Anko
Médica Despiadada
20-08-2024, 02:20 AM
Con ese último pensamiento, la pequeña Anko sellaba su meta, quería sellar su destino. Estaba decidida a convertirse en marine ya la vez, ejercer la profesión de medicina. Su tristeza y rencor se vio levemente opacado por la determinación en sus ojos, ella no quería defraudar a nadie, menos a sus padres. Curiosamente, ninguno de los dos progenitores de la niña se sentirían defraudados en caso de un fracaso por parte de ella, pero cuando a Anko se le mete un pensamiento en la cabeza, es difícil hacerla salir de él, más si se trata de una meta tan importante como la que ahora tenía y que definirían sus próximos pasos en la vida.
Nuevamente, un suspiro salió de la nariz de la peli marrón, suspiró que rápidamente fue opacado con el suave viento que golpeaba la isla. Ahora ya estaba más relajada, aquello le había servido pata liberar un poco esos sentimientos tan profundos que se había guardado por algunos días. Si bien, seguían en presentes en ella, ya no eran tan intensos como antes, haciéndola una persona más calmada y decidida. Anko se giró sobre sus talones y dio una última mirada al mar de DemonTooth por encima del hombro antes de comenzar a moverse.
Ya se había desahogado y se sentía más plena, por lo que podía volver a su casa en Shimotsuki, en donde Koshiro ya la esperaba, talvez con la cena lista, pues la luna ya empezaba a emerger en el cielo oscuro y estrellado. El sonido de la suela de sus zapatos chocando con el suelo lleno de tierra y pequeñas rocas resonaba en el ambiente, creando una combinación con el sonido de las hojas moviéndose levemente con el viento. Este ambiente tan relajante hizo que la niña se relajara aún más, olvidándose por un momento de la tragedia que había vivido pocos días atrás.
Ya en las inmediaciones de Shimotsuki, la gente que la conocía la miraban con unos ojos de pena, claramente tristes por la actual situación de Anko, uno que otro le daba algunas palabras de aliento antes de continuar con sus labores del día. Esto también subía el ánimo de la peli marrón, no estaba sola en aquella situación de duelo y realmente había gente que sentía empatía por ella. Aunque su padre siempre trataba de estar ahí para apoyarla, ese pequeño plus de la gente la hacía sentir muchísimo mejor.
Sus pasos finalmente la llevaron hasta su casa en la villa Shimotsuki, una casa algo acomodada y que a simple vista se veía de una familia prestigiosa, y claramente lo era, pues su dueño era un Teniente de la marina, talvez un rango no tan alto e importante, pero si le hacía ganar una buena cantidad de reputación y prestigio al hombre. Anko caminó por el camino de piedra que se elevaba ligeramente sobre un bonito jardín bien cuidado, jardín que a menudo era cuidado por su madre, talvez ahora ella tendría que hacerlo a partir de ese momento, pues Koshiro no podía hacerlo por mucho que quisiera.
Su diestra fue directamente hasta el bolsillo de su chaqueta y luego de rebuscar un poco, una pequeña llave fue tomada y liberada del calor de la bolsa. Anko jugueteó un poco con la cerradura antes de poder abrirla e ingresar en el interior de la cómoda casa. Dentro, y tal cual como ya se lo solía, estaba Koshiro, sin el uniforme de la marina; una escena un tanto rara de presenciar, sirviendo dos platos en el comedor. El aroma era delicioso y una sutil sonrisa se dibujó en el rostro del padre y de la hija cuando estos se vieron directamente a los ojos, preparándose para degustar de aquella cena agridulce, juntos, pero sin la mujer que ambos, tanto amaban.
Nuevamente, un suspiro salió de la nariz de la peli marrón, suspiró que rápidamente fue opacado con el suave viento que golpeaba la isla. Ahora ya estaba más relajada, aquello le había servido pata liberar un poco esos sentimientos tan profundos que se había guardado por algunos días. Si bien, seguían en presentes en ella, ya no eran tan intensos como antes, haciéndola una persona más calmada y decidida. Anko se giró sobre sus talones y dio una última mirada al mar de DemonTooth por encima del hombro antes de comenzar a moverse.
Ya se había desahogado y se sentía más plena, por lo que podía volver a su casa en Shimotsuki, en donde Koshiro ya la esperaba, talvez con la cena lista, pues la luna ya empezaba a emerger en el cielo oscuro y estrellado. El sonido de la suela de sus zapatos chocando con el suelo lleno de tierra y pequeñas rocas resonaba en el ambiente, creando una combinación con el sonido de las hojas moviéndose levemente con el viento. Este ambiente tan relajante hizo que la niña se relajara aún más, olvidándose por un momento de la tragedia que había vivido pocos días atrás.
Ya en las inmediaciones de Shimotsuki, la gente que la conocía la miraban con unos ojos de pena, claramente tristes por la actual situación de Anko, uno que otro le daba algunas palabras de aliento antes de continuar con sus labores del día. Esto también subía el ánimo de la peli marrón, no estaba sola en aquella situación de duelo y realmente había gente que sentía empatía por ella. Aunque su padre siempre trataba de estar ahí para apoyarla, ese pequeño plus de la gente la hacía sentir muchísimo mejor.
Sus pasos finalmente la llevaron hasta su casa en la villa Shimotsuki, una casa algo acomodada y que a simple vista se veía de una familia prestigiosa, y claramente lo era, pues su dueño era un Teniente de la marina, talvez un rango no tan alto e importante, pero si le hacía ganar una buena cantidad de reputación y prestigio al hombre. Anko caminó por el camino de piedra que se elevaba ligeramente sobre un bonito jardín bien cuidado, jardín que a menudo era cuidado por su madre, talvez ahora ella tendría que hacerlo a partir de ese momento, pues Koshiro no podía hacerlo por mucho que quisiera.
Su diestra fue directamente hasta el bolsillo de su chaqueta y luego de rebuscar un poco, una pequeña llave fue tomada y liberada del calor de la bolsa. Anko jugueteó un poco con la cerradura antes de poder abrirla e ingresar en el interior de la cómoda casa. Dentro, y tal cual como ya se lo solía, estaba Koshiro, sin el uniforme de la marina; una escena un tanto rara de presenciar, sirviendo dos platos en el comedor. El aroma era delicioso y una sutil sonrisa se dibujó en el rostro del padre y de la hija cuando estos se vieron directamente a los ojos, preparándose para degustar de aquella cena agridulce, juntos, pero sin la mujer que ambos, tanto amaban.