Alguien dijo una vez...
Bon Clay
Incluso en las profundidades del infierno.. la semilla de la amistad florece.. dejando volar pétalos sobre las olas del mar como si fueran recuerdos.. Y algún día volverá a florecer.. ¡Okama Way!
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[C-Presente] Érase una vez un tiburón y un fénix…
Octojin
El terror blanco
La brisa y el mar era una combinación que hacía que Octojin se relajara con suma facilidad. El anciano se acababa de ir tras sus bonitas palabras, y la mirada del tiburón se fue desviando poco a poco hacia la izquierda, sin terminar de perder el mar. Desde allí, tenía una instantánea privilegiada, podía divisar parte de la ciudad sin perder de vista el mar.

A medida que los ojos de Octojin se adentraba en las adoquinadas calles, lo llevaban hacia el bullicio del mercado, donde la vida continuaba como si nada hubiera cambiado. Las voces de los comerciantes y los compradores desde su posición eran simples susurros, aunque su agudizado oído podía clarificar algo más esos tenues sonidos. Los propios susurros se mezclaban en una cacofonía de sonidos que llenaban el aire. Octojin podía ver la diversidad de la gente que se movía entre los puestos, la mayoría humanos, pero todos enfocados en sus propios asuntos.

Sin embargo, mientras sus ojos recorrían a la multitud, algo captó su atención. Un destello de movimiento en un callejón lateral, rápido y discreto, pero lo suficientemente inusual como para que sus instintos lo alertaran. Deteniendo la mirada por un momento hacia el callejón, trató de discernir si había sido solo una ilusión o si realmente había algo allí.

Sus ojos, entrenados para detectar el más mínimo movimiento bajo el agua, captaron una figura que se deslizaba entre las sombras. Alguien estaba tratando de pasar desapercibido, pero lo había hecho demasiado rápido, y eso había llamado la atención de Octojin. El callejón era estrecho y oscuro, con paredes altas que apenas dejaban pasar la luz del sol. Las sombras envolvían el lugar, algo que dificultaba notablemente la misión del gyojin. De repente, observó cómo algo se movía lentamente entre la sombras. No era capaz de diferenciar si era un humano, un animal o una bolsa agitada por el viento. Aguzando sus sentidos, pudo discernir dos voces susurrando, discutiendo en un tono bajo que complicaba la escucha. Octojin, sin pensarlo dos veces, decidió seguir su instinto y poner marcha hacia el callejón. Apoyó ambos brazos sobre el suelo y, justo antes de levantarse, un humano se acercó a hablar con él.

Octojin permaneció en silencio por un momento, mientras las palabras del joven marine resonaban en su mente. "Sienta muy bien, ¿verdad?" La pregunta era simple, pero cargada de una verdad que el gyojin no podía negar. A lo largo de su vida, había experimentado más rechazo que aceptación, más miedo que agradecimiento. Sin embargo, las palabras del anciano pescador y ahora del marine lo habían tomado por sorpresa, dejando una pequeña grieta en la coraza que había construido a lo largo de los años.

El gyojin giró lentamente su cabeza para mirar al joven que se dirigía a él. Aún sentado al borde del muelle, Octojin observó al muchacho con atención. El marine parecía joven, pero había algo en sus ojos que sugería una madurez más allá de sus años. Tal vez era la vida en la Marina, o tal vez simplemente había vivido lo suficiente como para entender las complejidades del mundo. Sea como fuere, el tiburón decidió que no lo juzgaría precipitadamente.

—Supongo que sí —respondió finalmente Octojin, con su voz profunda y calmada—. Aunque no es algo a lo que esté acostumbrado.

Octojin mantuvo su mirada fija en el joven. Había escuchado muchas palabras similares a lo largo de su vida, promesas de entendimiento y tolerancia, solo para descubrir que detrás de ellas se ocultaban los mismos prejuicios que siempre habían existido. Sin embargo, algo en la sinceridad del marine hizo que decidiera escuchar lo que tuviera que decir.

—Eres diferente a los demás —comentó Octojin, más como una observación que como un elogio—. La mayoría no se acercaría, no después de escuchar lo que sucedió en la bodega.

Entonces el gyojin se levantó y dio un par de pasos hacia el humano, se encontraba lo suficientemente cerca como para entablar una conversación más directa, pero aún manteniendo una distancia respetuosa. Su expresión se tornó seria por un momento, y asintió ligeramente.

La mayoría de las personas no se tomaban el tiempo para conocerlo, simplemente lo catalogaban como una amenaza por su apariencia y sus orígenes. Eso era algo que siempre había tenido que enfrentar, y no esperaba que cambiara pronto. De un modo u otro, ya pertenecía a él y era una repetida costumbre.

—Formar tus propias opiniones, eh... —dijo Octojin, casi en un murmullo—. Es un camino difícil, más difícil de lo que la mayoría se atreve a recorrer.

El escualo giró la cabeza, mirando el mar, dejándose llevar por el vaivén de las olas que lamían los muelles. Aquello era probablemente lo que más le relajaba en el mundo. Suspiró y volvió a mirar al humano, decidido a que era momento de continuar con la conversación, al menos por un poco más. Había algo en el marine que lo intrigaba, una especie de curiosidad genuina mezclada con una falta de juicio que era rara en los humanos. Podía sentir que este joven realmente estaba intentando entenderlo, no solo como un gyojin, sino como un individuo.

—¿Por qué te uniste a la Marina? —preguntó Octojin, rompiendo el silencio de forma inesperada.

Resultaba curioso ver cómo en menos de una semana, dos seres habían despertado algo que el tiburón creía totalmente apagado en su interior. Una esperanza por y para su raza. Tanto Camille, la oni con la cual había luchado, como aquél humano, tenían algo en los ojos que despertaba cierta esperanza en él. Quizá, pese a que acababa de verle, el aura del marine que tenía delante podía ser incluso más intenso. Después de todo, no dejaba de ser un humano, y el odio del gyojin iba mucho más centralizado contra ellos que contra cualquier otra raza. Y no dejaba de ser curioso que ambos fueran marines.

Esperando a escuchar la respuesta de aquel hombre, reflexionó sobre aquello que llamaban La Marina. Muchos se unían con grandes sueños de justicia y heroísmo, solo para descubrir que el mundo no era tan simple. Sin embargo, a veces esos sueños eran suficientes para mantener a las personas en el camino correcto, al menos por un tiempo. Y eso el tiburón no podía negar que fuese un acto loable.

Octojin no pudo evitar sentir una chispa de admiración por el joven. A pesar de todo lo que había vivido y las decepciones que había enfrentado, el tiburón sabía que todavía existían personas con la suficiente convicción para luchar por lo que creían, sin importar lo difícil que fuera.
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RE: [C-Presente] Érase una vez un tiburón y un fénix… - por Octojin - 20-08-2024, 12:06 PM

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