Airgid Vanaidiam
Metalhead
20-08-2024, 02:45 PM
Se estaban tan tranquilo, tan a gusto. Una calma necesaria después de un día lleno de emociones. Había conocido a tantas personas diferentes y curiosas esa mañana, Airgid adoraba esos ambientes animados y llenos de energía. Pero en ese momento, agradeció poder contar con algo más de intimidad para poder estar con Hammond a solas. Al fin y al cabo era la mejor forma de conocer a alguien de verdad, y parecían congeniar bien. La libélula salió volando cuando el gigante le enseñó mejor el cartel de recompensa que sujetaba en la mano. De hecho, se lo tendió a la rubia para que lo tomara y pudiera verlo mejor. Airgid lo sujetó entre sus manos, aunque no le prestó demasiada atención, al parecer no era que le conociera si no que le había hecho pensar o acordarse de algo. El tipo del cartel era... desde luego curioso, medio calvo y con una perilla negra. Ni el nombre, Antonio Recio, ni la foto le decían nada a la rubia, no le sonaba esa persona. Pero de nuevo, aquel cartel no era lo importante, si no los pensamientos que podrían traer.
Airgid estuvo a punto de preguntar acerca de lo que le preocupaba, pero una voz detrás de ellos la interrumpió. Ambos giraron el rostro prácticamente al unísono. Se encontraba algo molesta por la inesperada intervención sin embargo, rápidamente se quedó sorprendida, dando un par de rápidos parpadeos. El tipo que avanzaba hasta colocarse delante de Hammond y que tan tranquilamente tomaba asiento entre la hierba no era nada más ni nada menos que el mismo tipo del cartel. Espera, ¿había dicho "momento romántico"? — ¡Oye que n-! — Se cortó a sí misma, ¿qué tipo de explicaciones le debía a aquel hombrecillo? Si era más bajito que ella, y encima un criminal buscado. Que pensara lo que quisiera. Igualmente sus palabras fueron pasadas por alto, al parecer el tipo buscaba esconderse de la justicia y usar a Hammond le había parecido una buena idea. El rubio era lo suficientemente grande como para cubrir a cuarenta de ellos.
Se llevó un buen chasco cuando Hammond le reconoció tan fácilmente. Al verse descubierto, no dudó en arrebatarle a Airgid su propio cartel de recompensa de sus manos. — ¡Ey! — Se quejó, aunque un poco para nada, pues rápidamente Antonio volvió a lanzárselo de vuelta. Con notable preocupación preguntó a la pareja si no eran por casualidad cazadores de recompensas. La rubia abrió la boca para negarlo, para decirle la verdad, pero Hammond fue más rápido que ella, y antes de que pudiera pronunciar una sola letra, contestó que sí. Que Airgid era cazarrecompensas. Estaban pasando de repente tantas cosas, cada una más inverosímil que la anterior. La rubia arqueó una ceja, pero cerró la boca, sin decir nada. No, no rompería aquella mentira, al menos no de momento. ¿Tendría Hammond alguna razón por la que decir eso? Quizás sí, tenía motivos que ella desconocía. No sabía que trataba el rubio de conseguir con eso, pero decidió seguirle el juego.
El tipo se arrastró por el suelo, tratando de alejarse de la pareja, reclamó piedad mientras juntaba las manos. Una escena un poco patética. La rubia le observó con una mueca pensativa mientras Antonio comenzaba a excusarse, a contar lo que "realmente" había pasado. Podría ser mentira o no, era verdad que la isla se había llenado de minks de repente, así que podía ser que dijera la verdad, pero aún así alguien no se ganaba una recompensa solo sin querer. Se puso a gritar y a arrodillarse frente a ella. — ¡Ya, ya, cállate ya! — Exclamó la mujer cansada del sonido de su voz, taladrándole la cabeza. Tomó su cartel y lo alzó hacia arriba con su brazo derecho. — ¿Crees que voy a por ti? ¡Vales una mierda, quillo! Diez mil berries... Bueno, quizá pa' pagarme la cena de esta noche... ¿Tú qué dices? — Miró a Hammond. — ¿Crees que merese la pena? — Esbozó una sonrisilla pícara, enseñando uno de los colmillos y afilando los ojos entre sus largas pestañas, tanteando hasta qué punto quería el rubio continuar con la mentira o divertirse un poco a costa del sufrimiento de un calvo bajito.
Pero la cosa no quedó ahí. De repente, un pequeño... ¿pez humanoide? Apareció de entre la hierba. Comenzó a caminar alrededor de Hammond, como quién veía por primera vez a un ser de otro planeta. A ella la ignoró por completo, pero la verdad es que lo pudo incluso entender. — ¿Este tío es compi tuyo? — Le preguntó a Antonio mientras señalaba al pequeño gyojin con el pulgar, dejándole que se entretuviera con la maravillosa imagen de un gigante real.
Airgid estuvo a punto de preguntar acerca de lo que le preocupaba, pero una voz detrás de ellos la interrumpió. Ambos giraron el rostro prácticamente al unísono. Se encontraba algo molesta por la inesperada intervención sin embargo, rápidamente se quedó sorprendida, dando un par de rápidos parpadeos. El tipo que avanzaba hasta colocarse delante de Hammond y que tan tranquilamente tomaba asiento entre la hierba no era nada más ni nada menos que el mismo tipo del cartel. Espera, ¿había dicho "momento romántico"? — ¡Oye que n-! — Se cortó a sí misma, ¿qué tipo de explicaciones le debía a aquel hombrecillo? Si era más bajito que ella, y encima un criminal buscado. Que pensara lo que quisiera. Igualmente sus palabras fueron pasadas por alto, al parecer el tipo buscaba esconderse de la justicia y usar a Hammond le había parecido una buena idea. El rubio era lo suficientemente grande como para cubrir a cuarenta de ellos.
Se llevó un buen chasco cuando Hammond le reconoció tan fácilmente. Al verse descubierto, no dudó en arrebatarle a Airgid su propio cartel de recompensa de sus manos. — ¡Ey! — Se quejó, aunque un poco para nada, pues rápidamente Antonio volvió a lanzárselo de vuelta. Con notable preocupación preguntó a la pareja si no eran por casualidad cazadores de recompensas. La rubia abrió la boca para negarlo, para decirle la verdad, pero Hammond fue más rápido que ella, y antes de que pudiera pronunciar una sola letra, contestó que sí. Que Airgid era cazarrecompensas. Estaban pasando de repente tantas cosas, cada una más inverosímil que la anterior. La rubia arqueó una ceja, pero cerró la boca, sin decir nada. No, no rompería aquella mentira, al menos no de momento. ¿Tendría Hammond alguna razón por la que decir eso? Quizás sí, tenía motivos que ella desconocía. No sabía que trataba el rubio de conseguir con eso, pero decidió seguirle el juego.
El tipo se arrastró por el suelo, tratando de alejarse de la pareja, reclamó piedad mientras juntaba las manos. Una escena un poco patética. La rubia le observó con una mueca pensativa mientras Antonio comenzaba a excusarse, a contar lo que "realmente" había pasado. Podría ser mentira o no, era verdad que la isla se había llenado de minks de repente, así que podía ser que dijera la verdad, pero aún así alguien no se ganaba una recompensa solo sin querer. Se puso a gritar y a arrodillarse frente a ella. — ¡Ya, ya, cállate ya! — Exclamó la mujer cansada del sonido de su voz, taladrándole la cabeza. Tomó su cartel y lo alzó hacia arriba con su brazo derecho. — ¿Crees que voy a por ti? ¡Vales una mierda, quillo! Diez mil berries... Bueno, quizá pa' pagarme la cena de esta noche... ¿Tú qué dices? — Miró a Hammond. — ¿Crees que merese la pena? — Esbozó una sonrisilla pícara, enseñando uno de los colmillos y afilando los ojos entre sus largas pestañas, tanteando hasta qué punto quería el rubio continuar con la mentira o divertirse un poco a costa del sufrimiento de un calvo bajito.
Pero la cosa no quedó ahí. De repente, un pequeño... ¿pez humanoide? Apareció de entre la hierba. Comenzó a caminar alrededor de Hammond, como quién veía por primera vez a un ser de otro planeta. A ella la ignoró por completo, pero la verdad es que lo pudo incluso entender. — ¿Este tío es compi tuyo? — Le preguntó a Antonio mientras señalaba al pequeño gyojin con el pulgar, dejándole que se entretuviera con la maravillosa imagen de un gigante real.