cada uno con sus propias piezas, esperando hacer un movimiento, o hacer trampas de alguna forma.
Tenía el sentimiento de que jugábamos juegos diferentes, aunque igual de versátiles. Prefería los tableros.
Reí entre dientes ante la insinuación de olvidar o no reconocer a los deudores, entonces estaba en lo cierto, no se consideraba a sí mismo como quien debía y no me reconocería si había otra ocasión, al menos una tercera ocasión, ya que, al parecer, solo registraba a sus presas una o dos veces.
. – Por suerte mi pizarra está en blanco contigo, no necesitas recordarme. Por desgracia para ti no soy bueno con los nombres, pero sí con las caras, así que recordaré la tuya si me debes. –Alcancé la jarra de cerveza y le di un sorbo lento, saboreando el amargor de la cerveza negra– Pero puede que me acuerde de tu nombre si te vuelves lo suficientemente memorable.
Dejé la jarra suavemente en la mesa, dándole una mirada intencionalmente libidinosa al moreno de cabello blanco, tal como lo eran sus palabras. Un ligero escalofrío recorrió mi espalda, descendiendo hasta mi espalda baja, hacía tiempo que nadie me dedicaba ese tipo de mirada o palabras, quizás porque, muchas veces, me volvía inaccesible a las personas que me rodeaban, particularmente con los desconocidos, pero la forma de acercarse de Ubben fue lo suficientemente efectiva para atraerme. Debía admitirlo, había caído, parcialmente, en su trampa… Pero antes muerto que mencionarlo en voz alta. Si el ego del bribón era tan grande como suponía, era mejor mantener la boca cerrada, para continuar sujetando esa pieza de mi lado hasta que fuese el momento de dejarla ir.
La canción que comenzó a sonar de fondo me arrancó una risa ligera, el barman al parecer tenía un muy buen timing, o era lo suficientemente entrometido, como para comenzar tocar música que congenie con el ambiente de tensión y deseo que se respiraba en nuestra mesa. Me agradaba la letra, el sentimiento que transmitía esta misma, así como el piano y la guitarra. Al separarnos esbocé una sonrisa para nada tímida, deslizando la lengua por mis labios, dispuesto a probar, aunque fuese ínfimamente, las reminiscencias del sabor del bribón de ojos dorados. Un cosquilleo agradable se estaba formando en mi bajo vientre, pero no quería actuar con prisa, y mucho menos actuar en base a mis deseos, en absoluto, nada obtenía de la debilidad de un hombre que habla ebrio, incluso para mí sería una jugarreta demasiado sucia y baja.
Así que decidí esperar a que la máscara de Ubben se reconstruya. A pesar de las cervezas que había bebido por mi parte no me era fácil emborracharme con solo unas cuantas jarras, no es como si fuese un vicio para mi, el alcohol, pero después de años trabajando en diferentes tripulaciones había aprendido que, después de un viaje tan largo, una buen trago no viene mal, cuando pega la vida con tanta sed, y había aceptado invitaciones a bebidas gratis que me llevaron a absorber diferentes tipos de alcohol como una esponja.
Volví de mi ensimismamiento rápido por sus palabras, y, con una sonrisa contesté, bromeando– Pasé de ser un ángel a un demonio, aunque esa definición es más aceptable para mí. O quizás soy una sirena.
No esperaba el segundo beso, pero cuando el moreno se inclinó hacia mí no pude evitar recibirlo a gusto, saboreando primero sus labios y luego su lengua contra la mía. Un sonido bajo de satisfacción escapó de mi garganta. Realmente era una buena distracción, funcionaba muy efectivamente, pero verme en el espejo de sus ojos me recordó lo que dijo hace un momento y me hizo cuestionarme si él también lo notaría, que éramos muy similares, al menos en la superficie, quién sabía lo que había bajo las capas que recubren al misterioso hombre frente a mí, pero estaba bastante seguro de que eran muchas, de lo que no estaba seguro era de si se trataba de la misma cantidad que las mías, aunque sabía que no las mismas. Pero eso no importaba, el segundo beso y la invitación susurrada por encima de la música que llenaba el bar atrajeron mi atención nuevamente. Lo miré por debajo de mis rubias y espesas pestañas, él sabía que no iba a rechazarlo, incluso si había pagado la cuenta por su parte y no me permitió dejar la mitad que me correspondía. Lo mantendría en mente de todos modos.
Me puse de pie– “Gracias” –Dibujé una sonrisa maliciosa al recordar sus palabras de antes– Ver las estrellas con alguien no suena nada mal.
No tardé en seguirlo, subiendo los peldaños de la escalera de madera que rechinaba con cualquier tipo de peso que no fuese lo suficientemente ligero. Entré tras él en la que supuse era su habitación e incliné la cabeza con desconcierto al verle asomarse por la ventana, tuve la intención de bromear acerca de la situación, pero Ubben demostró que le resultaba sencillo salir por aquel lugar, eso decía mucho de él, ya que no tenía alas, entonces ¿Por qué le sería necesario salir por una ventana? En mi caso, la adrenalina de salir y entrar por las ventanas era parte de un juego que llevaba jugando desde que se me permitió tocar el cielo, pero este hombre tenía muy pocos motivos para necesitar habilidades que le permitieran salir por otro lugar que no fuesen las puertas.
Lo vi subir al techo con una agilidad y facilidad practicadas, sabiendo inconscientemente que este moreno de mirada dorada, ego enorme, palabras seductoras e intenciones no tan ocultas sería un problema más adelante… Pero ¿Desde cuando huía de los problemas? Está bien, muchas veces, pero en ocasiones el peligro se convierte en algo más que atractivo. Así que, después de recoger una manta, y con algo de dificultad, porque la envergadura de casi dos metros y medio que poseía no pasaba con tanta facilidad por una ventana tan pequeña, me asomé poco a poco, plegando lo suficiente las alas para pasar primero las escapulares y las cobertoras marginales, luego las alulas, y, cuando pude apoyarme en al alféizar de la ventana salté, deslizando las cobertoras primarias y las primarias para desplegar las alas rápidamente en toda su amplitud, aleteando suavemente para mantenerme en el aire antes de subir al techo volando.
. – Vuelo desde que tengo uso de la razón, no tengo precisamente miedo a las alturas.
Agité las alas perezosamente hasta que mis pies estuvieron a la altura del techo, la luz de la luna enmarcó mi figura, otorgando a las plumas blancas que recubrían mis alas una tonalidad perlada, reluciente. Descendí sin prisa sobre el tejado, sonriendo de lado ante el elogio para mi boca.
. – Algunos dirían que tengo una boca demasiado grande, y que me mete en problemas con suficiente frecuencia. –Me senté a su lado, un poco más arriba, ya que recostarme sobre las alas era molesto, pero a esta altura podía verle el rostro– Pero ahora mismo parece que me trajo a un buen lugar.
Dirigí mis ojos dorados hacia él, brillantes de deseo, pero curiosos por saber qué es lo que deseaba hacer aquí arriba, aunque… Me daba una idea. Me recosté sobre mi lado derecho, extendiendo el ala de ese lado hacia atrás y dejando la otra semi plegada sobre mi cuerpo.
. – Así que… ¿Es esta una jugarreta por lo que dije antes sobre “ver las estrellas”? Y me dirás algo como “¿No es esto lo que deseabas?”. –Intenté adivinar, imitando su voz, pero quebrándola en todos los lugares incorrectos.