Asradi
Völva
20-08-2024, 01:32 AM
Finalmente lograron llegar al puesto. El delicioso aroma hacía que casi se le hiciese la boca agua. El lugar estaba parcialmente concurrido. No era un ambiente agobiante, sino más bien distendido, alegre. Con gente que, simplemente, disfrutaba de su día a día, de su jornada laboral o festiva. Eso provocó que la expresión de Asradi se relajase un poco, en una pequeña sonrisa de la misma índole mientras disfrutaba de ello.
— Si llevan aquí todo ese tiempo, entonces es por algo. — La antigüedad, por así decirlo, siempre era un buen aliciente en ese tipo de casos. Y, la verdad, es que sí olía de maravilla.
Estuvo parcialmente atenta a un par de conversaciones aledañas. Nada importante, solo un pa de hombres charlando sobre las capturas del día, antes de regresar su atención a Galhard, acomodándose ante el mostrador. Había algunos taburetes libres, aunque Asradi no se sentó. Temía que, de hacerlo, pudiese sobresalir su cola a través de la falda, aunque fuese parcialmente. Dejó que Galhard saludase el dueño, y ella hizo lo propio de manera silenciosa, con una sonrisa suave y amable.
— ¡Y algo para beber, por favor! — Añadió, viéndose más animada quizás que antes. La comida siempre le alegraba. — Yo quiero una jarra grande de cerveza bien fría. Y para él lo que quiera.
Por supuesto, no iba a decidir en ese aspecto por él. Aparte de que no sabía si el marine tomaba alcohol o no. Pero a ella sí que le apetecía. Estuvo un ratito contemplando como los cocineros se afanaban no solo en sus pedidos, sino también en los de otros clientes aledaños. Al menos hasta que la voz del pelicastaño llamó de nuevo su atención. Asradi le sonrió de manera suave.
— Estoy de acuerdo. Una buena comida siempre hace feliz a la gente. Al menos, es lo que he visto en general. — A ella le encantaba comer, disfrutaba en sobremanera. Y tenía un apetito considerable teniendo en cuenta lo menuda que era, físicamente hablando.
Apetito de tiburón, que se le decía.
Echó un vistazo distraído por los alrededores. Los muelles estaban relativamente cerca, por lo que se podía escuchar el arrullo del mar a lo lejos. Así como la brisa que todavía llevaba ese sutil aroma marino y luego volvió a sonreír al marine. Se la veía mucho más relajada.
— El arroz con marisco de anoche estaba delicioso. — No era un simple halago, que también. Era verdad. Le había sabido a gloria después de tan larga travesía solo cazando peces y cangrejos. En ese momento les sirvieron la bebida, y los ojos azules de Asradi se abrieron de par en par. La condensación hacía que las gotas frescas bajasen por el cristal. Y eso era de agradecer, con el calor que hacía. Aunque era llevadero.
Dió un trago generoso a la cerveza. Por fortuna tenía buena resistencia al alcohol, generalmente.
— ¡Menuda pinta tienen! Gracias. — Estaba de buen ánimo, se le notaba. Mucho más confiada a medida que, poco a poco, también parecía ir confiando un poco más en Galhard. Le había demostrado que, al menos, era un buen tipo. Y tenían pensamiento similares en cuanto a ciertas injusticias en el mundo.
La visión de los takoyaki recién hechos eran un motivo más para querer descubrir más cosas de la superficie. De sus costumbres y sus gentes.
Tomó un palillo y pinchó una de las bolitas, soplando un poquito para enfriarlo, antes de llevarse el bocado a los labios. Masticó con gusto, y con una expresión de puro deleite.
— Están tremendos. — Halagó, animada.
— Si llevan aquí todo ese tiempo, entonces es por algo. — La antigüedad, por así decirlo, siempre era un buen aliciente en ese tipo de casos. Y, la verdad, es que sí olía de maravilla.
Estuvo parcialmente atenta a un par de conversaciones aledañas. Nada importante, solo un pa de hombres charlando sobre las capturas del día, antes de regresar su atención a Galhard, acomodándose ante el mostrador. Había algunos taburetes libres, aunque Asradi no se sentó. Temía que, de hacerlo, pudiese sobresalir su cola a través de la falda, aunque fuese parcialmente. Dejó que Galhard saludase el dueño, y ella hizo lo propio de manera silenciosa, con una sonrisa suave y amable.
— ¡Y algo para beber, por favor! — Añadió, viéndose más animada quizás que antes. La comida siempre le alegraba. — Yo quiero una jarra grande de cerveza bien fría. Y para él lo que quiera.
Por supuesto, no iba a decidir en ese aspecto por él. Aparte de que no sabía si el marine tomaba alcohol o no. Pero a ella sí que le apetecía. Estuvo un ratito contemplando como los cocineros se afanaban no solo en sus pedidos, sino también en los de otros clientes aledaños. Al menos hasta que la voz del pelicastaño llamó de nuevo su atención. Asradi le sonrió de manera suave.
— Estoy de acuerdo. Una buena comida siempre hace feliz a la gente. Al menos, es lo que he visto en general. — A ella le encantaba comer, disfrutaba en sobremanera. Y tenía un apetito considerable teniendo en cuenta lo menuda que era, físicamente hablando.
Apetito de tiburón, que se le decía.
Echó un vistazo distraído por los alrededores. Los muelles estaban relativamente cerca, por lo que se podía escuchar el arrullo del mar a lo lejos. Así como la brisa que todavía llevaba ese sutil aroma marino y luego volvió a sonreír al marine. Se la veía mucho más relajada.
— El arroz con marisco de anoche estaba delicioso. — No era un simple halago, que también. Era verdad. Le había sabido a gloria después de tan larga travesía solo cazando peces y cangrejos. En ese momento les sirvieron la bebida, y los ojos azules de Asradi se abrieron de par en par. La condensación hacía que las gotas frescas bajasen por el cristal. Y eso era de agradecer, con el calor que hacía. Aunque era llevadero.
Dió un trago generoso a la cerveza. Por fortuna tenía buena resistencia al alcohol, generalmente.
— ¡Menuda pinta tienen! Gracias. — Estaba de buen ánimo, se le notaba. Mucho más confiada a medida que, poco a poco, también parecía ir confiando un poco más en Galhard. Le había demostrado que, al menos, era un buen tipo. Y tenían pensamiento similares en cuanto a ciertas injusticias en el mundo.
La visión de los takoyaki recién hechos eran un motivo más para querer descubrir más cosas de la superficie. De sus costumbres y sus gentes.
Tomó un palillo y pinchó una de las bolitas, soplando un poquito para enfriarlo, antes de llevarse el bocado a los labios. Masticó con gusto, y con una expresión de puro deleite.
— Están tremendos. — Halagó, animada.