Atlas
Nowhere | Fénix
20-08-2024, 02:25 AM
Día 18 de verano del año 724
Me caía de sueño. En sentido figurado, claro. Si me fuese cayendo como consecuencia del cansancio tendría un soberano problema. En primer lugar, porque como Shawn me viese así se encargaría de darme un buen correctivo. En segundo lugar, porque eso indicaría que las interminables sesiones duramente impartidas por el sargento no habrían surtido efecto alguno en mí. De cualquier modo, cabía decir que el Torneo del Calabozo resultaba tremendamente extenuante para quienes participaban en él, sobre todo para quienes llegaban hasta el final y, más aún, para quien ganaba. Porque sí, resultaba que había sido el último vencedor del mismo hacía apenas unas horas. Mis ojeras daban buena fe de ello.
En fin. Me había conseguido levantar a mi hora sin tener demasiado claro cómo había sido posible. Aquel día, seguramente por primera —y tal vez última— vez, había decidido no intentar librarme de mis tareas matutinas. ¿Que por qué? Porque aquel día estaba completamente incapacitado para librarme de Shawn y mi cuerpo no podría soportar una sesión más de las suyas. No en esos momentos, al menos. Aunque sólo fuese por una vez, mejor dar el callo cuando me pudiesen ver y luego retirarme a descansar.
Salí de los barracones de los últimos, eso sí, y me dirigí a la cantina para pedir algo que llevarme a la boca. Teníamos algo de tiempo para el desayuno, al fin y al cabo. Cuando llegué a mi destino la cola de marines era considerable, aunque el ritmo con el que el personal de cocina despachaba a los uniformados era bastante adecuado y no permanecíamos demasiado tiempo quietos. Una alta figura ocupaba la posición inmediatamente anterior a mí cuando me puse en mi lugar. De espaldas no la había reconocido en un primer momento, pero sin duda se trataba de Camille, quien se había encargado de hacernos un maravilloso tour por la base del G-31 y alrededores no hacía demasiado tiempo.
—Buenos días —dije con una sonrisa inconscientemente cansada—. ¿Tiene buena pinta el desayuno de hoy? —Tal vez podría sonar a excusa barata para iniciar una conversación, pero lo cierto era que con la envergadura de la de los cuernos no acertaba a ver qué demonios ofrecían—. Si has venido sola y te apetece podemos sentarnos juntos.
Vago, sí, pero buena gente y bastante entrante. Podrían ser unos buenos rasgos con los que empezar a definirme. Vago e introvertido resultaba ser una combinación fatal para el arte del escaqueo. Era crucial ser capaz de tener buenas relaciones —cordiales, al menos— con casi todo el mundo. Si no te tenían aprecio jamás pasarían por alto tus deslices.
Mientras esperaba su respuesta la cola fue avanzando. Al llegar mi turno elegí huevos revueltos y un café bien cargado. No tenía duda alguna de que sabría a rayos, pero prefería morir de diarrea que de extenuación. Si Camille no tenía problema alguno me sentaría con ella en la primera mesa libre que viésemos.
—Bueno, ¿qué? ¿Cómo ha ido todo desde la última vez que nos vimos? No hace mucho, pero aquí siempre hay mucho ajetreo y cosas que hacer.